Una mirada afirmativa
de la sexualidad,
vista a la luz del amor.

Una mirada afirmativa de
la sexualidad,
vista a la luz

del
amor.

Artículos recientes.

Artículos recientes.

Me encuentro habitualmente con mujeres que no saben apenas sobre sus ciclos. Desconocen su duración, no saben cuándo ovulan, ni son conscientes de que tienen diferentes secreciones a lo largo del ciclo.

Los motivos son variados: la mayoría de las veces es porque la cuestión de la fertilidad no afecta especialmente, bien porque no tienen vida sexual activa o casados a los que no les preocupa cuándo venga el embarazo. Otras veces sí querrían saber, pero nadie se lo ha explicado antes, o quizá sienten recelo por los Métodos de reconocimiento de la fertilidad (Billings, Sintotérmico, Creighton, …).

Os comparto algunos motivos que pueden animar a introducirse en este camino de aprendizaje.

Conocer los ciclos es salud

Las mujeres que lo aprenden, valoran enormemente este conocimiento como medio de cuidar su cuerpo respetando los ritmos naturales. Los ciclos son un reflejo de nuestra salud hormonal y reproductiva. Una mujer sana en edad fértil tiene ciclos sanos, ciclos normales.

La realidad es que, si sabemos cómo son los ciclos, somos más capaces de darnos cuenta de si algo no va bien. Por ejemplo, si un ciclo es más largo de lo habitual o aparece un sangrado imprevisto o un cambio en la secreción cervical que llama la atención.

Estos y muchos más signos pueden ser señal de aviso de que algo no marcha correctamente. Ante cualquier sospecha de anormalidad, se acudirá a una revisión ginecológica o del médico especialista pertinente.

Aumenta la autoestima

Durante el ciclo femenino suceden cambios corporales y, también, emocionales. Son esas variaciones de humor que casualmente se repiten en momentos concretos.

Nuestro ánimo y predisposición al levantarnos por la mañana están, de alguna manera, relacionados con los cambios hormonales normales. Las variaciones del estado de ánimo cobran sentido cuando hacemos el seguimiento de los ciclos y vemos que debemos dejar de preocuparnos por muchas cosas o darles la importancia que realmente tienen.

Conociendo nuestra fertilidad, nos entendemos mejor a nosotras mismas y a los demás. Un ejemplo práctico muy concreto es el abordaje de la autoestima de las chicas adolescentes. En los últimos años, una de las iniciativas que he puesto en práctica son los Talleres “De Niña a Mujer”. En ellos las adolescentes descubren el valor y la belleza del cuerpo de la mujer, comprenden qué es normal y qué no, son conscientes de la importancia de una higiene femenina adecuada o de los cambios afectivos que influyen enormemente en su estado anímico, la percepción de ellas mismas, la relación con los demás y su autoestima. Todo ello es aplicable también a la edad adulta.

Mejora nuestros hábitos

Los cambios hormonales del ciclo también se pueden aprovechar para mejorar nuestros hábitos. Nos podemos adaptar a los ritmos biológicos convirtiéndolos en una ventaja en vez de en una desventaja.

Así, podemos organizar el trabajo según el momento del ciclo, para aunar esfuerzos y optimizar la actividad. ¡Es sorprendente lo productivas que llegamos a ser en fase fértil!

Además, podemos cuidar nuestra alimentación. Pues sabemos que, a lo largo del ciclo, cambia la necesidad de nutrientes.

Y, como estos, otros muchos ejemplos prácticos: como que una limpieza facial es mejor en la primera mitad del ciclo o saber que el cuerpo está mejor preparado para fortalecer los músculos y ganar en resistencia durante la fase preovulatoria o quemar grasa durante la postovulatoria.

Hoy en día cada vez más se tiene en cuenta el ciclo femenino en los entrenamientos de las deportistas profesionales, ya que el rendimiento no es el mismo todos los días.

***

Entonces, a la pregunta ¿para qué aprender sobre nuestros ciclos? Tres claves en las que hemos profundizado en este artículo: salud, autoestima, mejora de la calidad de vida. Si sientes el llamado a conocerte más a ti misma, no dejes de buscar una instructora de planificación familiar natural.

¿QUIERES SER UN
AMA FUERTE LOVER?

¡Suscríbete!

