En la sociedad usualmente se habla de “cuidarse”. De este modo, se refiere a la anticoncepción. Por ende, no hay cabida, en este discurso, para la infertilidad. Por eso el tema de la infertilidad sigue siendo un tabú.
Es difícil enfrentar la situación de un embarazo que no llega. Se complica, además, cuando desde la adolescencia, o incluso la infancia, escuchamos hablar de la anticoncepción como si fuese algo normal, mucho más cuando se la concibe como un ideal.
Es necesario pensar cómo decimos lo que pensamos
Todavía recuerdo la primera vez que una mujer me preguntó: ¿tu cómo te cuidas? Pensé en mi alimentación, sana. También, en si dormía bien. A su vez, en si hacía ejercicio. No obstante, en ningún momento se me ocurrió asociar la pregunta sobre cómo me cuido con los anticonceptivos. Creo que es importante que empecemos a cambiar el lenguaje que utilizamos.
Comencemos con algunos interrogantes
¿Es una enfermedad el embarazo? ¿Es una infección que se deba evitar a toda costa? Quizás relaciones estas preguntas con la etapa de la adolescencia. En ese caso, siguiendo esa asociación. ¿por qué no hablar de castidad como el anticonceptivo más eficaz?
¿Por qué nos referimos a la anticoncepción como algo bueno para nuestra salud?
Quizás sean dos temas diferentes entre ellos, el de la anticoncepción y el de la salud. No obstante, si durante toda nuestra vida hemos pensado que los anticonceptivos sirven para cuidarnos, ¿qué pasa cuando no llegan los hijos? ¿No nos hemos cuidado bastante? ¿O nos hemos cuidado demasiado?
Ideas en torno a la dificultad de concebir
En muchas ocasiones he escuchado a parejas comentar que les parece increíble cómo, después de haber evitado durante tanto tiempo el embarazo, ahora no llegue. Este discurso sigue la línea del engaño: como si los hubiesen burlado durante mucho tiempo y, en el momento de abrir los ojos, aparece el arrepentimiento de haber utilizado los anticonceptivos.
A muchos matrimonios les habían inculcado el mito de que, de cualquier relación coital podía nacer un niño. Así, la fertilidad se convertía en algo que había que temer. Se gasta, siguiendo esta perspectiva, tiempo, dinero y energía en evitar un embarazo, quizás durante años. Por lo tanto, cuando no llega, es un duelo aún más difícil.
Engaño certero: algunas confirmaciones
De hecho, tienen razón: la anticoncepción es un engaño. El ardid se contempla desde varios puntos de vista. Puede conllevar problemas de salud que interfieran en nuestra fertilidad futura.
Para muchísimas personas en esta situación, llegan las reflexiones sumadas a algunas preguntas, por ejemplo: “yo, que siempre me he cuidado tanto, que he sido una persona tan responsable, ¿cómo puede ser que ahora no me vengan los hijos? ¿qué he hecho mal?”.
No quiero que penséis que para los demás, los que nunca han utilizado anticonceptivos, no es un duelo igualmente doloroso. Lo es, sin duda, pero os aseguro que no les atenaza la culpabilidad del pasado.
Con esto no quiero decir que haya personas mejores o peores. Simplemente, necesitamos erradicar la cultura de la anticoncepción como una cuestión generalmente normal. Urge instaurar la cultura del respeto. Urge vivir la cultura de la donación. Urge pensar en posicionar el embarazado en un momento debito de nuestra.
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Necesitamos un cambio radical. Es necesario que la educación a la sexualidad no se base en temer al embarazo. Cambiemos el foco sin explicar nada más. No podemos seguir cerrando los ojos ante las consecuencias de la anticoncepción.