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Día: octubre 29, 2024

Formar la conciencia

En principio, las preguntas que nos hemos de hacer es ¿qué es la conciencia? ¿Es un tema de opinión? ¿Es algo subjetivo?


Conciencia y verdad


La conciencia bien formada responde a una verdad moral. La verdad solo es una. Si pensamos, como dice el dicho, “allá cada cual con su conciencia”, podemos acabar creyendo erróneamente que hay tantas verdades como conciencias. No es así. Hace poco escuché que la conciencia es quedarse a solas delante de Dios. Es permitir que Él hable al corazón. La realidad es que hemos sido creados a imagen y semejanza
suya.


La conciencia y la voluntad de Dios


Existe una ley natural que no está contrapuesta en ningún caso a la ley divina. Todo lo contrario. Dios ha inscrito en nuestra naturaleza su voluntad. Por eso, si una persona hace silencio en su interior, escuchará la voz de Dios: eso es la conciencia, la razón iluminada a la luz de Dios.
La conciencia, entonces, no es buscar nuestra convenida subjetividad. Es encontrar la verdad que nos hace libres y más cercanos al Creador. Ahora bien, la conciencia requiere de una educación continua, ya que estamos permanentemente influidos por el mundo y tentados por el pecado.


¿Cómo podemos educar la conciencia?


La conciencia se educa en todo momento, desde que nacemos hasta que morimos. Es tarea de los padres enseñar a los hijos la batalla moral que existe en cada persona: cómo tratar a los demás, el valor de la espera, decir la verdad, etc.
Cuando somos niños, crecemos en medio del conocimiento de las virtudes (las lleguemos a lograr o no). Cuando llegamos a ser adultos, la cosa no cambia: seguimos necesitando formar nuestra conciencia para conocer el bien que se abre a nuestro alrededor cada día de nuestra vida.


Fuentes formadoras externas


Resumo a continuación las fuentes externas que nos ayudan a formar nuestra conciencia. El resumen está basado en los puntos del Catecismo de la Iglesia Católica 1783 – 1785, y en sesiones formativas impartidas por el Obispo Munilla:

  • La Palabra de Dios que hacemos vida en nosotros, asimilada en la fe y en la oración: no podemos pensar que la Biblia es una simple lectura superficial, es mucho más, es la manera de encontrar a Dios en nuestra vida.
  • La sabiduría de la Cruz: cuando la conciencia huye de la Cruz, está perdida. Todos los grandes ideales suponen esfuerzo y sacrificio. Es imposible huir continuamente de una ida sin sufrimiento. Bien dice la famosa oración a la Virgen: vivimos en un “valle de lágrimas” y necesitamos encontrar el sentido unidos a la Cruz de Cristo.
  • Los Dones del Espíritu Santo que nos iluminan.
  • Los testimonios y consejos de otras personas que tanto nos ayudan a hacer nuestras cosas buenas que vemos que viven los demás: no somos islas independientes en este mundo y la prueba está en que Dios también nos habla a través de las vidas de nuestros amigos, familiares, etc. Escuchamos o vemos cosas que nos tocan el corazón y nos mueven a cambiar.
  • El Magisterio de la Iglesia que ilumina aspectos diferentes relacionados con la moral y la fe.


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Cada persona está llamada a abrirse a la luz, a las cosas que Dios le va descubriendo a lo largo de su vida. En realidad, tenemos una responsabilidad, una obligación de no deformar nuestra conciencia.
Podríamos poner millones de ejemplos, tantos como personas que han valorado, aceptado y aplicado lo que descubren en su conciencia como bueno y verdadero, de forma continua. Seguramente podemos encontrar esos ejemplos en nuestra propia vida.
Educar la conciencia también significa educar en las razones de por qué hacemos las cosas, reconociendo su peso y verdad moral, que no depende de lo que piense o haga la mayoría.