Pasa muchas veces. Hay alguien que está pasando un mal momento en su relación, y el comentario es frecuentemente el mismo: “Es que… no me siento querido” o “no me siento querida”, o “siento que no me quiere”, o “no me quiere como antes”. ¿Qué está pasando? ¿Por qué se llega a esta situación? ¿Tiene remedio?
“No me siento querido”
La forma de expresarlo puede ser diferente, pero el fondo es el mismo. A veces parece una verdad objetiva: “ya no me quiere igual”, o “ya no le quiero igual”. Otras veces, tratan de darle un sentido más personal, más subjetivo: “ya no siento lo mismo”, “no siento que me quiera lo mismo” o “ya no sé si nos queremos”.
En cualquiera de los casos, a sensación es esa: una decepción ante un amor que ya no se siente igual que antes. Es como si ya no quedara llama en el fuego. Como si estuviera apagado.
El amor sigue ahí
Lo curioso es que, cuando se intenta adentrar un poco más en la relación, sí existen esa atracción, esa intimidad, ese compromiso… ¡Sí existe ese amor! Pero, de alguna manera, no consiguen verlo o demostrárselo el uno al otro.
El uno dice que quiere al otro, pero el otro no se siente querido. Y casi siempre se convierte en algo recíproco. Pero lo interesante es eso: se quieren. Se siguen queriendo. Quizás de manera diferente, o con intensidad distinta…, pero se siguen queriendo.
Si antes había un fuego ardiente que se veía claramente, ahora ya no se lo ve como antes. Pero, bajo los troncos ya consumidos, debajo de las cenizas, sigue habiendo un rescoldo incandescente, que solo hay que soplar y avivar para que vuelva arder.
Es el momento de no juzgar
Llegado este momento, es fácil juzgar y llegar a la conclusión precipitada de que se ha terminado el amor. Y darse por vencido. Pero, muchas veces, lo que se necesita es profundizar un poco más, y darse cuenta de que lo único que ha pasado es que las manifestaciones de amor no son las que el otro esperaba. Las que el otro necesita.
Y, como esas necesidades no se cubren, se llega a la conclusión de que se ha acabado el amor. Pero el amor sigue ahí.
Y también es momento de hablar
Es ahí cuando entra la comunicación. Es ahí cuando se torna necesario poder expresar lo que sentimos de forma sincera, pero cuidando mucho las palabras.
Porque las palabras son más importantes de lo que parece. Resultaría fácil decir las cosas tal y como las sientes, y recurrir a los reproches: “nunca me escuchas”, “siempre ignoras lo que digo”, “nunca me haces caso”, “nunca te preocupas de lo que me preocupa”… Pero los reproches matan el amor y distancian más que unen. Así que tendrás que evitarlos.
La fórmula mágica
Si quieres conseguir sentirte más querido, solo tienes que decirle al otro qué necesitas. Huye de los reproches y céntrate en lo que necesitas. No juzgues al otro. Sólo di cómo te sientes y qué necesitas.
La mejor forma de decir las cosas es partir desde el cariño y decir cómo te sientes, sin juzgar: “yo me siento X cuando tú Y. Y yo siento la necesidad de…” Así, por ejemplo, un “no me quieres, porque nunca me das un beso cuando llegas a casa” podría cambiarse por un “cuando llegas a casa y no me das un beso, yo no siento que me quieras —aunque sé que me quieres, que no lo dudo—. Y es que yo siento la necesidad de que me des muchos besos”.
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Con estas sencillas palabras, en primer lugar, no se juzga al otro, ni se juzgan sus intenciones. En segundo lugar, se le quita culpa al otro: no es que no me quieras, sino que yo necesito que me des besos para sentir que me quieres. Y, en tercer lugar, normalmente se consigue lo que uno necesita para sentirse querido, porque a todos nos gusta querer como el otro quiere ser querido… aunque a veces se nos olvide.
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