En todos estos años tratando a matrimonios he visto todo tipo de situaciones que les han
llevado a posponer un embarazo: enfermedades imprevistas, más o menos largas,
problemas económicos, dificultades en la relación entre los cónyuges -física y, sobre
todo, afectiva-, angustia vital por varios embarazos seguidos, miedo a uno nuevo…
También he visto otros matrimonios con un motivo serio, no de comodidad, para decir
«ya ni uno más de verdad».
Podría pensarse que, en casos muy extremos, como puede ser un problema de salud
grave que impida tener más hijos (una enfermedad, una recomendación médica tras
varias cesáreas, etc.), sí podría estar justificado el uso de anticonceptivos como medios
lícitos. Esta idea puede venir motivada, además, si existe poca formación previa al
matrimonio, poco o nulo acceso al conocimiento o acompañamiento con los métodos de
reconocimiento de la fertilidad de parte de los médicos, otros sanitarios y de los
sacerdotes y que la única opción ofrecida a esos matrimonios sea la anticoncepción,
vista entonces como una salida válida.
Abiertos a la vida
Siempre ayuda volver, una y otra vez, a la encíclica Humanae Vitae: “cualquier acto
matrimonial debe quedar abierto a la vida” (HV, n. 11). Es una norma que “está fundada
sobre la inseparable conexión que Dios ha querido, y que el hombre no puede romper
por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo
y el significado procreador” (HV, n. 12). En cualquier caso, la apertura a la vida es algo
intrínseco de la sexualidad, es parte de ella.
La invitación de la iglesia
Así, la Iglesia no justifica el uso de la anticoncepción, ni siquiera en casos de gravedad,
porque no ayuda al crecimiento de la unión de ese matrimonio al ofender los principios
morales (HV, n.16). Debemos tener claro que la Iglesia no obliga, sino que invita a un
camino que, sin dejar de ser costoso, realmente nos puede hacer verdaderamente libres y
felices, incluso en los momentos de dificultad.
Realmente eficaz…
En estos casos difíciles en donde no debe llegar otro hijo, las relaciones serán en los
días infértiles, con la ayuda del reconocimiento de la fertilidad, que en la práctica llega a
ser realmente eficaz cuando se aplica correctamente un Método Natural. Un día,
hablando con mi marido, llegamos a la sana conclusión de que hay que ir viviendo al
día. La pregunta es: en este ciclo nuevo que empieza, ¿sería bueno un embarazo?
El matrimonio se responde con todas las cartas sobre la mesa.
Muchos se verán en la situación de ir posponiendo un nuevo embarazo en cada ciclo.
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Cuando tienes claro cómo quieres vivir la sexualidad, te guste o no, te cueste más o
menos, tropieces miles o millones de veces, el uso de un método natural para posponer el embarazo se convierte en una fuente de ventajas: desde la comunicación, hablar de las
dificultades y logros que van surgiendo, el esfuerzo por pensar cómo lo va viviendo el
cónyuge. Vas topándote con la certeza de que esta cruz tiene sentido, igual que todas.
Cada día tiene su Gracia para ser vivido en plenitud.