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Día: septiembre 1, 2023

Check list para tu matrimonio

Muchas personas anhelan compartir su vida con alguien. Esto sucede porque, como dijo San Juan Pablo II, la persona tiene una vocación universal al amor, a experimentar ser amado y llamado a amar.

El ideal

Muchas personas anhelan compartir su vida con alguien. Esto sucede porque, como dijo San Juan Pablo II, la persona tiene una vocación universal al amor, a experimentar ser amado y llamado a amar. 

La mayor expresión de amor humano como imagen del amor divino se da en el sacramento del matrimonio. En este contexto varón y mujer brindan la voluntad expresa que querer compartir un proyecto de vida en común. 

La realidad 

La realidad es que son pocos los tienen esta visión del amor. Aunque muchas personas desean formalizar una relación y dar el siguiente paso, no hay claridad en la visión de lo que verdaderamente es el matrimonio y lo que este implica. De muchas de estas parejas se podría decir que entran a la iglesia solteros y salen de ella igual de solteros como entraron. 

¿Qué está sucediendo?

Lo que está sucediendo es verdaderamente preocupante, la sociedad del consumo ha hecho que el matrimonio forme parte de un check list de cosas o actividades que uno tiene que hacer en la vida. Algo así como ir a la universidad, conseguir un trabajo, comprar una casa y un carro, etc. 

Se ha puesto la figura del matrimonio como algo que sí o sí se debería de hacer en algún momento determinado de la vida. Incluso en el ámbito más espiritual también se comete ese error. Es una elección por descarte que más o menos sigue esta lógica: “si no es una es la otra”. Por lo tanto, si no tengo vocación a la vida religiosa es porque tengo vocación a la vida consagrada o al revés. Esta lógica es, simple y llanamente, un error fatal. 

La vocación

El matrimonio no es parte de una lista de cosas que se tiene que hacer en la vida y tampoco es la “otra opción” de los caminos que se tienen. Se trata, en cambio, de una vocación y como tal es única en cada uno. 

No me tengo que casar porque “ya me toca”, porque “se me va pasar el tren” o porque “es lo que todos hacen”. Me tengo que casar porque particularmente sentí el llamado al matrimonio y en él voy a encontrar mi camino a la santidad. 

Los llamados

Es necesario aclarar que no todas las personas están llamadas a una vida matrimonial. Muchas personas se terminan casando sin sentirse llamados de manera particular a esa vocación. Y esto no conduce sino al fracaso.

Una manera efectiva de poder evitar este tipo de problemática es formarse, presupuesto básico para un buen discernimiento y, sobre todo, en materia de matrimonio para aprender sobre lo qué es y de qué trata este sacramento para tomar una buena decisión, no hay acto más libre que el amar.  

Primer paso para reconocer la fertilidad

Cuando los esposos empiezan el recorrido que implica el reconocer la fertilidad en la cotidianidad se encuentran con una realidad, en primer lugar, retadora, desconcertante y llena de incertidumbre. Cuando conocen cómo funciona el ciclo femenino y son capaces de determinar los períodos de fertilidad e infertilidad aparece el sentimiento del miedo y me preguntan: ¿y si no funciona? ¿y si haciendo todo “perfecto” para posponer un embarazo y aún sí no lo logramos? Al haber un conocimiento mutuo de la fertilidad y decantar en nuestro intelecto la maravilla de la creación humana no queda más que la sencilla actitud de humildad de que no podemos controlarlo todo. Seguimos siendo frágiles y estamos llamados a abrirnos al panorama de la grandeza de nuestro Creador.

Por lo anterior, vale la pena que aclaremos en este artículo algunos puntos clave sobre lo que es vivir el reconocimiento de la fertilidad, su aplicación diaria con realismo y cómo afrontar este sentimiento de inseguridad e incluso desasosiego que usualmente puede experimentarse cuando se trata de continuar este viaje. 

#1 Reconocer que la fertilidad no es un anticonceptivo más

Lo primero que hay que dejar claro es que los métodos de reconocimiento de la fertilidad, en cuanto a su efectividad, son equiparables e incluso superiores a algunos métodos anticonceptivos.  No existe ningún método que sea 100% efectivo para posponer el embarazo, ni siquiera la ligadura de trompas (método quirúrgico irreversible en principio). Se hace muy relevante establecer estos conceptos porque es muy común que se promueva en la cultura actual una falsa “seguridad” para evitar el embarazo con los tan conocidos anticonceptivos hormonales, pero cuando se habla de reconocer la fertilidad inmediatamente muchos reaccionan con escepticismo y generando pánico en quienes han decidido emprender ese camino de autoconocimiento. Como sociedad todos deberíamos cuestionarnos en este aspecto y analizar qué hay detrás de esta perspectiva generalizada en la procreación y la vida familiar.

