Ser esposos en el mundo actual es todo un reto. Cada vez más, la sociedad se convierte en un lugar de ruido, con ocupaciones externas. Estas ocupaciones ciertamente tienen una razón de ser en la vida familiar y conyugal. No obstante, terminan por asfixiar muchas veces la vida espiritual. Dios, como buen Padre que es, siempre buscará hacer visible su rostro de amor en medio de las más habituales tareas del día a día, para llamarnos a la conversión.
Para poder recibir el pan de cada día, como bien lo enseña Jesús en el Padre Nuestro (Lc. 11,2-4), es necesario aprender a entrar en ese diálogo de amor con Dios. Infaliblemente, desde el principio de la Creación, Dios vio al hombre. Conociéndolo en su más profunda esencia, no juzgó bien que estuviera solo. Entonces, eligió hacer una ayuda idónea para él (Génesis 2:18).
Como somos personas, es parte de nuestra naturaleza que otro nos muestre quienes somos. A cuántos no nos ha ocurrido que a partir de una experiencia vivida o de un comentario ajeno, conocimos algún rasgo de nuestra identidad. De igual manera, esta dinámica ha estado presente desde el principio, es así que cuando el hombre mira a la mujer, es que logra entender la razón de ser de su masculinidad.
Por tanto, la espiritualidad masculina y la femenina están llamadas a complementarse y servirse mutuamente. Ciertamente, esa complementariedad no es automática, como a veces se cree. Para que podamos llegar a complementarnos como Dios nos ha invitado a hacerlo, es necesario que el hombre aprenda a entrar en diálogo con la mujer, para así descubrir la razón de ser de sus anhelos propios, y la mujer, igualmente, con el hombre.
De acuerdo con esto, la oración mutua que puedan realizar los esposos no debe ser una regla. No debe ser, tampoco, el único espacio de oración que puedan tener. Puede orientarse de tal modo que conduzca a ambos a vivir esa real complementariedad, a la cual han sido llamados desde el inicio.
Muchas veces este espacio de oración en pareja no se realiza. No se sabe qué hacer en ese momento. Nunca te lo enseñaron, o nunca lo viste necesario. Queremos darte cinco tips para que rezar juntos para que puedan sacar el máximo provecho de esta aventura
1. Conozcan cómo le gusta a cada uno hablar con Dios
Cuando se trata de empezar a tener una rutina de oración en pareja, tal vez uno de los primeros obstáculos que se encuentran son los diversos modos como a cada quien le gusta entrar en diálogo con Dios. Hay quienes buscan más el silencio. Otros prefieren poner música. Algunos eligen hacerlo en la sala de su casa. Están los que escogen hacerlo frente al Santísimo Sacramento. Todas estas diferencias no deben ser motivo de discusión o escándalo entre la pareja. ¡Todo lo contrario! Esto nos habla de la riqueza que hay en cada uno.
Ciertamente, Dios mismo conoce esta realidad y nos invita a la comunión en medio de nuestra complementariedad. Dicha complementariedad también se da en el ámbito espiritual. Por eso, es importante conocer y explorar la espiritualidad del otro, como así también, poder conversar sobre ese asunto.
2. Hagan de la oración un momento divertido
En la misma línea del punto anterior, recordemos que cada quien entra en diálogo con Dios de un modo en particular. Por eso, es importante que no asociemos la oración solamente con un momento de silencio o de vacío.
Pensemos siempre que cuando rezamos, tenemos un momento de diálogo con Dios. Él es quien toma la iniciativa siempre, pues es Dios quien nos ha amado primero (1 Jn. 4, 10). Muchas veces, hemos tenido la sensación de estar ante un juez y no tanto delante de un Padre que nos ama. Por ese motivo, es importante también sabernos amados. Si hay heridas en nuestra comprensión de Dios por los motivos que fuere (ideas distorsionadas que nos han dado, heridas con nuestros padres, miedos, etc.) podemos sanarlas, para que esto no sea más un obstáculo para nuestra oración.
3. Preparen algo para sorprender el otro
Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Siempre sale a nuestro encuentro para amarnos y sorprendernos. Sería bonito que cada quien pensara en el otro, según las circunstancias en las que se encuentren.
De ese modo, también, que piense: ¿cómo puedo iluminar este momento de su vida en la oración? Tal vez algún pasaje del Evangelio, algún escrito de un santo o un apartado de un libro puede iluminar el momento de oración y hacer que este tenga un mayor sentido para ambos.
Cuando llegue el momento, pueden leerlo, cada uno meditarlo en silencio y, al final, compartir ¿Qué me ha dicho Dios con esto?, ¿Cómo ilumina esta Palabra o este fragmento del libro mi vida en este momento? Así, seguramente, Dios se valdrá de esta situación para suscitar en el corazón de ambos lo que les quiere regalar.
4. Disposición del lugar y del corazón para el momento
Otro elemento fundamental, es la disposición del lugar y del corazón para ese momento de oración. Recordemos que el cuerpo también participa de la oración. Si no estamos en un lugar que invite al recogimiento interior, silencioso, será difícil. Si nos encontramos en un espacio que tenga muchas distracciones externas, posiblemente no vamos a sacar el mejor provecho de ese momento.
Es importante que el lugar de oración sea silencioso, ojalá en ese momento solamente haya elementos que nos remitan a Dios: Un crucifijo, una imagen religiosa, una imagen de la Santísima Virgen María, o de tu santo de devoción, etc.
Asimismo, la disposición del corazón es fundamental. Si llegamos a la oración cargados de las tareas del día, con agobio, o pensando en las cosas pendientes que aún nos quedan, ciertamente, esto distraerá del interior. Buscar la estrategia adecuada es fundamental si lo que queremos de fondo es poder estar totalmente presentes en la Presencia de Dios.
5. Pregúntense: ¿cómo Dios hoy nos ha hablado?
Algo que recomiendan los grandes santos de la Iglesia es la práctica diaria de la Presencia de Dios. En ese sentido, preguntarme: ¿cómo me ha hablado hoy Dios?; ¿A través de quién o que circunstancia? Es fundamental: Dios habla y habita en el silencio. Con esto en mente, nuestro Padre irá mostrando, poco a poco, el camino que les invita a recorrer como pareja.
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En conclusión, la oración en pareja es un momento de mucha libertad. Allí, Dios les querrá hablar y manifestarse de algún modo en particular. Descubrir el modo que cada uno tiene para rezar y para entrar en ese diálogo amoroso con Dios es fundamental para sentirse libres y en comunión. Disponerse interior y exteriormente para este momento será imprescindible para que se saque el máximo provecho. Es importante que el entorno exterior esté bien dispuesto para contribuir a las disposiciones interiores del alma para ese momento.