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Día: marzo 26, 2021

Series y desorden sexual

Por: Carolina Sánchez Agostini*

 

Netflix es uno de los protagonistas de la educación sexual. Y no es un protagonista sin más, sino uno que genera más enganche que el que muchos padres, madres o docentes soñarían con conseguir.

 

El efecto adictivo de cada nuevo thriller psicológico o policial lo transforman en la clase más esperada del día, y cada contenido destinado a adolescentes y jóvenes incluye debates sobre sexualidad, estilos de vida y relaciones. Con su nuevo estreno, la miniserie El desorden que dejas, duplicó la apuesta. En realidad, ya la había duplicado con Élite. Ahora, la triplicó.

 

Algunos ingredientes de la serie

 

A lo largo de sus ocho capítulos, El desorden que dejas pone sobre la mesa temas que van desde el suicidio hasta la prostitución de menores, pasando por el asesinato, las relaciones sexuales entre docente y estudiante de secundario, las infidelidades, el maltrato constante hacia la docente, los tríos sexuales entre menores, la violencia doméstica, la filmación de escenas de sexo sin el consentimiento de la otra persona, la pornoextorsión, las drogas, las armas, y los debates sobre feminismo, aborto y eutanasia.

 

Quisiera detenerme en algo que me parece central y sensible, por la frecuencia y las implicancias que tiene en el bienestar y en la salud psicoemocional y vincular: los adolescentes de la serie tienen diálogos como estos: “Si no estás conmigo, me mato”, “No te pongas celosa, que aburres”, “¿Sabes por qué alguien como yo querría salir con alguien como tú, obviando lo dañino que puedes llegar a ser? Porque, aunque seas un cabrón, sé que eres buena persona”. Así, El desorden que dejas replica relaciones tóxicas o perjudiciales.

 

En el marco de las investigaciones que realizamos desde la Universidad Austral para mejorar las prácticas en educación sexual, teniendo en cuenta lo que los adolescentes quieren y necesitan, les preguntamos si les gustaría encontrar un amor que los acompañe siempre. De los últimos 200 encuestados, recientemente, el 82 % afirmó que sí (¿no es un poco contundente como para que la palabra “amor” aparezca tan poco vinculada a la educación sexual?). Sin embargo, el 42 % considera que el amor para siempre no es posible.

 

¿Cómo se explica la brecha entre lo anhelado y lo que se considera posible? Seguramente, muchas cosas en las que necesitamos detenernos. Algunas de ellas pueden tener que ver con desilusiones, heridas, desconfianza… y series de Netflix.

 

Ficción, emociones y educación sexual

 

Si la ciencia desarrolla la racionalidad, la ficción dialoga con el corazón: impacta en los sentimientos, las expectativas y los proyectos, y también puede cultivar miedos, rencores, odios… Enganchados en el suspenso, el misterio y las relaciones —que compiten por ser una más perversa que la otra—, nos hundimos en horas y horas embadurnadas de relaciones tóxicas.

 

En ese mundo no hay amor, respeto, cuidado ni ternura. No hay caricias, hay roces; no hay abrazos, hay apretones; no hay relaciones, hay un combo de sexo tóxico sin intimidad. No se ve goce ni en los vínculos, ni en el sexo.

 

Que Netflix se ha vuelto protagonista de la educación sexual constituye un hecho. Al menos, de la parte sexual. Sobre la educación se queda muy corto: moviliza el debate, pero carece de la información científica, el juicio crítico, la reflexión sobre valores, la promoción de estilos de vida saludables y el acompañamiento cercano y afectivo que solo padres, madres y educadores son capaces de dar. Desde el amor, y no desde el afán de ganar dinero como sea. Desde el cuidado, y no desde la fuerza arrolladora de la tecnología, que se mete sin escrúpulos en el campo afectivo de un sujeto todavía en formación.

 

Sigue sonando el eco de la frase de la adolescente protagonista de la serie —víctima de indiferencias, infidelidades y filmaciones sin consentimiento—: “Aunque seas un cabrón y me hagas daño, sé que eres buena persona”. Cuando la ficción se vuelve dolorosa realidad en la boca de una hija o un hijo adolescente que se convence de que tiene que aceptar el daño a cambio de amor, crece la conciencia en las familias y en los educadores de seguir trabajando para superar los estereotipos agnósticos del amor que nos deja el mundo Netflix, y promover la esperanza de que el amor y las relaciones saludables son posibles.

 

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* Investigadora y Profesora. Directora de la Diplomatura en Educación Sexual Integral de la Universidad Austral (Argetina). En Instagram, la encuentras como @espacio.esi. Este artículo fue originalmente publicado, con algunas modificaciones, con el título: Series: el desorden que dejan en la educación sexual.