Alertamos que el siguiente contenido puede afectar la sensibilidad de algunas personas.
Cuando hablamos de desconfianza, es importantísimo diferenciar cuándo está fundamentada y cuándo no. Muchas veces proyectamos en nuestra pareja o en otras relaciones las heridas que traemos del pasado por traiciones o maltrato que hemos sufrido, aunque nuestros seres queridos no tengan la culpa.
En este contexto de heridas propias, la desconfianza se origina en la expectativa de que las personas nos maltratarán, nos abandonarán, nos engañarán o se aprovecharán de alguna manera. Estas suposiciones nos impiden abrir el corazón a otras personas. Nos llevan a pensar el peor escenario. Nos conducen a establecer relaciones superficiales. También, a estar a la defensiva y, o a comportarnos nosotros agresivamente. Además, puede pasar que, inconscientemente, nos sintamos atraídos hacia personas que nos traten mal, perpetuando el ciclo vivido anteriormente de maltrato, desconfianza o ira.
Las heridas emocionales que pueden causar desconfianza
Cualquier tipo de maltrato o abuso puede estar influyendo en que veamos peligro en nuestras relaciones. Por ejemplo, puede ser que tengamos heridas causadas por agresiones, como por ejemplo, haber sufrido castigo físico, insultos, humillaciones, burlas, comparaciones, etiquetas, manipulación, victimización, ley del silencio, invisibilización, etc.
Por otro lado, puede ser que tengamos heridas por abuso sexual, como tocamientos, frotamientos, violación, exposición a contenido sexual (consumo de pornografía, haber presenciado las relaciones sexuales de los padres o de otras personas, etc.). O puede ser que nuestros padres no nos hayan creído o no hayan hecho nada para defendernos ante un abuso.
Por otra parte, puede ser que nuestros familiares hayan expuesto nuestras confidencias. Es posible, además, que nos hayan infundido la idea de que no se puede confiar en nadie o que no nos hayan cumplido las promesas hechas.
Además del maltrato en sí mismo, todas estas situaciones tienen en común que, por lo general, las personas que debían protegernos eran las que nos estaban lastimando, como familiares o el círculo cercano. Esto provoca una ruptura de la confianza y genera un sentimiento profundo de desprotección y desamparo.
Se puede sumar, a su vez, el sentimiento de impotencia, al no poder tomar distancia de estas personas, pues para un niño es mejor estar en una relación abusiva que no tener ningún tipo de relación.
Las emociones que están detrás de la desconfianza
Comúnmente, las emociones que están detrás de la desconfianza son el miedo, la ira y la tristeza. Estas emociones permanecen aun cuando no hay una razón para que florezcan. Pareciera que el cuerpo, en esta instancia, está constantemente preparado para el peligro; se encuentra en un estado de hiper vigilancia y de hiper alerta, porque nos sentimos vulnerables.
Por otro lado, puede ser que hayamos aprendido a desconectarnos de nuestras emociones y a entrar en un estado disociativo (desconectarnos de nosotros mismos) con el fin de protegernos. Sentimos, así, que estamos fuera de nosotros mismos o que llegamos a olvidar por completo la situación del trauma, sobre todo cuando el maltrato ha sido repetido en el tiempo.
Si bien todos estos mecanismos de defensa nos protegen durante la infancia, posteriormente, en la adultez, se convierten en un obstáculo para construir relaciones sanas. A su vez, nos impiden poder cumplir nuestro proyecto de vida. Aunque hayamos borrado estos eventos de nuestra conciencia, nuestro cuerpo nos sigue avisando que algo no está bien. Entonces, persistimos en un estado excesivo de alerta.
Consecuencias
Como consecuencia de todo lo expuesto, aprendemos erróneamente a asociar amor con agresión. Maltratamos a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, o nos dejamos maltratar, nos enfadamos desproporcionalmente, permitimos que nos burlen o nos rebajen. Esto puede suceder, incluso, en la relación con nuestros jefes o con cualquier otra persona que no sea nuestra pareja.
También tendemos a tener una valoración negativa de nosotros mismos. Experimentamos vergüenza, vulnerabilidad, inutilidad o culpa sin motivo real. Es posible que hayamos perdido parcial o totalmente la capacidad de sentir empatía o de conectar con el dolor propio y el ajeno.
La indefensión aprendida puede aparecer. Se trata de la creencia de que hagamos lo que hagamos no podremos salir de una situación abusiva, de que se sale totalmente de nuestro control y de que, por tanto, debemos asumir una posición pasiva.
En la sexualidad, es posible que tengamos la tendencia a replicar el abuso con otros, que las relaciones sexuales en el matrimonio se vean como una obligación, que perdamos la capacidad de experimentar el placer que de ellas se desprende. Incluso, puede ser que hayamos desarrollado disfunciones sexuales.
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Recomendaciones
- Busca ayuda profesional y espiritual. Aunque cueste, apoyarse en otras personas es indispensable. Debemos reconocer con humildad que no podemos solos.
- Es normal no querer recordar, pero lo necesitamos para poder volver a conectar con el dolor y sanar. Hacer esto con apoyo de otras personas es importante.
- La ira, el miedo y la tristeza deben ser expresados de formas sanas: buscando justicia, valorando las pérdidas, comprendiendo que ya no estás en peligro, llevando un diario como forma de escritura terapéutica, etc.
- Sin ponerte en una situación de victimismo, es clave que comprendas que nada de lo que pasó fue tu culpa, no lo provocaste, ni lo merecías.
- En la medida de lo posible, toma distancia de las personas abusadoras, puesto que cuesta más sanar en el mismo ambiente del trauma.
- El perdón es indispensable para sanar. No esperes que el ofensor cambie, pida perdón o pague por lo que hizo para poder perdonar. Sin embargo, perdonar de todas formas sí es una condición indispensable sin la cual no es posible la reconciliación.
- Evita proyectar, en las otras personas, esos maltratos, puesto que ellos no los han causado, las culpas no son de ellos.
- Abre el corazón a quienes han demostrado ser dignos de confianza. No maltrates a las personas a tu alrededor y pide perdón con humildad si lo has hecho.
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