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3 consejos para no perder el control

El cuerpo es un medio muy poderoso para expresar amor. Al mismo tiempo, el cuerpo es también fuente de sensaciones muy intensas, y tiene sus propias reglas. Por eso, cuando se trata de expresar físicamente lo que uno siente, muchas veces se hace difícil encontrar un equilibrio, y puede llegar a ser muy fácil perder el control.

 

Hay expresiones de cariño con las que la pareja de enamorados o de novios se puede sentir cómoda. Sin embargo, hay ocasiones en las que claramente uno de ellos o ambos se dan cuenta de que se han excedido. Y a pesar de ser conscientes de que lo que hacen no es lo mejor, les resulta difícil dejar de hacerlo. ¿Qué hacer en estos casos? Aquí hay tres consejos que pueden ayudar.

 

1. Pónganse de acuerdo

 

Lo primero —y fundamental— es que ambos estén de acuerdo en qué es lo que quieren y qué no. Es decir, que ambos concuerden en que ciertas formas de expresar el afecto constituyen un exceso, y quieran evitarlas. Si ambos no están de acuerdo, la cosa no va a funcionar.

 

Es importante hablar sobre estos temas, y no simplemente asumir que la otra persona piensa lo mismo que uno. Y hay que ponerse de acuerdo no sólo en el “no”, sino también en el “sí” que da sentido a ese “no”. Ese “no” implica renunciar a algo que, a nivel físico, se siente bien. Por eso, para que esa renuncia no genere frustración, ambos deben tener en claro el por qué de esa renuncia. Si bien se privan de algo que físicamente se siente bien, terminan ganando algo que le aporta un mayor bien a la relación, y ambos deben ser conscientes de ello.

 

Hablar estos temas y ser explícitos respecto a lo que ambos realmente quieren es fundamental porque, en esos momentos “complicados”, lo más natural es que uno tienda a dejarse llevar por la situación. Si las cosas no están claras, el riesgo es que la otra persona interprete que, como uno se deja llevar, uno quiere que las cosas sigan como están. Debe estar claro que eso que uno puede consentir en un determinado momento no necesariamente es lo que realmente se quiere para la relación.

 

2. Eviten situaciones complicadas

 

Las expresiones físicas de cariño pueden compararse a andar en bicicleta bajando por la pendiente de una montaña. Al principio, los frenos funcionan; pero, mientras uno más avanza, más aumenta la velocidad, y más difícil es frenar.

 

Si ambos saben que en ciertas situaciones les es difícil poner un freno, es importante no exponerse a esas situaciones. Aquí es fundamental identificar si hay patrones que se repiten. Por ejemplo, si siempre se exceden cuando están solos en casa de alguno, cuando se demoran en el trabajo, o cuando conversan hasta tarde en el auto; entonces, conviene evitar esas situaciones. El que quiere el fin quiere también los medios. Es más fácil cambiar de opinión cuando uno está subiendo la montaña con la bicicleta en la mano que cuando uno ya está yendo cuesta abajo y agarró velocidad.

 

Es importante también tener en cuenta que, por más que ambos tengan las ideas claras, todos somos humanos, y experimentamos momentos de debilidad. Evitar esas situaciones complicadas ayuda a que, en esos momentos de debilidad de uno o de ambos, las cosas no se salgan de control.

 

3. Ante las caídas, hay que levantarse

 

La castidad no es un acto, sino un hábito que ordena las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor. Como todo hábito, no se adquiere con un solo acto. Hay que repetir en el tiempo el acto a partir del cual se constituye dicho hábito, que consiste en elegir el amor —entendido como la búsqueda del bien de la otra persona—. Tener esto en cuenta es importante porque, así como un acto no basta para construir un hábito, un acto tampoco es suficiente para destruirlo.

 

Nadie es perfecto. Por eso es probable que, aun queriendo hacer las cosas bien, nos equivoquemos más de una vez. Más aún si se trata de abandonar comportamientos que ya se habían hecho “normales” en la relación. Al respecto, es importante recordar que, ante las caídas, no se pierde todo lo que se venía avanzando. El error sería pensar: “pasó una vez, da igual que pase de nuevo”. Esto sí es peligroso porque los hábitos sí pierden fuerza cuando uno empieza a sostener en el tiempo actos contrarios. Y es ahí donde sí se corre el riesgo de perder lo ganado.

 

Si hay caídas, no hay que hacer todo un drama al respecto. Hay que levantarse y seguir avanzando, recordando que uno no ha vuelto al punto inicial. Corresponde no perder la esperanza y reafirmarse en el propósito asumido como pareja —y, si son católicos, buscar la confesión—. No mirar atrás sino adelante, y seguir caminando juntos.

 

Artículo publicado en Catholic-link.

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