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Día: julio 21, 2019

¿Otras amistades?

Cuando uno empieza a estar con alguien, ¿corresponde que siga viendo con la misma frecuencia a sus otras amistades? Más aun, ¿puede uno tener un mejor amigo del sexo opuesto que no sea su actual pareja? Si uno tiene buenas amistades que ya venían de antes, ¿tiene que renunciar a ellas cuando empieza a estar con otra persona?

 

Amistad y amistad de pareja

 

Para que haya cualquier tipo de amistad, tienen que darse siempre tres cosas. En primer lugar, debe haber una búsqueda del bien de la otra persona. En segundo lugar, dicha búsqueda del bien del otro debe ser recíproca. Es decir, si sólo una persona quiere lo mejor para la otra, no hay amistad. Para que haya amistad, ambos deben querer lo mejor para el otro. En tercer lugar, dicha búsqueda común del bien del otro se debe basar sobre el hecho de compartir algo. Y mientras más profundo sea aquello que se comparta, más fuerte será la amistad. Por ejemplo, una amistad que se basa en el hecho de salir a bailar de noche es una amistad frágil, porque aquello en lo que se basa es algo superficial. En cambio, una amistad que se funda en el hecho de compartir valores profundos, o incluso una misma fe, puede llegar a ser una amistad más sólida, porque aquello que se comparte es más trascendente.

 

La amistad que se da a partir de una relación de pareja cumple también con estas tres condiciones. Ahora bien, lo que la distingue de las otras amistades es que aquello que se comparte es la vida de ambos. En efecto, en el caso del amor de pareja, la búsqueda del bien del otro adquiere la forma de una donación. “Quiero tanto tu bien, que te entrego lo mejor que tengo: me entrego yo mismo, a la vez que recibo el don de tu persona que me haces a mí”. En una relación, aquello que se pone en juego es la propia vida, de modo que el “patrimonio común” de la relación —aquello que se comparte y que funda la amistad— es la vida de ambos. En la medida que el conocimiento mutuo va creciendo de modo progresivo, así también, poco a poco, va en aumento la mutua entrega de ambos, y la amistad de la pareja se va haciendo más fuerte. Se trata de una amistad cuyo crecimiento progresivo llega a su punto culminante en el matrimonio. Dado que en el matrimonio la entrega es total, la amistad que surge de dicha entrega está llamada a ser la más sólida.

 

4 principios a tener en cuenta

 

¿Cómo manejar las otras amistades cuando uno está en una relación? Cada persona es un mundo, y así de diversas son también las amistades. Por eso es muy difícil dar una única respuesta que se ajuste a todos los casos. Sin embargo, se pueden plantear algunos principios. Lo primero a tener en cuenta es que la amistad que surge a partir de una relación de pareja no tiene por qué competir con las otras amistades. Si en una relación surgen actitudes demasiado posesivas que pretenden aislar al otro de su entorno, uno podría preguntarse si hay una auténtica búsqueda del bien de esa otra persona. En efecto, dicha actitud podría ser un signo de que únicamente se está buscando el propio bien en la relación.

 

En segundo lugar, otro factor a tener en cuenta es el tiempo. Por ejemplo, si uno tiene un mejor amigo —o amiga— desde hacía años y uno recién empieza una relación, es natural que se siga cultivando la amistad que ya se tenía. Sin embargo, hay que dedicarle tiempo a la relación, lo cual implicará que uno ya no le dedique el mismo tiempo a sus otras amistades —lo cual tampoco significa dejar de verlas—. Lo que sí, a medida que vaya pasando el tiempo y la relación vaya madurando, lo ideal será que la actual pareja se vaya convirtiendo, poco a poco, en la mejor amiga o amigo.

 

En tercer lugar, otro factor a tener en cuenta es el trato. Cuando se está en una relación, es importante cuidar las expresiones de afecto con otras amistades para evitar malos entendidos. Puede que nadie tenga malas intenciones en esas expresiones, pero, para mantener la confianza, no basta “serlo”, sino también “parecerlo”. Finalmente, es muy importante un diálogo honesto por parte de la pareja. En efecto, ambos deben poder manifestar con libertad cómo se sienten respecto de las propias amistades y las de las de la pareja, y cómo se siente el otro al respecto.