Las amistades están en crisis. En este mundo hiperconectado, nos sentimos cada vez más solos. Estamos desconectados. Desconfiamos los unos de los otros. Las personas tienen cada vez más facilidad para hablar con muchas personas al mismo tiempo virtualmente. También, se incrementa la dificultad para construir vínculos profundos y estables. Se dificulta establecer relaciones que no se queden en lo superficial. Por eso, aquí te comparto tres tips para construir mejores amistades.
1. No idealices a nadie
Es común que no construyamos amistades. Usualmente, tenemos la idea de que todo el mundo nos va a traicionar o abandonar. Igualmente, también es frecuente idealizar a aquellos con quienes sentimos conexión o afinidad. Así, ponemos sobre esa persona el peso de nuestras expectativas. Nuestras expectativas, en algunos casos, suelen ser poco realistas.
El problema está en que esperamos perfección de personas que, al igual que nosotros, son seres humanos imperfectos y heridos. Además, anhelamos que llenen nuestros vacíos más profundos. También, que cubran nuestras inseguridades. No queremos que se vayan. Suponemos que siempre van a tener la palabra perfecta. Conjeturamos que están disponibles cuando nosotros los necesitamos.
Recuerda que nadie tiene por qué cumplir nuestras expectativas. Los otros tienen todo el derecho de actuar como ellos lo harían y no como tú lo harías.
¿Por qué esperamos que los demás nunca se equivoquen? ¿Acaso somos nosotros esas personas perfectas que no se equivocan ni lastiman a nadie? La amistad no está exenta de sufrir desacuerdos, engaños, traiciones y decepciones.
Es clave que pongas límites. Comunica lo que te está incomodando. Perdona y pide perdón. Sé humilde para reconocer tus errores. No te alejes sin haber intentado resolver el conflicto. Tampoco le exijas al otro que llene tus vacíos.
Por otro lado, sufrir decepciones nos hace recordar que no debemos endiosar a nadie. No es correcto poner a ningún ser humano en el lugar de Dios. Los otros, por buenos que sean, no tienen la capacidad de llenar nuestros anhelos más profundos. Solo Jesús los llena.
2. Invierte tiempo
Toda relación necesita ser alimentada. Si no inviertes tiempo porque estás ocupado, por pereza o por comodidad, la amistad, eventualmente, morirá. No esperes que sean siempre los demás los que te escriban. Toma la iniciativa de preguntarles cómo están. Esto no significa que debas estar disponible constantemente, sino que estés dispuesto a dar de ti.
Demuestra un interés genuino en la otra persona. Aprende a apoyarte en ella cuando lo necesites. No obstante, no la idealices. No esperes que esa persona resuelva tu vida. Las relaciones por definición son recíprocas y bidireccionales. Por lo tanto, permítete dar y, a su vez, recibir. Por el contrario, si no encuentras reciprocidad o interés de parte del otro, comunícalo y evalúa si realmente vale la pena seguir allí.
3. Mantén firmes tus valores y aprende a soltar a quien ya terminó el paso por tu vida
Es común que las personas que tienen miedo al abandono tiendan a ser complacientes. Suelen sacrificar su identidad para asumir la identidad o las ideas de otras personas. Siendo sinceros, lejos de agradar, generan el rechazo que temen. A nadie le gusta que o lo imiten o que no tengan criterio propio.
Además, al sacrificar nuestros valores, tendremos siempre la herida de habernos traicionado a nosotros mismos. Sentiremos que nos hemos fallado. Nos convertiremos en la sombra de alguien más. Habremos perdido nuestra unicidad y nuestra identidad. Por eso, mantén siempre el respeto y la honestidad. Nunca traiciones tus principios, tus valores ni tu fe por pertenecer a un grupo.
Igualmente, ten presente que las personas cambian. Al enfrentarse a nuevas experiencias en su vida como, por ejemplo, cambios de ciudad, matrimonio, hijos, variaciones en la forma de ver la vida, la amistad no se mantiene exactamente igual a lo largo del tiempo. Últimamente ha tomado fuerza el tema de la tusa por amistad. Por supuesto que una amistad perdida duele muchísimo. Requiere un duelo. Sin embargo, debemos comprender que, a diferencia del matrimonio, la amistad no exige exclusividad ni el mismo nivel de compromiso. Así, esperar que las amistades duren toda la vida o se mantengan siempre iguales no es una idea realista.
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Muchos hemos experimentado cómo las personas que considerábamos amigas se alejaron de nosotros. A su vez, hemos vivido nosotros el distanciarnos de algunos, sobre todo, después de que comenzamos nuestro proceso de conversión. Es normal que así sea. Ya no se comparten valores en común. Quizá los planes que se disfrutaban antes ya no forman parte de nuestra nueva cosmovisión. Tal vez, las conversaciones que antes se tenían ya no son de nuestro agrado. Cambiamos lo que consideramos que se corresponde con los valores que hemos adquirido. Por eso, es importante aceptar con humildad que las amistades pueden terminar. Podemos construir nuevos vínculos con personas que nos ayuden a acercarnos a la virtud.
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