Si hablamos de celos, es probable que lo primero que venga a tu mente sea una emoción incómoda. Muchas veces, indeseada, que viene acompañada de inseguridad y desconfianza.

¿Si te dijera que no todos los celos son perjudiciales? Desde una perspectiva más amplia, los celos pueden dividirse en dos categorías principales: positivos y negativos. La diferencia entre ambos no solo reside en cómo se manifiestan, sino también, en cómo afectan la calidad de nuestras relaciones de pareja. ¡Veamos!

¿Qué son los celos positivos?

Hablar de «celos positivos» puede parecer contradictorio, pero este celo no limita ni controla, sino que cuida. Derivado del latín zelus que, a su vez, viene del griego antiguo, proveniente de una raíz indoeuropea que remite a una idea de búsqueda ferviente.

En una relación, surge de un amor auténtico que busca cuidar con todas las fuerzas a la pareja de amenazas externas, siempre desde el respeto mutuo. Los celos positivos pueden reflejarse de formas distintas, como estar atentos ante:

  • un compañero de trabajo que se comporta de forma demasiado coqueta,
  • comentarios o situaciones ambiguas que son capaces de malinterpretarse,
  • entornos o personas donde uno siente que la relación podría ser subestimada o irrespetada.

Aquí debemos recordar que amar significa cuidar. Dios es descrito en la Biblia como un dios celoso, lo cual se entiende dentro de su compromiso inquebrantable hacia su pueblo y su deseo de una relación fiel y exclusiva con Él.

A imagen de esta relación entre Dios y su Iglesia, el celo positivo en pareja no busca restringir, sino proteger. Nunca, como una posesión, sino con un profundo aprecio por el otro como un tesoro precioso.

Los celos negativos: el lado oscuro de la inseguridad

Por otro lado, los celos negativos se manifiestan de manera opuesta. Están impulsados más por inseguridades internas que por una verdadera preocupación por el otro. Surgen de experiencias pasadas, de heridas emocionales no resueltas o de una baja autoestima que se proyecta hacia la pareja.

Los celos negativos suelen llevar a acciones como:

  • revisar constantemente el teléfono o las redes sociales de la pareja,
  • generar conflictos que no se basan en ningún hecho real,
  • interrogar con frecuencia los movimientos o las interacciones de la pareja.

Este tipo de celos refleja desconfianza hacia la otra persona, uno mismo o la relación.

Los celos negativos indican necesidades emocionales insatisfechas, no solo por la pareja, sino también, internamente. Es clave reflexionar sobre la diferencia entre cuidar y controlar. El celo negativo nace del miedo irracional a perder algo, por percibirlo como frágil o insuficiente o por no sentirse merecedor de él.

¿Cómo cultivar celos positivos en tu relación?

Para transformar los celos en una herramienta de cuidado y no en un arma de destrucción emocional, es importante trabajar primero en uno mismo y, luego, en pareja:

1. Construye una base sólida de confianza: la confianza mutua no es automática; es el resultado de acciones consistentes que demuestran compromiso, respeto y sinceridad. Si la confianza es frágil, los celos negativos tienen un terreno fértil para crecer.

2. Trabaja en tus propias inseguridades: es fundamental reconocer que nuestras emociones no siempre tienen que ver con las acciones de la otra persona. Haz un trabajo personal para entender de dónde surgen tus miedos y cómo puedes manejarlos de manera saludable.

3. Comunicación abierta: hablen de forma abierta de sus emociones, tanto de los momentos en los que sienten celos como de los temas que les generan vulnerabilidad. Privilegiar el diálogo sincero refuerza el vínculo y ayuda a entender las perspectivas de cada uno.

4. Establece límites sanos como pareja: identifiquen juntos qué actitudes o contextos representan una amenaza para su relación y definan cómo pueden enfrentarlos en orden a la unidad, no a la vigilancia.

5. Ve a la pareja como un regalo, no como una obligación: cuando cambias la perspectiva de poseer por la de valorar, el concepto de celo toma un sentido positivo. Reconocer a la pareja como alguien libre con quien compartes la vida permite que el cuidado sea mutuo, en vez de una obligación unilateral.

***

En las relaciones de pareja, los celos no tienen por qué ser un obstáculo insalvable. Diferenciar entre los celos que cuidan y los que destruyen es clave para construir vínculos más sanos y maduros.

El amor auténtico no busca poseer ni utilizar, sino proteger, alimentar y cultivar. Es un espejo de nosotros mismos y, a la vez, un camino de crecimiento personal.

