Una mirada afirmativa
de la sexualidad,
vista a la luz del amor.

Una mirada afirmativa de
la sexualidad,
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En el recorrido de la vida, el noviazgo se asemeja a un peregrinaje lleno de descubrimientos, desafíos y crecimiento espiritual. Sin embargo, en nuestra era marcada por la inmediatez y la búsqueda constante de resultados rápidos, a menudo, nos vemos tentados a apresurar este hermoso proceso. Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre la importancia de vivir cada momento en el noviazgo con calma y paciencia. Quiero invitarte a pensarlo como quien se adentra en un gran viaje hacia el amor verdadero.

Tiempo de discernimiento

En nuestra sociedad, el concepto de amor a menudo se ve distorsionado por la presión del tiempo y las expectativas externas. El ritmo frenético de la vida moderna nos impulsa a buscar gratificaciones instantáneas, incluso en el ámbito de las relaciones interpersonales. No obstante, el noviazgo, en su esencia, es un tiempo de discernimiento, de exploración mutua y de crecimiento tanto individual como en pareja.

Tiempo de conocernos más a fondo

Cada momento del noviazgo tiene su encanto y su propósito único. Desde el emocionante “¿quieres casarte conmigo?” hasta la profundización del compromiso. Cada momento nos brinda la oportunidad de conocer más a fondo a nuestra pareja, de cultivar la amistad y de fortalecer los cimientos de una relación duradera. Así, para poder disfrutar plenamente de este proceso, es crucial manejar la ansiedad del futuro y sumergirnos en el presente con gratitud y confianza en Dios.

Un propósito en el plan divino

En el libro del Eclesiastés, se nos recuerda: «todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3, 1). La Palabra, nos invita a abrazar la temporalidad de cada momento del noviazgo. Nos propone confiar en que cada experiencia, ya sea de alegría o de desafío, tiene un propósito en el plan divino para nuestras vidas. Al adoptar esta perspectiva, podemos liberarnos de la presión del tiempo y permitir que el amor florezca de manera saludable y auténtica.

Un tiempo para fortalecer juntos nuestra fe

Una de las mayores bendiciones del noviazgo es la oportunidad de crecer juntos en la fe y en el amor de Dios. Al caminar de la mano de nuestra pareja, podemos fortalecer nuestra relación con Cristo. Así, nos nutrimos mutuamente en el camino hacia la santidad. En este sentido, el noviazgo se convierte en un viaje espiritual compartido, en el que cada desafío nos acerca más a Dios y nos ayuda a discernir su voluntad para nuestras vidas.


Por tanto, te invito a abrazar cada momento del noviazgo con paciencia y gratitud. Reconoce que el tiempo y el hoy es un regalo precioso que debemos aprovechar al máximo. Disfruta plenamente de este viaje, confiando en que Dios está guiando nuestros pasos y bendiciendo el amor. Confíen y dejen de vivir sin prisas. Con mucho aprecio y cariño.

Lorena y Diego @quelamornosacompane.blog

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El condón falla para prevenir un embarazo. Estudios científicos han mostrado que el condón, usado de forma típica, falla entre un 12% y un 50% para prevenir un embarazo.

El condón no previene ITS en un 100%

Se han reportado alrededor de 35 enfermedades de transmisión sexual (ITS), para las cuales el condón ofrece una protección de entre 0% y 80%. Es decir, nunca es 100% seguro. En el caso del VIH, el condón ofrece una protección máxima de entre el 70% y el 80%, únicamente, en uso perfecto. Por tanto, la protección se vuelve más difícil cuando se trata de infecciones que se transmiten por el contacto de la piel de los genitales, como el virus de papiloma humano (VPH), el virus del herpes simple (VHS) y la sífilis.

Los condones también son riesgosos

Los jóvenes que piensan que los condones son totalmente seguros mostraron un 82% más de probabilidades de tener relaciones sexuales tempranas en comparación con aquellos que saben que no son seguros. Con el condón, entonces, aumenta el riesgo de contraer una o varias ITS. Entre más jóvenes comiencen la actividad sexual y más parejas sexuales tengan, más aumenta ese riesgo.

Los condones se regalan en las clínicas, en los hospitales, en las escuelas y hasta en las casas. Aun así, el número de embarazos adolescentes inesperados y las ITS aumentan en millones de casos en el mundo entero cada año.

No hay condones para el corazón

El bombardeo promocional del uso del condón lel ha hecho creer a los jóvenes que sus actos no tienen consecuencias. Esto es una mentira que lastima a muchas personas en el camino. Principalmente a ellos mismos, pues cuando nos involucramos en relaciones sexuales, nuestro cerebro libera una serie de sustancias químicas que influyen en nuestro estado emocional. Estas sustancias químicas establecen una fuerte conexión y apego hacia la otra persona. Cuando ese otro resulta una pareja pasajera, se daña el vínculo establecido y, por tanto, se deja el corazón herido.


Eduquemos a nuestros hijos en la evidencia, en la verdad. Eduquemos para vivir el auténtico amor. El condón no forma parte de esta educación: enferma, es riesgoso, no protege y, además, hiere el corazón.

Fuente: Abrazo de Amor, Rosario Laris.

Cuando iniciamos una relación, todos soñamos con ser eternamente felices al lado de esa persona. ¿Quién no lo pensaría así? Planeamos momentos de gran gozo. Trazamos metas. Soñamos con un futuro lleno de alegría y de esperanza. ¡Cómo no! ¡Todos queremos vivir la vida al máximo!

