La planificación familiar natural supone el uso del reconocimiento de la fertilidad (con
un Método Natural) para conocer las posibilidades de embarazo. También, tener o no
relaciones en función de ello. Esto es lo que podemos llamar también Paternidad
responsable.
La planificación es familiar, de los cónyuges, que son quienes deciden en su intimidad.
Segundas, terceras e incluso cuartas opiniones, sobran. Sí, también, la de la vecina que
solo da consejos. Genera bastante desesperanza ver cómo hay quien se entristece por ver
una embarazada. Alegría, no escándalo ni culpabilidad, debe dar traer hijos al mundo,
aunque no parezca el momento oportuno.
Usar planificación familiar natural no es sinónimo de tener muchos hijos. Hay quien
piensa que por tener dos o más hijos es que no funciona el método. No digo nada
cuando encima se llevan un año escaso entre ellos.
¿Y dónde está el fallo?
Puedo decir sin equivocarme que el fallo o la culpa (si se le puede llamar culpa a una
nueva vida) casi nunca es del método. Los métodos naturales, para espaciar embarazo,
funcionan. La eficacia real alcanza el 99,6% siempre y cuando se apliquen
adecuadamente unas reglas.
Sí, funcionan. Tienen una eficacia tan alta que incluso supera a las píldoras o a los
condones cuando se necesita posponer embarazo. Cabe destacar, no obstante, que no
son métodos naturales anticonceptivos. Son métodos de reconocimiento de la fertilidad.
Permiten vivir una sexualidad plena y abierta a la vida, aunque se tengan relaciones en
días infértiles. Me refiero, lógicamente, a los métodos modernos como el Billings o el
Sintotérmico, no al del cálculo o calendario.
Y el método en cuestión funciona
Funciona si se ha aprendido bien, si se conocen y se aplican correctamente sus
reglas. No vale echar la culpa cuando se aprendió de mala manera por internet, ni
cuando las gráficas estaban incompletas y no había por dónde cogerlas, ni cuando se
empezó un tiempo de aprendizaje que nunca terminó.
Es, entonces, cuando viene un embarazo sin esperarlo y por dar explicaciones a quien
no hace falta darlas. Recuerdo a una mujer que se escudó en esas “malditas gráficas”.
Sería como si, al tropezarse con una mesa, se le echara la culpa por el dolor del golpe,
cuando solo había que mirar por dónde se andaba.
El reconocimiento de la fertilidad no enseña a no tener hijos, sino que enseña a saber las
posibilidades de fertilidad. El método realiza su función. Es el matrimonio quien decide
qué hacer con la información. De un 100% de entendimiento, sacamos un 100% de
libertad y de responsabilidad consciente.
Porque el secreto está en saber
Y si no se sabía, por favor, no podemos decir que el método no funcionó. Digamos, más
bien, que no teníamos ni idea de lo que estaba pasando. Igualmente, eso no quita valor
ni generosidad, ni hace que esos hijos que llegaron de forma imprevista sean menos
queridos, sino todo lo contrario.
Nadie sabe, ni tiene por qué saber, que donde cabía posibilidad de embarazo (aunque
fuera una entre mil) se eligió la opción “nos arriesgamos”. A pesar de ese rumor popular
que decía que no iban a venir más hijos, vinieron. Es que los métodos no saben que la
vida es rica en afectos y emociones. No entienden de los tiempos de abstinencia
requeridos. Los hijos son certeza del amor de dos y regalos exclusivos de Dios, por eso,
nunca se debería decir que son fallos técnicos.