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Día: diciembre 13, 2023

El sexo es bello

La belleza del sexo radica en mostrar un lenguaje corporal que no se separa de la verdad del amor. Entonces, podríamos decir que cuando el sexo se vive en su verdad es bello.

El sexo ha sido creado como expresión de amor, de entrega plena. Por eso, el verdadero sexo es el que puede darse en el contexto del matrimonio, en donde los cónyuges desean darse la vida recíprocamente, de forma total, fiel y exclusiva.

Sexo en el matrimonio

En el matrimonio los esposos se entregan a través de su cuerpo, con todo lo que éste incluye: los afectos, la psicología, la sexualidad femenina y masculina con sus específicas maneras de responder. 

Una de las manifestaciones corporales propias del matrimonio es el acto conyugal, de forma que, únicamente, la belleza del sexo se experimenta cuando éste se vive de modo total, entregando todo lo que uno es. 

¿Qué dice la Teología del Cuerpo?

San Juan Pablo II decía que el cuerpo visible expresa lo invisible (Audiencia del 20 de febrero de 1980): “El cuerpo ha sido creado para transferir en la realidad visible del mundo el misterio escondido desde la eternidad en Dios, y ser así su signo”. Por lo tanto, el deseo de sexo no se queda en satisfacer un impulso fisiológico. 

Así, el deseo de sexo esconde un deseo espiritual que purifica la entrega a través del cuerpo. La esencia del amor conyugal es esa entrega de uno mismo al otro, en donde las relaciones sexuales expresan la unión. Por eso, el cuerpo tiene un significado esponsal.

Sexo y comunión

El sexo bello es aquel en el que existe comunión, es decir, cuando trata de ser expresión de entrega plena y sin reservas. Por ende, el sexo pleno y bello no disocia los dos significados unitivo y procreador. Ambos significados pertenecen a la verdad íntima del acto conyugal. Se realizan juntamente y el uno a través del otro. 

Entonces, la persona no puede ser utilizada ni como puro medio para obtener placer, ni para tener hijos.

El sexo no es sólo para la procreación

Conviene recordar que el sexo no es únicamente para la procreación. Si así fuese, Dios no hubiera dispuesto días fértiles e infértiles, sino que de todas las relaciones podría venir un hijo, y no es así. En el ser humano, el sexo no responde a un instinto reproductivo como el que tienen otros animales. 

Las personas, a través del sexo, logran la comunión y, a veces, esa unión común conduce a ser fecundos dando hijos, pero no siempre. Reducir el sexo a la función procreadora sería traicionar la vocación esponsal del cuerpo. 

El sexo no es la simple unión de cuerpos

El sexo no es una simple unión de cuerpos. Está creado para ser comunión de personas. La belleza del sexo no reside en el placer físico que proporciona. Cuando el sexo se reduce a una búsqueda de placer, acaba convirtiendo ese acto en algo egoísta. Así, deja un pozo de amargura e insatisfacción. 

En la cultura actual, el sexo se ha llegado a ver como un producto de consumo sin leyes ni finalidades. Se ha llegado a convertir en algo que reporta gratificación momentánea. Esto, indudablemente, conlleva a un empobrecimiento de la capacidad de amar.

La belleza del sexo

Necesitamos entender la belleza del sexo. Es preciso no considerar su vivencia como una estricta norma moral. Muchos matrimonios católicos preguntan por qué han de tener siempre en cuenta la dimensión unitiva y la procreativa, especialmente ésta última. Pues, les aparece la tentación de recurrir a la anticoncepción. A estos cónyuges, les diría que el amor es exigente. 

La experiencia del amor que los esposos están llamados a vivir en plenitud a través de las relaciones sexuales implica necesariamente vivirlas con exigencia, sin violar el orden interior de esa comunión. Solo se da esta comunión cuando, además de tener en cuenta los ritmos de cada uno hacia el placer y, también, la sensibilidad particular de ambos, los cónyuges se dan sin reservas. 

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Precisamente, el sexo es bello porque acerca a Dios a los esposos. El sexo fue creado por Dios para lograr el amor pleno entre el hombre y la mujer y, en su unión incondicional, encuentran un reflejo del amor de Dios. 

Es más, cuando el sexo se vive separando la función unitiva de la procreativa, los esposos se alejan del plan divino. Por lo tanto, se alejan entre ellos, mutuamente, al no cumplir la entrega plena a la que están llamados. Así, vivir el sexo en su verdad y belleza es una experiencia vital que toda persona puede tener en su matrimonio.