Cuando pasan los años de relación hay una trampa en la que podrías caer fácilmente si no tienes cuidado. Es una trampa mortal en la que caen muchas parejas maduras y que los terapeutas de pareja tienen muy bien identificada. Tan identificada, que ponen gran parte de sus esfuerzos de terapia de pareja en que los dos la eviten. ¿Sabes cuál es esa trampa mortal? ¿Sabes cómo evitarla?
Cuando surgen los problemas
Cuando en una relación avanzan los años es posible que vengan momentos malos. Y, cuando llegan, la tendencia natural es buscar cuál es el origen de que ahora no funcionen las cosas para conseguir que cambien, vuelvan a funcionar y se resuelva el problema. Y en esa búsqueda del origen del problema lo normal es mirar hacia afuera: se mira, se detecta y entonces hay que conseguir que todo cambie. El método es sencillo, pero no siempre damos con el origen correcto ni con la solución certera.
«Todo sería diferente si»
Es entonces cuando tiendes a pensar: «Todo sería mejor si el otro —o la otra— cambiara en esto o en lo otro», «si en vez de hacer esto de esta manera lo hiciera de esta otra», «o, mejor, si no lo hiciera»; «eso es: que no vuelva a hacerlo nunca más, porque me molesta». Entonces puedes pensar que, si eso cambia, todo sería diferente.
Y, además, este pensamiento puede incluso derivar en una falacia o una acusación hacia el otro: «Si no me gusta y lo sabe, y sin embargo lo sigue haciendo, es que no me quiere, o no me quiere como antes». Y es fácil que de la falacia se pase al reproche, y del reproche a la amenaza y al chantaje: «Si de verdad me quieres, no deberías hacer esto o lo otro…». Y cada vez que se vuelve a hacer, igual «¿Ves? Eso es que no me quieres».
¡No caigas! ¡Es una trampa!
Si te pasa esto alguna vez, recapacita. ¡No caigas en la trampa! Los expertos señalan que esta es una trampa mortal en la pareja. Si la solución a los problemas es que el otro cambie, entonces la solución no llegará, porque esa trampa termina en reproches y en chantajes emocionales. Y, sobre todo, porque es una trampa mortal, que no acaba nunca.
No acaba nunca porque ponemos todo el esfuerzo en que el otro cambie cuando es lo único que no tenemos capacidad de cambiar. Tú tienes solo capacidad de cambiarte a ti, no puedes conseguir que el otro cambie. Y como el otro no siempre quiere o puede cambiar, entonces es un camino que solo conduce a la frustración propia, a la acusación y a la desesperanza. Es un camino que no acaba bien casi nunca. En el mejor de los casos, puede acabar en que el otro cambie bajo amenazas… lo que tampoco favorece a la relación.
Cambia tú
Así que, cuando encuentres un problema, las diferentes soluciones pueden ser muy dispares, pero lo que está claro es que tienes que poner toda tu atención, todas tus energías y todo tu interés en saber qué puedes cambiar tú para que la situación mejore. Pregúntate: «¿Qué puedo cambiar yo?», y ponte en marcha. Pregúntaselo al otro: «¿En qué te gustaría que cambiara para mejorar la situación?». Que vea así que tú también estás luchando por cambiar las cosas y no le echas la culpa al otro.
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Cuando te encuentres ante una mala racha en la pareja, un problema en la relación o una pequeña o gran crisis, no esperes nunca a que el otro cambie. Es una trampa. Ni siquiera pongas tu esperanza en que lo vaya a hacer. No: cambia tú.
Solo tú puedes influir sobre lo que puedes hacer tú. No juzgues al otro. No le pongas objetivos, no le midas sus logros. Mídete los tuyos y centra toda tu atención en mejorar tú, y verás cómo el otro también se verá animado a hacerlo. Y, así, entre los dos, os encontraréis un poquito más cerca de la solución.
Para más consejos, podéis contactarme en @laparejaquefunciona