Todo esto es bueno. Dios ha querido que seamos felices y nos despleguemos en el amor. San Juan Pablo II lo expresó en una ocasión diciendo que “el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio” (Redemptor Hominis, No. 10, 1979).

Todo esto suena perfecto, sin embargo, en muchas relaciones de pareja, hay quienes atraviesan el dolor de haber vivido la infidelidad a sus compromisos con el otro. Esta situación causa mucho dolor en la relación. Quien comete la infidelidad podría preguntarse: ¿debo decirlo?, ¿es mejor callarlo y que no sepa y así evitar un conflicto mayor? Surge el miedo, porque no se sabe qué puede ocurrir. Aquí quiero regalarte algunos tips para hacer frente a esta dolorosa situación.

1- Reconoce aquello que duele

Es muy fácil resolver la cuestión de la infidelidad diciendo: “es mi culpa, no debí hacerlo. Todo lo eché a perder yo”. No obstante, partir de una mirada punitiva de lo ocurrido no resuelve las cosas, solo las agrava. Cuando he acompañado este tipo de procesos en consulta con pacientes, lo primero que les pregunto es ¿qué necesidades emocionales tienes?

Una persona nunca realiza un acto sin un fin. Muchas veces, lo que hay en medio de una infidelidad es una insatisfacción en la relación o un conflicto sin dialogar. Surgen, así, necesidades emocionales sin resolver. Se generan, por tanto, heridas. ¿Esto es una justificación y una carta abierta para seguir engañando al otro? Por supuesto que no, solamente nos ayuda a comprender qué está viviendo el otro, qué le ha impulsado a hacer tales actos.

2- Sé activo: busca ayuda pronto

Lo primero que puede aparecer después de vivir la infidelidad es la vergüenza. Es natural que pueda surgir esta experiencia. La vergüenza aparece cuando sabemos que, en el fondo, no hemos hecho algo bien. Así, nos puede generar culpa. Es comprensible, sin embargo, con culparte no vas a cambiar lo ocurrido, ni vas a avanzar más pronto en esta situación

Sé amable contigo mismo en este proceso. Por eso, lo mejor que puedes hacer es tomar una actitud proactiva en la situación y buscar una ayuda. Esto te permitirá conectar con tu emoción, complementando el primer punto. Reconocerás qué es aquello que te duele o que necesitas en este momento de la relación.

Dar el paso de pedir ayuda puede ser difícil, pues muchas veces hay cosas que no estamos listos para hablar o asumir en la relación. Los procesos psicológicos pueden ser confrontadores en ocasiones. No obstante, debemos recordar que Dios nos invita a vivir en la verdad. Por eso, no podemos dejar pasar siempre las cosas de largo por más que nos confronten.

3- Corta con el mal de raíz

Muchas veces, se nos vuelve difícil enfrentar el problema porque no cortamos con la raíz del asunto. Hemos recibido en consulta personas conflictuadas porque tienen a alguien más en sus vidas a parte de su pareja. En ocasiones, pasan uno, dos o tres meses de proceso y la persona sigue expresando sentirse mal. No toma la decisión de cortar con la tercera persona o de hablar con sinceridad con su pareja. Así, perpetuamos los problemas. Nos creemos nuestras propias excusas para no salir del conflicto.

Es verdad, no siempre es fácil asumir las cosas. Tenemos sentimientos. Todo toma tiempo. Sin embargo, si lo que queremos es salir de esta situación, no podemos actuar con ambigüedades en la relación.

4- Sé responsable afectivamente

Es verdad que, no siempre, somos del todo responsables de lo que acontece en la relación. Muchas veces es nuestra pareja quien no quiere abrirse más. Deja de ser más amoroso, sincero. Puede suceder que no sea más sensible al cambio de ciertos aspectos de su personalidad que nos hiere. Eso, poco a poco, va minando la relación.

Sin embargo, debemos estar atentos a ser responsables de todo aquello que venga de nuestra parte a la relación. Ese debería ser el proceder de ambos si queremos que todo avance bien sin herirnos. Ser responsable afectivamente significa velar por la otra persona, cuidar su integridad, su dignidad, no hacer nada que la hiera. Por ello, si en nuestro corazón sabemos que hemos fallado, es importante hacerse cargo.

5- Tómate un mayor tiempo para orar y pedir a Dios Su misericordia

Después de hacer algo que en nuestro corazón sabemos que no ha estado bien, o ha herido a alguien más, podemos encerrarnos en el dolor y creer que no hay nada más que hacer en la situación. Es importante pedir a Dios Su misericordia en este proceso, sabernos abrazados por el amor Paternal de Dios. También, acercarnos al sacramento de la reconciliación.

No podemos olvidar que la misericordia no es la carta abierta para seguir equivocándonos cuantas veces queramos, con el falso pretexto de que Dios lo perdona todo. Consiste en pedir a Dios su perdón frente a nuestros errores. A su vez, implica pedirle la fuerza necesaria para no volver a caer en las mismas actitudes contrarias a Su amor.

***

En conclusión, el camino del amor siempre será el camino de la verdad, de la reparación. Siempre será necesario y justo decir a nuestra pareja qué ha ocurrido, de qué manera, con quién y cuántas veces, si se trata de una infidelidad. Es necesario recordar que, entre más transparentes seamos, más caminos habrá para rehacer aquello que se ha dañado por la falta cometida.

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