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Día: febrero 14, 2023

San Valentín: entre el sexo y el amor

De acuerdo con un estudio independiente, uno de los dos días en los que los hoteles más incrementan sus reservas para parejas es San Valentín. El otro es el día de la secretaria, pero por el momento, lo dejaremos de lado.

 

San Valentín es el día del amor. En realidad, se dice que es el día del amor y la amistad, pero intuyo que la parte referida a la amistad se agregó para que los que no tienen pareja tengan algo que festejar. Sin embargo, lo que abunda en los parques, restaurantes y hoteles son parejas, no grupos de amigos.

 

Con seguridad, no todos los que celebran San Valentín en una habitación de hotel están celebrando el amor. Sin embargo, no deja de llamar la atención que incluso parejas que no se amen no dejen pasar la oportunidad de tener sexo el día del amor. Esto manifiesta que, al menos de manera inconsciente, existe un vínculo fuerte entre el amor y el sexo, por más que en la práctica se los separe. Ahora bien, ese vínculo, ¿es real?

 

El deseo sexual: el más fuerte

 

Para entender el vínculo entre el amor y el sexo, es importante reflexionar sobre el deseo sexual, que es el que mueve a las personas a unirse sexualmente. Santo Tomás de Aquino hace notar que, entre los deseos físicos que puede experimentar el ser humano, el deseo sexual es el más fuerte. Digámoslo así: no hay deseo más fuerte que el ser humano experimente en su cuerpo que el deseo sexual. Aclaro que se refiere a una persona saludable, por lo que queda descartada la dependencia generada por alguna adicción.

 

Eso no quiere decir que el deseo sexual, por ser tan fuerte, sea malo o perverso. En realidad, Santo Tomás aclara que es algo muy bueno, pues le aporta al ser humano un gran bien.

 

¿Por qué es bueno el deseo sexual?

 

Santo Tomás señala que el bien que aporta el deseo sexual al ser humano mira a la conservación. Él dice que el deseo de alimentarse se ordena a la conservación del individuo. En cambio, el deseo sexual se ordena a la conservación de la especie. Y como la conservación de la especie es más importante, el deseo sexual es el más fuerte. Así, para Santo Tomás, el deseo sexual es bueno porque ayuda a la continuidad de la especie.

 

San Juan Pablo II agrega una razón adicional, la cual completa la anterior. Dice que el deseo sexual es algo muy bueno, pues constituye un insumo para el amor. Es decir, el deseo sexual mira a que el amor pueda nacer, crecer y hacerse más fuerte. Por ejemplo, puede ser gracias al atractivo físico de alguien que uno se anime a acercarse y hablar con esa persona. Y ese encuentro puede ser el primer paso de una relación.

 

¿Por qué es tan fuerte el deseo sexual?

 

Al tratar de explicar la intensidad del deseo sexual, San Juan Pablo II hace una afirmación audaz. Él dice que el deseo sexual es tan fuerte porque toma su fuerza de un deseo todavía más fuerte, que es el deseo de amar. Amor entendido como la decisión de buscar el bien para la otra persona; amor como la entrega de uno mismo al otro.

 

La afirmación de San Juan Pablo II puede causar cierta perplejidad, especialmente porque no parecería corresponderse con nuestra experiencia. Es decir, todos nosotros hemos experimentado la fuerza con la que puede irrumpir el deseo sexual, pero el deseo de amar, parece que no lo sentimos tan fuerte.

 

Para entender esta expresión es importante que distingamos entre fuerza e intensidad. ¿Qué se siente con más intensidad, la presión hecha por una aguja o la presión hecha por la palma de la mano? Obviamente, la presión hecha con la aguja, pero el hecho de que se sienta con más intensidad no quiere decir que sea más fuerte. La mano puede presionar con mucha más fuerza y no sentirse con tanta intensidad. De hecho, si acaso la aguja ejerce alguna presión es gracias a la fuerza de la mano que la empuja. Creo que esto ayuda a aclarar el panorama.

 

¿Separando sexo de amor?

 

Así como la aguja toma su fuerza de la mano, el deseo sexual toma su fuerza del deseo de amar. Esta consideración tiene varias consecuencias. Una de ellas es que el deseo sexual, separado del amor, satura, pero no llena. Es como comer pringles cada vez que uno tiene hambre. Como snacks, son buenazas, pero no como almuerzo. Puede que lo hagan a uno sentirse lleno, pero no nutren, ni lo dejan satisfecho.

 

Otra consecuencia es que, como ocurre cuando uno come pringles todos los días, con el tiempo, el sexo hastía. Por eso uno tiene que buscar constantemente novedades: nuevas personas, nuevos escenarios, nuevas posiciones, nuevos atuendos. Con esto, en el fondo, se trata de buscar novedad a un nivel puramente superficial. En cambio, lo que le da su auténtica profundidad a la relaciones sexuales es el amor.

 

Entre esposos que se aman, el sexo no se llama sexo sino intimidad. Se trata de un acto de comunicación en el cual cada esposo pone en juego la totalidad de su ser. Y la novedad de la relaciones sexuales la aporta la profundidad que tiene el misterio de la persona, misterio en el cual cada esposo se sumerge en ese acto de intensa comunión.

 

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Por más que se los quiera separar de manera artificial, hay un vínculo profundo entre amor y sexo. De hecho, en atención a lo expuesto, se podría decir que cada vez que uno tiene relaciones sexuales buscando satisfacer su deseo sexual, en el fondo, está buscando satisfacer su deseo de amar; de amar y ser amado. Si ese deseo de amar no se satisface, se experimenta frustración y vacío. En cambio, cuando ese deseo es colmado, a la larga, se experimenta una gran plenitud.