Por otro lado, quisiera reiterar un concepto revelador en cuanto al reconocimiento de la fertilidad al posponer el embarazo. Aquí no estamos hablando de un método anticonceptivo porque nunca se actúa en contra de la concepción y porque toman siempre decisiones en conjunto como esposos, trabajando en equipo y ejerciendo un dominio de sí mismos para vivir la continencia periódica (abstinencia cíclica en el periodo fértil). Este autodominio es en sí mismo un comportamiento propiamente humano, gobernado por la inteligencia, la voluntad y la libertad, que se encuentran enmarcadas en la búsqueda del bien y el amor propio y al cónyuge. Es decir, al reconocer la fertilidad son ustedes los protagonistas de su fertilidad mientras que en la anticoncepción el método lo es todo, y el cuerpo se vuelve un objeto a regular. Esta realidad podría parecer práctica, pero en el contexto de la verdad, los reduce a ambos a meros objetos manipulables. Por eso la invitación en este punto es dejar atrás todo temor a vivir a plenitud el dominio propio de nuestra humanidad y llegar a la determinación de ser los responsables de su fertilidad, recordando que su fortaleza está en la Gracia Divina que los sostiene cada día.

#2 Dios: dueño de la vida

El vivir de acuerdo con esta realidad es fundamental y transcendental para todos los seres humanos, independientemente de nuestra vocación, pero aún más para los esposos. En el matrimonio Dios otorga la gran responsabilidad de participar de su creación. Es esencial el reconocer que el ser co-creadores quiere decir que hay un Creador principal, dueño de la vida. Solo Él tiene el control absoluto de la vida, por lo que, como esposos y padres, el reconocimiento de su fertilidad es aquella llave que les permite abrir la puerta e ingresar a la inmensidad de la belleza de la naturaleza y origen divino de la creación humana. Esto debe hacerse siempre con el mayor respeto y reverencia de su sacralidad desde su inicio, es decir, desde la fecundación. 

#3 Discernimiento como esposos: oración

El siguiente paso es discernir si buscarán el embarazo o si se hace preciso posponerlo por circunstancias graves, propias y particulares de su familia. Este discernimiento es exclusivo de los esposos, ninguna otra persona debe estar involucrada en este proceso, excepto Dios. 

Dios es parte de su equipo y por ello la comunicación constante con Él en la oración es un elemento vital para aquellos que quieren vivir en prosperidad como familia. Tanto individualmente como en conjunto deben cimentarse siempre en la Divina Providencia que se hace palpable en Su santa y perfecta Voluntad.

En resumen: el encuentro diario e íntimo con el Creador, con nuestro Padre, no sólo es necesario para su vida de fe sino también para crecer en el amor conyugal y para ser fecundos biológica y/o espiritualmente. 

#4 Un salto de fe

Por último, sé que muchos para este momento pueden estarse preguntando cómo se puede vivir todo esto: ¿será posible que vivamos ese autodominio? ¿podremos superar el miedo paralizante a asumir la responsabilidad de nuestra fertilidad? ¿cómo estar dispuestos a aceptar la voluntad de Dios que muchas veces no se ve como lo habíamos imaginado? A todas estas interrogantes no me queda más que decirles que si Dios los ha llamado a esta vocación les dará los medios para vivirla. Lo único que Él necesita de ustedes es su “sí, estamos dispuestos” y Él obrará maravillas. 

***

Refúgiense en la oración y en la gracia de los sacramentos (eucaristía y confesión frecuente), sabiendo que el reconocer la fertilidad es un sendero que deben andar los dos en compañía de Dios, con absoluta confianza y abandono en El y con la convicción y la certeza de que el vivir una sexualidad plena solo es posible en Dios.

Yo no confío con la mente: lo hago con el corazón

La principal razón por la que elegí hablarles de este tema es porque en este momento necesito tanto como ustedes leer sobre la confianza en Dios. Hace poco escuché que es diferente creer en Dios que creerle a Dios. Una persona puede creer que Dios existe, que es real y que es poderoso, pero no necesariamente creer que va a actuar en su vida con poder.

Algo que me sorprendió mucho la primera vez que lo oí es que los demonios también creen en Dios. Es decir: saben que existe, saben que es real, pero no le creen, y menos, le obedecen.

Poner nuestra confianza en Dios suena tan bien, pero, ¿cómo es posible? Todos los días enfrentamos una y otra vez situaciones que nos retan, nos preocupan, nos angustian, nos dan miedo o nervios y hasta nos causan dolor. Lo vivo en carne propia. Especialmente cuando se trata de algo que te duele, ¡puedo entenderte! Así que, ¿por qué confiar cuando todo lo que está delante de ti te dice lo contrario? 

