Seguramente te ha pasado que hay personas con las que, por más que lo intentes, no puedes entablar un diálogo; o tal vez eres tú quien no puede mantener un diálogo con otros. Las palabras que bloquean la comunicación son expresiones que van acompañadas de alguna crítica, reproche o interpretación de los hechos, entre otras. El uso estas expresiones hace que el otro se sienta agredido o humillado y no permite que el dialogo fluya de manera clara. Pero, ¿cuáles son?
Palabras como “jamás”, “nunca” y “siempre”
Las palabras como “jamás”, “siempre” o “nunca” —además de que suenan como reproches— hacen énfasis en circunstancias que a lo mejor pasan frecuentemente, pero con ellas etiquetamos como si el otro “nunca hiciera algo bien” o como si “siempre hiciera las mismas cosas y no cambia”. Cuando la otra persona detecta que efectivamente no es siempre ni nunca, se bloquea la comunicación. Por otro lado, estas palabras suelen venir efectivamente con una forma de intención de reproche.
Juicios e interpretaciones
Una cosa es lo que el otro piensa o hace, y otra es lo que uno cree que el otro piensa o hace. Tendemos a juzgar las intenciones de otros, sobre todo cuando hay un conflicto. Entonces, decimos cosas como “seguramente no me contestas porque estás con tus amigos”, cuando en realidad la persona tiene mucho trabajo. “Seguramente llegaste tarde a nuestra cita porque no soy prioridad para ti”, cuando en realidad ha salido con mucho tiempo de anticipación, pero ha habido un accidente.
En fin: hay miles de juicios que podemos hacer respecto del otro, de sus acciones o de sus intenciones. Pero la realidad es que no somos esa persona, por lo cual no conocemos realmente por qué dice y hace las cosas. ¿Quieres saberlo? No interpretes, no juzgues: pregúntale para saber cómo piensa.
Etiquetas
Las personas estamos en constante cambio, y es importante no etiquetarlas. Sobre todo durante una conversación.
Esto se debe a dos cosas: la primera, porque no sabemos si la otra persona está en un proceso de cambio y esa etiqueta le dificulta el cambio porque siente que nunca se va a quitar esa fama. Y la segunda: porque muchas veces ponemos etiquetas a los demás desde cómo vemos las cosas, desde nuestra percepción, y puede que no sea la realidad.
Por ejemplo, tomemos la frase “siempre eres bien mentiroso”; en el caso, uno puede ser que no etiquetando logremos que la persona sea mejor a partir de un diálogo. Pero en el caso dos decimos algo destructivo, solo porque creemos que es así por intuición; sin embargo, no nos consta, ni creemos que nuestra percepción de la realidad resulte absoluta.
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Es importante que para tener un buen diálogo podamos identificar nuestros vicios de comunicación, hacerlos consciente e intentar corregirlos poco a poco. Puede ser que gracias a ello no puedas mantener un diálogo sano. También hay que cuidar las formas: la intención con la que se dicen las palabras juega un rol de casi el cincuenta por ciento respecto de cómo se va a dar el diálogo. No hay que ser demasiado ambiciosos: si queremos quitarlos de tajo, va a ser más difícil. En cambio, concéntrate en uno el primer mes o meses —el tiempo que te tome—, luego pasa con el siguiente, y así sucesivamente.