Una mirada afirmativa de
la sexualidad,
vista a la luz
del amor.
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Seguro que más de una vez te has hecho esta pregunta: “¿debería darse cuenta?”, o has pensado: “¿si realmente le importara, lo haría sin que yo lo diga?”, “no quiero tener que pedirlo”. La realidad es que esperar que tu pareja adivine lo que piensas o sientes solo te va a llevar a la frustración. Si quieres una relación sana y sin tantos malentendidos, la clave está en comunicarte mejor.
Tu pareja no lee la mente
Por mucho que os conozcáis bien o que, en otras ocasiones, haya sabido entenderte sin palabras, no puedes esperar que siempre adivine lo que te pasa. Nadie es vidente. Aunque tú creas que eres capaz de hacerlo, es posible que el otro no lo haga.
Si necesitas algo, dilo.
No des por hecho que las pistas son claras
Tal vez crees que le estás mandando señales evidentes, por ejemplo: una mirada, un suspiro, un comentario con doble sentido. Sin embargo, lo que para ti es obvio, para otro puede pasar completamente desapercibido. También, puede entenderse de otra manera.
Parte de este principio: si no lo dices, no lo sabe. Si de verdad quieres algo, exprésalo sin rodeos.
Esperar que haga algo sin haberlo hablado solo lleva a la frustración
Puede ser frustrante el esperar algo y que no suceda. Lo peor es que tu pareja ni siquiera sabrá por qué estás molesto. Lo mejor es solucionarlo hablándolo: si algo es importante para ti, dilo. No esperes a que se dé cuenta por sí solo.
Pedir lo que necesitas no le quita valor
Puede que pienses: “si se lo tengo que decir, ya no cuenta”. Eso no es cierto. Nadie demuestra el cariño exactamente como tú lo harías.
No darse cuenta de ciertas cosas no significa que no le importes, simplemente el otro no lo percibe del mismo modo. Decir lo que necesitas no le quita valor al gesto. Al contrario, le da la oportunidad de hacerlo porque realmente te importa.
Hablar evita malentendidos
¿Cuántas discusiones innecesarias podrías haberte ahorrado si hubieras dicho las cosas antes? Cuando no expresas lo que te pasa, das por hecho que el otro lo entiende igual que tú. Esto no ocurre siempre.
Una conversación sincera y a tiempo puede evitar malentendidos, frustraciones y reproches.
Si no se da cuenta, no significa que no le importes
Hay personas más intuitivas. Otras necesitan que se lo digas directamente. No significa que te quiera menos, solo que funciona distinto.
Decir no significa que cambie al instante
Cuando digas algo con cariño y complicidad, recuerda que expresar lo que necesitas no quiere que el otro vaya a cambiar automáticamente. El cambio de tu pareja implica un proceso.
El otro también tiene sus hábitos y su manera de hacer las cosas. Dale margen para adaptarse sin presionarle.
Escuchar también es importante
Así como quieres que tu pareja te entienda, también debes hacer el esfuerzo de entenderle. No te centres solo en lo que necesitas tú.
Pregunta qué necesita la otra persona. Además, estate dispuesto a escuchar.
Pedir con cariño siempre funciona mejor
No es lo mismo decir “nunca te das cuenta de lo que necesito” que expresar: “para mí sería importante que estuvieras más atento a esto”.
Si te comunicas desde la queja o la exigencia, lo más probable es que el otro se cierre en banda. En cambio, si lo haces desde el cariño, será más fácil que te escuche.
***
El amor también se aprende
Por mucho que os queráis, nadie nace sabiendo llevar una relación. La comunicación, el entendimiento y el aprendizaje mutuo son lo que realmente hacen que una pareja funcione. No esperes que el otro adivine lo que piensas: enséñale cómo queréis estar juntos y creced en ello cada día.
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Hoy en día, vivimos en una era donde la sexualidad se presenta como algo sin límites, una decisión completamente personal donde lo único que importa es el consentimiento y donde la sexualidad solo está enfocado al acto físico genital. El mensaje que predomina es claro: “mientras haya consentimiento, todo está bien”. Pero, ¿realmente esto nos ha hecho más felices?
Los estudios muestran que las nuevas generaciones experimentan más ansiedad en sus relaciones y menor satisfacción emocional a largo plazo (Twenge et al., 2017), allí puedo ver una paradoja evidente: a mayor libertad sin rumbo, más insatisfacción. Por ello, quizá sea momento de cuestionarnos si la sexualidad es solo un acto físico o si tiene un significado más profundo.
Según la Teología del Cuerpo, propuesta por San Juan Pablo II, el cuerpo humano tiene un significado: fue diseñado para el amor y la entrega mutua. No somos máquinas biológicas que responden a impulsos, sino personas con un llamado al amor verdadero, lo que significa que la sexualidad no es solo instinto, es un lenguaje del amor.
Y esto tiene sustento a nivel científico también, en la intimidad se liberan hormonas de Oxitocina y vasopresina que refuerzan la unión emocional y la confianza de pareja. (Carter, 2017). Por tanto debería ser importante elegir bien y evitar relaciones casuales.