La confianza en Dios se da paso a paso

La confianza en Dios se construye y, además, es un regalo. ¿Cómo así? Cuando tú decides seguir a Dios no es que al día siguiente te levantas y ya confías en Él. Son pasos que vas dando, empiezas a tener una relación con Él y vas empezando a experimentar cómo obra desde cosas pequeñas hasta cosas grandes. Dios te va a permitir ver claramente cómo interviene en tu historia. Así, poco a poco, con ayuda de tu memoria vas entendiendo algo: si ya hizo eso por mí, ¿por qué no haría esto otro?  

La fe nos muestra que Dios tiene el control

En ese proceso, si te mantienes en oración y recibiendo los sacramentos, vas a ir recibiendo la gracia de la Fe. Como un regalo del cielo, la fe te ayudará a creer que Dios tiene el control, ¡por encima del control que tú creías tener sobre tu vida! No vas a confiar solo en tus fuerzas y en que tú eres capaz, sino sobre todo en que Dios está en el timón.

Creemos sin ver, lanzados a la Providencia

Una jaculatoria que yo me repetía mucho cuando empecé a aprender sobre la confianza en Dios y atravesaba por momentos difíciles era: “Creo, Señor, sin ver todavía”. De hecho, cuando mi esposo enfermó de cáncer, esta era una de las frases que más aliviaban mi corazón. 

Cuando se trata de milagros grandes que quieres ver en tu vida, es aún más complejo. ¡Pero se trata de un camino que puede aumentar mucho más tu fe! Se trata de lanzarte a ciegas a su providencia. De entender que “como los cielos distan de la tierra, así sus caminos son más altos que tus caminos” Isaías 55, 9.

Cuatro tips para aprender a confiar en Dios

  1. Escribe los favores que te va regalando Dios: la memoria es muy frágil. La mejor forma de recordarlos es escribiéndolos con detalle para que, cuando dudes, leas todo lo que Dios ya ha hecho por ti. Eso reavivará tu Fe para entender que Él siempre ha tenido el control, y que lo seguirá haciendo.
  1. Haz oraciones de agradecimiento: empieza por agradecer uno a uno los favores que Dios te ha concedido. Con nombre y apellido, siendo muy puntual y descriptivo en lo que Dios ya ha intervenido en tu vida. Así, tu espíritu irá recordando el poder Dios y confiará en que, en el futuro, Él seguirá actuando a tu favor.
  1. Lee la Biblia: conocer los milagros y favores que Dios ha regalado a sus hijos a lo largo de la historia te encenderá la Fe. Además, recuerda que la palabra de Dios no es letra muerta, sino que es viva y eficaz. Eso quiere decir que entra en tu corazón, y no regresa sin haber causado algún efecto.
  1. Apóyate en jaculatorias o citas: pueden ser de santos o de la Biblia. Cuando dudes, repetir algunas frases en tu mente te dará fuerzas para tener calma y paciencia. A mí me encantan estas: “Nadie que ponga su confianza en Dios quedará defraudado” (Salmos 25, 3) y “ El que comenzó en ustedes tan buen trabajo, lo continuará hasta concluirlo” (Filipenses 1, 6).

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Por último, quería dejarles esta canción, que más parece un poema de abandono en Dios, y que es de mis favoritas:

Esperar en ti, difícil sé que es.

Mi mente dice no, no es posible.

Pero mi corazón confiado está en ti.

Tú siempre has sido fiel, me has sostenido.

Y esperaré, pacientemente. 

Aunque la duda me atormente,

Yo no confío con la mente:

lo hago con el corazón. 

Y esperaré, en la tormenta.

Aunque tardare tu respuesta,

Yo confiaré en tu providencia.

¡Tú siempre tienes el control!

La locura de la propuesta cristiana se revela en el cuerpo

El ser humano experimenta la realidad a través del cuerpo. Ninguna experiencia la vivimos aislados del cuerpo. El cuerpo es el fundamento necesario para vivir la vida terrenal. Entonces, si la fe es lo que me permite descubrir el significado de la realidad, el primer significado que debo descubrir es el del propio cuerpo. Comprender el sentido del cuerpo humano es la llave que me permite acceder al propósito de todo el resto de la existencia. El significado del cuerpo, por lo tanto, no es un extra dentro de la experiencia humana. Por el contrario, es parte fundamental.

La evangelización requiere de la teología del cuerpo

Jesucristo vino a cumplir con el deseo de San Pablo y, por lo tanto, el de toda la humanidad que afirma: “gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.” (Rm 8, 23). Esto nos permite presuponer que hay algún problema con el modo en el que experimentamos nuestros cuerpos, como si nos hubiéramos alejado del significado del cuerpo.