 

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Bizarap, Shakira y cómo manejar una ruptura

La sesión 53 de Bizarap junto a Shakira ya es todo un éxito comercial. Seguramente se volverá además una especie de himno para aquellas mujeres que atraviesen el dolor de una separación. Al menos hasta que pase de moda.

 

La canción parte de un hecho verdadero: en Shakira hay dolor por la separación. Sin embargo, que se trate de una declaración pública —y no de una página escrita en un diario personal—, con la que además sus intérpretes ganarán mucho dinero, hace difícil analizar cuánto de ese dolor ha sido amplificado para conseguir un mayor impacto comercial.

 

En todo caso, la virtud de la canción es que alguien que pasa por el dolor de una ruptura puede identificarse con ella, especialmente si su ex pareja le ha hecho daño. Lo cuestionable es que ese dolor se canalice hacia el rencor, proyectando sentimientos negativos hacia la otra persona y hacia aquellos con quienes esa persona puede buscar “ser feliz”.

 

Ruptura: una herida en el alma

 

Las personas más cercanas son las que más daño pueden hacernos. Que un desconocido nos insulte puede que ni nos afecte. Frente a los desconocidos, tenemos nuestra guardia en alto. En cambio, mientras más cercana se va haciendo una persona, más “bajamos la guardia” frente a ella.

 

Al estar tan cerca, incluso cosas muy pequeñas pueden causar mucho dolor. Una palabra de más, que en boca de un desconocido puede pasar desapercibida, en la boca de la persona que amamos puede hacer daño. Por este motivo, cuando una relación no termina bien, el daño que produce la ruptura no es poco. Haber terminado de esa manera duele, y duele mucho.

 

Para entender por qué duele es importante tener en cuenta que, así como puede haber heridas en el cuerpo, hay también heridas en el alma. Y las personas más cercanas a nosotros pueden causarnos heridas muy grandes. Esto es lo que ocurre con una ruptura amorosa: nuestra alma queda herida como consecuencia de la separación.

 

Como toda herida, las del alma causan mucho dolor. Y lo natural es que los sentimientos que surjan hacia los causantes de esa herida no sean los más agradables. Esos sentimientos no son moralmente malos, pues uno no los elije. Uno no es responsable de sentir eso que siente. Sin embargo, uno sí es responsable de lo que hace frente a eso que siente. Y frente a los sentimientos generados por la herida, hay dos caminos que uno deliberadamente puede elegir: el del rencor y el del perdón.

 

La sesión #53: el camino del rencor

 

El camino del rencor es el que más se suele transitar, pues en él desembocan naturalmente los sentimientos de dolor. El rencor se transforma en odio cuando uno se nutre de los sentimientos de dolor para buscar el mal para la otra persona.

 

La venganza puede aportar un cierto placer, especialmente cuando se sabe —o se cree— que lo que uno hace genera un impacto en el otro. Pero cuando no, uno se puede desesperar buscando nuevas formas de hacer que la venganza sea eficaz.

 

Son dos los problemas de transitar este camino. El primero de ellos es que uno sigue atado al otro, pendiente de él, de sus reacciones, de si le duele lo que hacemos o no. Uno está muy lejos de encontrar paz, y no es libre. El segundo es que este camino hace que la herida se vaya haciendo más profunda. Puede que en la superficie se cierre, pero, por dentro, está infectada. Por eso, a pesar de haber pasado semanas o meses, el recuerdo de la otra persona sigue doliendo, y acaso reaccionamos desproporcionadamente cuando alguien la menciona.

 

El camino del perdón

 

El segundo camino frente al dolor es el camino del perdón. Es un camino que al inicio se hace más difícil, pues implica renunciar a ese deseo de que el otro sufra lo que sufrimos nosotros, especialmente cuando parece que “le está yendo bien”. Y es mucho más difícil cuando el otro está con alguien más y nosotros no.

 

A pesar de ser el camino más difícil, es el único que permite que uno cure la herida y encuentre paz. Como toda curación, el perdón es un proceso, y toma su tiempo. Ahora bien, algo que ayuda a transitar este camino es distanciarse de la otra persona. Distanciarse no sólo de su presencia física, sino también de sus redes sociales, de sus recuerdos, o de cualquier cosa que pueda hacer actual la presencia del otro. Y si esa distancia física no es posible, buscar una distancia interior.

 

Esto no es sencillo, pues, al compartir una relación, muchos de los aspectos de la propia vida giraban en torno a la otra persona, o al menos la incluían. Sin embargo, mientras la presencia del otro siga activa, los sentimientos seguirán siendo intensos.

 

Una vez que los sentimientos se han calmado y es posible traer el recuerdo de la otra persona, es importante empezar a perdonar interiormente aquellas cosas que han hecho daño. Y si acaso vuelve el recuerdo de las mismas cosas, recordarlas como ya perdonadas, o volverlas a perdonar. Algo que ayuda sin duda es rezar por esa persona, pues la oración es un acto de caridad hacia el otro, y el amor ayuda a curar de raíz la herida.

 

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San Juan Pablo II decía que uno no es responsable de lo que siente, sino de lo que hace frente a eso que siente. Frente a una ruptura, la manera como elegimos actuar pude llevarnos a acrecentar la herida o a encontrar paz.

 

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