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Día: julio 11, 2023

¿Qué significa estar abiertos a la vida?

Vivir abiertos a la vida en el matrimonio no se trata tanto de “tener hijos”: es, sobre todo, una disposición interior del corazón, de los deseos, de la búsqueda del bien y la verdad.

 

Un error muy común

 

Imaginaros que tenéis relaciones sexuales todos los días del ciclo. Si sabemos que no todos los días es posible el embarazo, entonces, ¿son “menos” relación aquellas que se tienen en momentos infértiles? ¿Y qué pasaría entonces con los matrimonios que viven la infertilidad? ¿Y con los que están ya esperando un hijo…? Pues la mujer que está embarazada no se vuelve a embarazar… Por esa regla de tres, casi mejor que, por ejemplo, mujeres menopáusicas no tengan relaciones.

 

¡Error! Es el mismo que asumimos al pensar que usando métodos naturales para posponer embarazo, por un motivo necesario, estamos cerrados a la vida. Veamos por qué.

 

Cuando la Iglesia Católica explica que las relaciones conyugales deben ser unitivas y procreativas, lo que quiere decir es que, ante todo, se ha de cuidar que la unión sea plena, en cuerpo y alma, para dar sentido a ese “seréis una sola carne”: nos lo damos todo y recibimos todo del otro (el semen en la vagina, concretamente). A veces, a partir de ahí fluye una nueva vida; pero no siempre.

 

Espiritualmente fecundos

 

Aceptando la posibilidad cocreadora somos espiritualmente fecundos: en nosotros se expande vida espiritual que recibimos los cónyuges, y también quienes nos puedan tratar de cerca: los hijos que ya tengamos, los amigos y otros matrimonios.

 

San Juan Pablo II, en su libro Amor y responsabilidad, dice que las relaciones conyugales son en primer lugar para crecer en el amor, no únicamente para tener hijos. De hecho, cuando sólo se piensa en tener el hijo, la unidad conyugal puede perderse. A la vez, no se puede eliminar intencionalmente la fertilidad, porque dejaría de haber unidad verdadera.

 

En definitiva, la apertura a la vida tiene más que ver con una fecundidad espiritual, con un deseo de entregarse al cónyuge a través del cuerpo, en cada una de las relaciones sexuales. Porque con el cuerpo se expresa lo que no se ve. Sin embargo, si con el cuerpo no deseamos darlo todo, por ejemplo, haciendo uso de la anticoncepción, estamos impidiendo que la unión sea plena. Me he encontrado muchos matrimonios que me han manifestado que con los anticonceptivos sentían que se “rompían por dentro”.

 

Relaciones en fase infértil

 

Cuando un matrimonio necesita posponer un embarazo, la Iglesia Católica muestra que el uso de los métodos naturales constituye un medio para seguir manteniendo la esencia de lo que es verdaderamente esa entrega corporal, ya que las relaciones en fase infértil también pueden estar abiertas a la vida, aunque la vida biológica no venga.

 

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Existe una diferencia enorme entre recurrir a los periodos infértiles, dados por Dios en nuestra naturaleza corporal, y hacer infértiles intencionalmente las relaciones sexuales. Volviendo a Amor y responsabilidad: el matrimonio no ha de rechazar nunca la posibilidad de ser padres a través de una relación sexual —dimensión procreativa—, y al mismo tiempo, no en todas las relaciones necesitan “desear positivamente procrear en cada ocasión que tienen relaciones”. Estas se necesitan para profundizar en la unión conyugal —dimensión unitiva—, no solo para la procreación. Sería suficiente que el matrimonio dijera “realizo este acto sabiendo que podemos ser padres, y que estamos dispuestos a que esto suceda”.

 

Para más consejos, podéis contactarme a térsavé de mi cuenta de Instagram: @evacorujo_letyourselves

5 claves para tomar una decisión en un momento difícil

Cuando dirigimos la mirada a la persona, existe algo que todos tenemos en común como seres humanos: somos libres. Como diría Jean Paul Sartre “el hombre está condenado a ser libre” y esa realidad pesa sobre nuestras conciencias siempre. Poder utilizar bien nuestra libertad para las pequeñas y grandes decisiones es clave si lo que en realidad queremos es una vida que nos conduzca a la plenitud.

 

Madurar como personas significa ser capaces de utilizar bien la razón y hacernos cargo de las opciones que tomamos en nuestro día a día. Sin embargo, cuando hay situaciones difíciles que hacen decidir en algún ámbito concreto (salud, laboral, familiar, relacional, hijos, etc.) ¿qué elementos debemos considerar? ¿qué “pasos” podríamos seguir?