Tómate un momento para reflexionar, ¿cómo ha sido tu experiencia con los celos? Y, más importante aún, ¿de qué manera transformarlos en una herramienta de cuidado y conexión en tu relación? Así, la próxima vez que los sientas llegar, en lugar de dejarlos invadirte, puedas usarlos como una oportunidad para crecer y fortalecer tu amor.

En un mundo que ha perdido el sentido de la identidad, también encontramos que ha perdido el sentido de la analogía, ese gran descubrimiento de Aristóteles en relación con el ser. El filósofo estagirita descubrió que el ser se dice de muchas maneras, pero siempre en referencia a una sola cosa, resolviendo así el dilema entre lo uno y lo múltiple que atormentaba a la mente antigua y que hoy parece volver a inquietarnos con la pérdida de la referencia a ese algo uno.

Madre, compañera y poniendo bellezas al entendimiento

Aplicado a lo femenino, este tema nos lleva a preguntarnos: ¿qué es ese uno en referencia a la mujer? Si seguimos el camino sugerido por Edith Stein, correspondería hacer una reducción fenomenológica, comenzando por lo que tenemos más a la mano: el cuerpo. En este sentido, ella afirma:

Que la mujer esté configurada para ser compañera del hombre y madre de seres humanos, para eso está especificado su cuerpo, al cual corresponde, sin embargo, también, su especificidad anímica. (Stein, 2013, p. 717)

Ahora bien, no todas las mujeres son madres, quieren ser madres o están llamadas al matrimonio. Aquí resuenan los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, quien cuestionaba esta idea con aguda lucidez:

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
(Sor Juana Inés de la Cruz, 1998, p. 63).

Me la imagino a Edith Stein con su doctorado en mano y una ceja levantada, cantándole retruco a la dominica hermana. Pues, más adelante, en el mismo escrito, Edith responde a esta objeción con claridad:

El equipamiento anímico que corresponde a la determinación de la esposa y madre no aparece solamente ligado al estrecho campo de la vida matrimonial o de la maternidad corporal, sino que puede producir sus buenos efectos en cualquiera que se encuentre en relación con la vida de la mujer. (Stein, 2013, p. 742).

Edith, entonces, está pensando en términos de la analogía del ser. Comprende que las cualidades de madre y compañera no se reducen a una función específica. Así, como todo bien y todo don de Dios, se difunden, se expanden y se manifiestan de diferentes maneras.

La amada diversidad de Dios: Su gala primaveral

Aquí entra en la conversación otra pequeña carmelita con un gusto especial por las flores, recordándonos con sencillez: “Si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas” (Teresa de Lisieux, 1998, p. 27). Dios ama la diversidad y la pretende. Cada persona es imagen suya y refleja alguna de sus perfecciones.

Siguiendo con la idea del artículo de Barbie y Deadpool, no podemos encasillar lo femenino en un cliché o en un estereotipo, como Barbie o Susanita (el personaje de Quino). Ser mujer, en su esencia, se manifiesta de distintas maneras. Siempre en referencia a una sola realidad. Del mismo modo, la esencia de ser flor se expresa de forma diferente en una margarita que en una rosa.

Debemos tener cuidado de no perder esta esencia. La historia nos muestra que no hubo una única forma de santidad femenina. Junto a Santa Marta estuvo Santa María. También, junto a Santa Juana de Arco, Santa Teresa de Jesús. Además, junto a Santa Teresita, Santa Hildegarda y Santa Catalina.

***

Finalizo con siguiente pregunta para vos, mujer: ¿cómo se manifiesta tu feminidad? ¿Qué tipo de flor sos? ¿Cómo puede tu ser único ponerse al servicio de Dios para alabarlo?

Bibliografía

  • Sor Juana Inés de la Cruz. (1998). Primero sueño y otros textos (E. Sábato, Ed.). Losada.
  • Stein, E. (2013). Santa Edith Stein: Obras selectas (F. J. Sancho Fermín, Trad.). (2ª ed.). Monte Carmelo.
  • Teresa de Lisieux. (1998). Historia de un alma. Monte Carmelo.

Categorías

más populares.

CURSO ONLINE CERTIFICADO

Fundamentos
de la sexualidad.

Certificado por la Universidad Fasta.

Hum-Ufasta

Nuestros videos.