De otro lado, (Fehring et al., 2013) menciona que la fertilidad femenina no es un azar, ni permanente, sino “un ritmo biológico que influye en la energía, estado de animo y conexión con la pareja”… Estudios muestran que comprender el ciclo menstrual mejora la comunicación y fortalece las relaciones de pareja.
La sexualidad es un lenguaje de amor, pero en la medida en que se usa sin responsabilidad, se vacía de su verdadero significado.
Los mitos del ‘todo se vale’
La justificación de diferentes temas en el ámbito sexual ha generado ideas que parecen lógicas pero que, en la práctica, han dejado un saldo de insatisfacción y confusión, como por ejemplo:
Mito 1: “Si hay amor, todo está bien”
Realidad: El amor no es solo un sentimiento; es una decisión de buscar el bien del otro. En el libro Amor y Responsabilidad, San Juan Pablo II señala que el amor auténtico implica donación y respeto, no solo deseo y pasión momentánea.
Mito 2: “El sexo es solo físico”
Realidad: La intimidad física no es solo una necesidad biológica; implica un vínculo profundo entre cuerpo y alma. Numerosos estudios indican que las experiencias sexuales impactan profundamente la identidad y el bienestar emocional, llevandolos a experimentar mayores niveles de ansiedad y menor satisfacción y estabilidad emocional.
Mito 3: “La planificación natural no funciona”
Realidad: Contrario a la creencia popular, los métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad, como Creighton, Sintotérmico y el Método de la Ovulación Billings, tienen una efectividad del 96-98% cuando se aplican correctamente. Estos métodos permiten que la pareja conozca el funcionamiento del ciclo para que la pareja tome decisiones informadas, además de promover una mayor comunicación y respeto en la pareja.
Entonces, Si la sexualidad tiene un significado profundo, ¿cómo podemos vivirla de manera plena y en armonía con nuestra dignidad?
- Conócete a ti misma: Aprender sobre el ciclo menstrual y la fertilidad no es solo para quienes desean concebir. Conocer cómo funciona el cuerpo permite tomar decisiones más informadas sobre la salud y la relación de pareja.
- Habla con tu pareja: La comunicación es clave para una relación sólida. Discutir expectativas, deseos y valores sobre la sexualidad ayuda a fortalecer el vínculo y evitar confusiones.
- Descubre el verdadero amor: Esperar y respetar los tiempos del otro no es una privación, sino una inversión en una relación que se construye sobre bases firmes e implica matrimonios más estables y satisfactorios.
Así que la sexualidad es un regalo, no solo una opción más! Y sobre ello debemos tener presente que el mundo nos ofrece muchas ideas sobre la sexualidad, pero pocas realmente nos llevan a una vida plena. En definitiva, no estamos diseñados para la confusión ni la superficialidad; nuestra sexualidad tiene un propósito: construir amor verdadero, crear vida y fortalecer relaciones significativas. Recuerda que optar por una sexualidad con propósito es una elección libre que te traerá mayor felicidad y plenitud.
El matrimonio es una maravilla. Y no lo decimos como un cliché bonito, sino como una verdad que muchos han olvidado o que ni siquiera han llegado a descubrir. Vivimos en una época en la que casarse parece una apuesta demasiado arriesgada, casi temeraria. Nos han metido en la cabeza que un matrimonio disfrutando y cómplice es imposible, que el amor se acaba, que la rutina mata la pasión, que al final todo se convierte en compañerismo.
Y claro, con este panorama, ¿quién querría casarse?
Pero aquí estamos nostros para decirte algo que tal vez no has escuchado últimamente: el matrimonio no solo es posible, es la mejor aventura que puedes vivir. Es la única relación en la que dos personas se miran a los ojos y se dicen:
“Te elijo. Me la juego contigo. No hay plan B.”
Eso es el matrimonio. Un salto sin red. Y por eso es tan increíble.
El matrimonio no es un contrato con cláusulas de salida
Muchas personas ven el matrimonio como un acuerdo que se puede romper si las cosas no salen como esperan. Sin embargo, casarse es una apuesta total por otra persona sin garantías, con la decisión firme de seguir eligiéndola a pesar de los cambios y las dificultades.
El amor verdadero no busca lo mejor, sino que se compromete con lo imperfecto
Vivimos en una sociedad que nos empuja a buscar siempre algo mejor, pero en el amor eso no funciona. Amar de verdad significa aceptar y comprometerse con una persona imperfecta en su totalidad.
El amor necesita seguridad para crecer
Si alguien entra en el matrimonio con una mentalidad de “si no funciona, me voy”, el matrimonio está condenado al fracaso. El amor florece cuando existe un compromiso fuerte y claro.
El matrimonio no es solo convivencia, es un vínculo que crean dos amantes.
No basta con llevarse bien y compartir casa y gastos. El matrimonio no es para simples compañeros de piso, sino para amantes que siguen eligiéndose y luchando por mantener viva la conexión emocional y afectiva.
El amor en el matrimonio requiere esfuerzo y renovación constante
El matrimonio no se trata de aguantar ni de conformarse. Es una lucha diaria por seguir enamorados, mantener la complicidad, la admiración y el deseo. Nada que valga la pena es fácil, y el amor no es la excepción.
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Fundamentos
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