Uno de los principales cuestionamientos que se hace una pareja cuando desea vivir el noviazgo en el orden del amor y dirigir su sexualidad de modo que afirme al otro y fortalezca la relación es: “¿Hasta dónde podemos llegar en el noviazgo?” Y mencionamos esta pregunta enfocándola específicamente en las muestras físicas de afecto pues es natural que la pareja experimente deseo sexual y quiera dirigirlo hacia el amor verdadero. En este artículo queremos compartirles algunas pautas que pueden ayudarlos a responder esta pregunta. Pero antes, creemos necesario aclarar ciertas cosas.
La primera es que el deseo sexual es muy bueno. De hecho, Karol Wojtyla, en su obra “Amor y Responsabilidad”, nos dice que éste es la materia prima del amor. ¡Imagínense eso! Por lo tanto, lo que menos queremos es eliminarlo. Queremos, en cambio, ordenarlo hacia la vivencia completa y plena del amor que tanto anhelamos, siempre al servicio del bien verdadero.
En segundo lugar y tomando en cuenta el punto anterior, los invitamos a que su intención al hacerse la pregunta que estamos respondiendo en este artículo, no sea reduccionista. Es decir, no pretendan acercarse lo más posible al “uso” sin caer en él. Por el contrario, encaren esa pregunta desde la motivación ardiente de vivir la relación, el deseo sexual y las muestras de afecto en la mayor plenitud posible, buscando siempre apuntar al mayor bien, y no al menor mal.
En tercer lugar, queremos decirles que las muestras de afecto físico como expresión de amor en el noviazgo… ¡sí son posibles! Pero no hay una regla mágica que se aplique a todos los casos. Por eso, para formar su propio criterio, les recomendamos tomar en cuenta los siguientes consejos:
1. Cuiden los tipos de caricias
Existen estos 2 tipos de caricias: las que afirman y las que excitan. Ambas son buenas; y si las vivimos en el momento correcto, podremos disfrutar sus frutos. Lo que nos hace daño es vivirlas en el momento equivocado.
Según la naturaleza del noviazgo, las caricias que son adecuadas y se alinean según el orden del amor verdadero, generando frutos de paz, gozo, alegría y confianza en la relación, son las que afirman. Por otro lado, las que excitan, están diseñadas para vivirse como parte de la experiencia del encuentro sexual entre los esposos. Ayudan a encender los motores para emprender juntos el viaje a ese destino común que es la entrega plena en la consumación del acto conyugal. Por lo que, al darse en el matrimonio, las caricias que excitan no sólo no hacen daño, sino que, ¡enriquecen el vínculo y la vivencia de ese momento tan trascendente! Se le está diciendo al otro, con el cuerpo, que se está dispuesto a vivir el abrazo esponsal.
En cambio, fuera del matrimonio, ¿para qué encender motores de algo que no se va a vivir? Eso puede generar frustración, resentimiento, enojo o distanciamiento entre ambos. En conclusión, se puede tener expresiones físicas de cariño siempre y cuando no generen excitación. Para lograr aterrizar esto en la relación, es indispensable considerar los siguientes dos puntos.
2. Cuiden sus intenciones
Al tener muestras físicas de afecto entre ustedes y querer reconocer si éstas afirman o excitan, les recomendamos tomar en cuenta su intención. ¿Qué quieren provocar en el otro? Si lo que pretenden es la excitación de cualquiera de los dos, esto es una señal de que lo mejor será detenerse.
¡Sean muy honestos con ustedes mismos! Especialmente cuando sea más intenso el deseo, pues se requerirá de mayor autodominio —virtud indispensable para el amor auténtico—. Que cada momento en el que reconozcan esa intención y se detengan, sea una muestra de amor.
3. ¿Qué efecto produce en el otro?
Por último, es sumamente importante tomar en cuenta qué efecto tienen sus manifestaciones de afecto en el otro. Aunque su intención sea afirmarlo, si esa caricia o beso le genera excitación, hay que marcar un límite. Para poder respetar esto, es vital tener una buena comunicación y mucha honestidad entre ustedes. Tener apertura suficiente para decir: “esto está provocándome sexualmente”, así como la integridad para detener el momento sin juzgar o reprochar al otro.
Reconocer cuando algo provoca o excita al otro permite conocerse mejor como pareja. Pero ojo, es crucial nunca usar esas “sensibilidades” para propiciar intencionalmente una mayor vulnerabilidad. Esto sería anteponer los propios intereses al verdadero bien del otro; es decir, un acto de egoísmo. Implicaría una instrumentalización del otro que terminará dañando, tanto su capacidad de amar, como la confianza entre ustedes y el noviazgo mismo. Debemos cuidarnos en pareja.
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Nuestra meta al compartirles los puntos anteriores es brindarles más elementos para vivir la cercanía, acrecentando la intimidad y el amor entre ustedes. Entendiéndose, podrán comunicarse mejor; y conociéndose, podrán amarse mejor.
Los invitamos a tener un espacio de reflexión personal y en pareja para poder distinguir los tipos de caricias que tienen con el otro, la intención detrás de ellas y, finalmente, cómo impactan en su noviazgo, tanto en su relación como a nivel personal. Que sus caricias, besos y actitudes estén cada vez más al servicio del amor y la verdad, de tal modo que su noviazgo sea la mejor antesala y preparación para un matrimonio que sea capaz de vivir al máximo el deseo sexual como insumo para acrecentar el amor. Ese deseo que Dios diseñó para vivirse en plenitud, y no a medias.