Es por ello que la evangelización requiere de la teología del cuerpo. Cuando una persona o una cultura no están evangelizadas, eso se ve en cómo tratan al cuerpo humano. Y tal síntoma nos advierte de una enfermedad grave: si encontramos confusión respecto del significado del cuerpo o de cómo tratar al cuerpo, sabremos que allí es necesario anunciar la Buena Noticia.

Todo lo que afirma a Cristo encarnado viene de Dios

Esta relación inseparable entre el Evangelio y la experiencia del cuerpo humano es tan fundamental que, desde el principio de la historia, el enemigo ha intentado separar a Cristo de la carne. ¿Cómo puedo reconocer al enemigo presente en los temas relacionados con la carne? Es simple: todo lo que afirma a Cristo encarnado viene de Dios; todo lo que separa a Jesús del cuerpo viene del Anticristo.

Así lo declaran las Escrituras: “En esto reconocerán al que está inspirado por Dios: todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne procede de Dios. Y todo el que niega a Jesús no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo” (1 Jn 4, 2-3). Por ello, todo lo que separa al Evangelio de lo corporal se convierte en una abstracción, es decir: deja de ser cristiano, y se vuelve en su contra. Se convierte al cristianismo en una especie de propuesta intelectual e idealista.

El cuerpo humano es camino para la vida trinitaria

La locura de la propuesta cristiana es que el sentido y la causa de todo lo que existe —el origen y meta, el propósito, el amor, el gozo, la verdad, la bondad, la belleza…— se hizo carne. Todo lo que el corazón anhela con todas sus fuerzas se reveló a sí mismo en el cuerpo humano. Es por ello que Juan Pablo II habla del “sacramento del cuerpo”: habla de la capacidad que tiene el cuerpo humano de abrirse al misterio de la vida trinitaria y de ser el camino para llegar a participar en ella.

Debemos proteger también la vida divina que habita en nosotros

Quien acepte esta novedad de la propuesta cristiana debe saber que también sufrirá el ataque contra el cuerpo humano. Esto significa no sólo el ataque contra la vida humana, sino también contra el mismo misterio de la Vida divina en nosotros. Porque es el cuerpo humano —especialmente el de la Palabra hecha carne— quien nos regala la Vida eterna de Dios a nuestros propios cuerpos.

La plenitud se dio a nosotros en forma de carne

En el comienzo del Catecismo de la Iglesia Católica —en el inicio de su prólogo, ¡antes que cualquier otra cosa!—, leemos esta cita de las Escrituras: “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). Debemos prestar mucha atención a cuando la cita dice la palabra “esta”. De algún modo, es la Palabra fundante de todo lo demás. Sin esa palabra, la “Vida eterna” sería simplemente un concepto abstracto, una idea. ¡Y no es así!

“ÉSTA (¡que está aquí!) es la Vida eterna”. ¿A qué se refiere? En primer lugar, en la Biblia la Vida eterna no es simplemente algo que dura para siempre: la Vida eterna es quien Dios es. Vida eterna significa que el eterno se hace uno con nosotros para responder a nuestros deseos más profundos. En particular, el deseo de lograr un amor y una felicidad que sean absolutamente fieles y que nunca se agoten, que colmen mis expectativas de Vida.

Esta plenitud, esta Vida vino a nosotros de forma concreta, en la carne. Se ha convertido en “esto”. No es meramente un concepto. Es algo que puedo señalar con el dedo, tocar y ¡hasta saborear en la Eucaristía! La Vida eterna se ha convertido en una realidad concreta.

Podemos encontrar la vida eterna con nuestros sentidos corporales

“Esta” es la Vida eterna: conocer experiencialmente e íntimamente al Dios verdadero. ¿Cómo? “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4, 4). Se nos habla de algo que ocurrió en un tiempo específico y en un lugar concreto: “El Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14). Esto no es una abstracción: es un hecho.

Si no logramos ver la concreción de este evento en el tiempo y el espacio, no lograremos ver al Evangelio. ¡Es absolutamente crucial! “Esta” es la Vida eterna, dice Jesucristo. La Vida eterna no es un concepto, no es una idea. Es algo que podemos encontrar con nuestros sentidos corporales.

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Hay un pequeño detalle que nos quiere ayudar a recordar ésta realidad fundamental. Dentro de la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde el Ángel Gabriel anunció a María que el Verbo se haría carne en ella, hay un altar que debajo tiene la siguiente inscripción: «Verbum caro hic factum est». Es decir, «el Verbo se hizo carne AQUÍ».