FOMO es un concepto que alude a un fenómeno cada vez más visible en internet. El término se debe a las letras iniciales de las palabras que componen la frase: “Fear Of Missing Out”, que se puede traducir como “miedo a perderse de algo”.
En general, esta expresión hace alusión al estado de intranquilidad que genera el temor a perderse de ciertas experiencias. El tiempo es limitado, y hay que enterarse de lo último y probar lo más que se pueda para no quedar excluido. Se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de estar permanentemente pendiente de las últimas tendencias en el mundo de las redes sociales e internet. Ocurre mucho y no se puede estar en todo, y esto genera una cierta ansiedad. Tal vez una expresión de esto fue la tendencia replicada en su momento por varios youtubers e instagramers —y por los que querían llegar a serlo— de hacer su propio “roast yourself”.
FOMO sexual
Aplicado al mundo de la sexualidad, se habla de FOMO sexual para hacer alusión al miedo a perderse de todas las experiencias sexuales que uno podría llegar a tener. No en todos los casos se genera una situación de miedo o ansiedad —por lo que no se puede hablar propiamente de FOMO—. Sin embargo, el planteo que se hace merece una valoración.
“Llevamos mucho tiempo estancados en nuestra relación, ¿y si probamos estar también con otras personas?” “Hemos decidido no tener relaciones sexuales hasta casarnos, ¿pero no nos estaremos perdiendo de algo que está bueno?” “Otros disfrutan y les va bien, ¿por qué no probar también lo mismo?”
Libertad y renuncia
Toda elección supone un compromiso con aquello que se ha elegido. Y esto supone también una renuncia. Mientras más profunda es la elección —y más fuerte es el compromiso—, más radical es la renuncia. En cambio, cuando la elección es superficial y débil, aquello a lo que se renuncia es muy poco, y las otras posibilidades se mantienen abiertas.
Esto ocurre, por ejemplo, en una relación. Cuando se elige estar con una persona de manera exclusiva, ambos renuncian a estar con otras. Y mientras más profunda es la elección, mayor es la renuncia —al punto de no permitirse uno mismo fantasear siquiera con otras personas, por más que no se pretenda llevar esto a la realidad—. Pero esto trae consigo una ganancia: el vínculo de la pareja se hace más sólido, y la confianza es mayor. En estas condiciones, la entrega mutua puede llegar a ser total.
En una relación, el hecho de “ganar experiencias” permitiéndose probar cosas nuevas con otras personas de ninguna manera puede fortalecer el vínculo. Por el contrario, lo debilita. Si el ser humano fuera infinito, tranquilamente podría dividir su amor de pareja entre varias personas y darle a todas igual. Pero, como no lo es, es inevitable que lo que se le da a una deja de entregársele a otra. Y mientras más se amplía el campo de la elección, menos profundas son las elecciones individuales que se hacen.
FOMO y relaciones sexuales
Ya sea que hayan tenido o no relaciones sexuales, una pareja que decide no tenerlas en adelante hasta el matrimonio, ¿se priva de experiencias hermosas? Por supuesto que sí. ¿Hay cosas que podrían aprender ambos —el uno del otro— y no lo están haciendo? Sí. ¿Las relaciones sexuales podrían llevar su relación a otro nivel? Claro que sí.
No está en discusión el hecho de que una pareja que se abstiene de tener relaciones hasta el matrimonio efectivamente se priva de disfrutar experiencias muy intensas. Lo que hay que tener en cuenta es si, como consecuencia de esa renuncia momentánea, aquello que se gana puede llegar a ser mayor. Es ahí donde hay que poner el foco.
No es que las relaciones sexuales sean malas —de hecho, son muy buenas— pero, como ocurre con todo lo bueno, no cualquier momento es el mejor. Toda renuncia a algo bueno debe hacerse siempre por un bien mayor. Si no, la renuncia genera frustración. Por eso es muy importante que la renuncia no se vea en términos de lo que se pierde, sino de lo que se puede ganar y lo que se quiere alcanzar. No mirar tanto lo que se deja de lado, sino lo que juntos eligen y a lo que quieren llegar.