 

No interrumpas la oración, antes ora más

 

Muchas veces queremos orar “en forma” cuando estamos en una situación difícil. Recordemos que el Señor nos conoce por nombre propio, eso significa que Él sabe cómo hablarle a cada persona. Sabe que a Juan debe hablarle diferente que a Santiago y a Claudia diferente que a Juliana. Jesús mismo lo dice “Yo conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Jn 10,14). Ten la certeza que Dios guiará tus pasos en todo momento.

 

Mantenernos en oración, como un hábito, nos permitirá reconocer cuándo es Dios quien nos habla, y cuándo son los enemigos (el demonio, el mundo, el hombre viejo). Es necesario que nuestra vida de oración sea eso, una vida orante, una vida orada, no solamente un momento del día. Así, los momentos difíciles no desaparecerán, pero al menos comprenderemos con una mayor conciencia a qué nos invita Dios a través de esos momentos.

 

Consulta con personas sabias

 

Parte de saber tomar decisiones en un momento difícil es poder consultar a las personas correctas. Muchas veces buscamos personas que nos aman, pero que pueden no conocer mucho del tema que vivimos o simplemente pueden estar sesgadas por el amor que nos tienen. Por eso, es importante cultivar la virtud de la prudencia que nos dispone a discernir en toda situación o circunstancia nuestro verdadero bien.

 

De ese modo, pedir esta virtud en medio de estos momentos y realizar acciones que nos ayuden a ser prudentes será clave en este proceso. Pensemos por un segundo, ¿cuántas malas experiencias no hemos tenido por ser imprudentes con personas o en decisiones concretas?, ¿cuántos conflictos nos podríamos haber evitado si hubiéramos ejercitado esta virtud al hablar o al actuar?

 

Consultar con personas sabias y ser prudentes en lo que comunicamos a los demás será clave en este proceso.

 

Cultiva una actitud de abandono

 

No solo cuando hay situaciones difíciles, sino en todo momento y circunstancia estamos llamados a cultivar una actitud de abandono en Dios. Jesús en muchas ocasiones nos confirmó su presencia entre nosotros: “no os dejaré huérfanos” (Jn. 14, 18), “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mt. 28,20). A menudo, cuando iba a curar a alguien preguntaba “¿crees que puedo hacerlo?” (Mt. 9, 28), y también respondía “que suceda según tu fe” (Mt. 9,29; Mt 8,13). Ante esta realidad, podríamos preguntarnos ¿por qué pareciera que Jesús limita su obrar a la medida de nuestra fe?, ¿es que no puede obrar de otra manera? Al respecto, San Agustín tenía una frase muy importante “el Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti”. Es necesario entender que Dios está a cargo de todo en toda circunstancia, momento y lugar y en esa medida obtendremos un mayor abandono en las situaciones difíciles.

 

Junto con la virtud de la prudencia, el abandono parece ser un complemento importante a esta virtud en los momentos difíciles, donde necesitamos aferrarnos más a Dios.

 

Racionaliza tus miedos

 

A nivel psicológico, ante situaciones difíciles se activará el mecanismo del miedo que busca protegernos del mal. Usualmente, cuando tenemos miedo nos paralizamos interiormente, por eso se hace difícil tomar decisiones, sentimos que el camino se cierra, el panorama se torna oscuro. Por eso, siempre recomiendo a mis pacientes: Racionaliza tus miedos, pensemos ¿esto que pienso es real? ¿De verdad puede pasar todo esto que creo que puede pasar? ¿Qué es lo peor de que suceda esto? Así, podremos poco a poco ir comprendiendo que sufrimos más por lo que creemos que puede ocurrir, que por lo que finalmente ocurre.

 

No pretendas controlar todo

 

La idolatría de control nos hace creer que estamos solos en el mundo y que todo depende de nosotros. Si pretendemos controlar todo terminaremos por agobiarnos al darnos cuenta que no podemos abarcar todo cuanto pueda ocurrir.

 

Este afán conduce a excluir a Dios, a darle poco lugar a la gracia y a la acción creativa del Espíritu Santo. Por eso Dios es desplazado y entramos nosotros mismos a querer ocupar su lugar. Necesitamos comprender que, si somos fieles a Dios en primer lugar, Él suplirá con su gracia lo que nos falte. Y si nos equivocamos, nos conducirá siempre de nuevo al camino correcto, pues Dios no pierde a ninguna de sus ovejas.

 

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En conclusión, tomar decisiones en un momento difícil requiere una actitud de apertura, para poder entrar en un mayor diálogo con Dios y los demás. Los miedos y querer tomar el control siempre serán una tentación que nos conducirán a encerrarnos en nosotros mismos. Para combatir estas tendencias, debemos orar, buscar apoyo en personas sabias y asimismo cultivar acciones de abandono. De esta forma nos abrimos en paz, sabiendo que Dios es quien está a cargo de nosotros en todo momento.

 

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