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Día: octubre 29, 2017

Pornografía: muestra muy poco

Voy a partir de una afirmación que puede parecer contraria al sentido común: la pornografía muestra muy poco. A primera vista, puede parecer lo contrario, pero una mirada más profunda sobre el tema manifiesta que no es así. Veamos cómo, de la mano de Santo Tomás y Juan Pablo II.

 

Amar se opone a usar

 

Tal vez uno de los principios que más ilumina el mundo de la sexualidad es planteado por Karol Wojtyla —Juan Pablo II— en los siguientes términos: «La única actitud válida hacia otra persona es el amor». A partir de ahí, el mismo autor desarrolla una consecuencia importantísima: Amar se opone a usar.

 

¿Qué es amar? Santo Tomás sigue a Aristóteles al afirmar que «Amar es buscar el bien del otro». Es lo que denomina amor de benevolencia (bene: bien; volere: querer). Ahora bien, ¿qué es usar? Usar no es otra cosa que buscar mi propio bien a costa del otro. Profundicemos un poco sobre esto.

 

Cuando amo, busco tu bien; cuando uso, en cambio, busco mi bien. Cuando amo, eres para mí un alguien, un sujeto; cuando uso, en cambio, eres para mí un algo, un objeto. Cuando amo, eres para mí un fin: te quiero por ti misma y no para algo más. Cuando uso, en cambio, eres para mí un medio: te busco queriendo algo más. A partir de lo expuesto, vemos que es imposible amar y usar a la misma persona al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. En el plano de las relaciones interpersonales, lo más opuesto a amar es usar.

 

Julia y Christian

 

Para poder aplicar lo dicho al ámbito de la pornografía, me interesa presentar a dos personas: Julia y Christian. Conozcámoslos un poco. Julia tiene 21 años. Estudia medicina en la UBA. Mide 1,72 y pesa 64 kilos. Tiene cabello negro, pero le gusta teñirse de rubio. Va al gym tres veces por semana y le encanta hacer zumba. Le encantan los pelirrojos, pero todos los chicos con los que ha salido siempre han sido morenos. Tiene ojos azules. Estudia medicina porque le gusta ayudar a la gente. Le gustaría trabajar algunos años para la Cruz Roja e ir de misión a África o Asia. Estornuda gracioso. Es católica, aunque no muy practicante. Le gustaría ser mamá, aunque sin dejar de trabajar. Quiere tener entre 2 y 3 hijos. Le gusta usar zapatos altos, pero no cuando sale con un chico que no es tan alto, para no verse mal a su lado. Llora una vez por semana. Aunque sus amigos le dicen que no, cree que su nariz es un poco grande. Se muere por Eduardo, su jefe de práctica de anatomía en la UBA, pero él está de novio con Caro, que es una bruja. Le gusta que sus padres se sientan orgullosos de ella.

 

Christian tiene 23 años. Le encanta la filosofía, pero estudia ingeniería porque le dijeron que si estudiaba filosofía se iba a morir de hambre. Mide 1,75. Tiene cabellos claros, ojos marrón oscuro, piel blanca. Le encanta hacer crossfit, pero se vive lesionando. Usa lentes. Es católico, y le gusta ir de misión en navidad todos los años con sus amigos. En las vacaciones le gusta mochilear. El año pasado se fue a Jujuy, y para este año piensa hacer un viaje un poco más largo que incluya el Cuzco. Está de novio con Natalia, aunque no cree que se vaya a casar con ella: es un poco posesiva. Algún día le gustaría incursionar en política. Le gustaría hacer un doctorado al terminar su carrera y enseñar en la universidad.

 

La pornografía muestra muy poco

 

Tenemos a Julia y a Christian. Ambos son personas que he tratado de describir brevemente en muchas de sus dimensiones. Pongámonos ahora en el supuesto de tener a Julia y a Christian en una escena pornográfica. ¿Importa si Julia estudia medicina porque le gusta ayudar a la gente? ¿Importa si a Christian le gusta mochilear? ¿Importa si a Julia le gustaría ser mamá? ¿Importa si a Christian le gusta ir de misión en navidad todos los años? ¿Importa si Julia llora una vez por semana? ¿Importa si a Christian le gustaría ser político? ¿Importa si Julia es católica? ¿Importa si ambos, por ser bautizados, son hijos de Dios?

 

Uno puede pensar que la pornografía muestra mucho, pero en realidad ocurre lo contrario: la pornografía muestra muy poco. En efecto, toma una persona, poseedora de una riqueza insondable, y la presenta como un cuerpo. Toma  una persona —sujeto de amor— y la mutila, reduciéndola sólo a lo físico, a una cosa —objeto de placer—. Toma a un alguien que todos están llamados a amar, y lo presenta como un algo para que el que quiera lo pueda usar. Toma a una persona y la presenta sólo como un cuerpo. Muestra, pues, muy poco.

 

La pornografía me hace mal

 

Hay una cuestión más que me gustaría abordar brevemente. Los actos, en la medida que se van repitiendo libremente, generan hábitos. Decíamos que amar se opone a usar, y que ver pornografía supone ver al otro no como un alguien para amar, sino como un algo para usar. Ciertamente, a medida que uno sostiene este comportamiento en el tiempo, se le hace un hábito. ¿Y cuál es el problema? Que no puedo ver pornografía de manera habitual en el celular o en la compu de mi habitación y pretender que puedo «cambiar el chip» al salir a la calle y mirar a las personas del sexo opuesto con ojos de amor.

 

Los hábitos me van perfeccionando o corrompiendo interiormente según sean buenos o malos, y afectan todos los ámbitos de mi vida. Ver pornografía hace que se instale en mí el hábito de tomar al otro no como un sujeto de amor, sino como un objeto de placer. Ver pornografía enferma de miopía mi corazón: me acostumbro ver sólo lo más cercano —el cuerpo— sin ser capaz de ver más allá, con más profundidad, y descubrir en el otro toda su riqueza interior. Ver pornografía, en suma, me va corrompiendo interiormente, me va esclavizando, me va atando internamente, anulando progresivamente mi capacidad de mirar a otros con ojos de amor. Ver pornografía me aleja del amor, pues me hace incapaz de amar.

 

*Publicado en el blog de la SITA Joven.