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Día: noviembre 9, 2024

El amor perfecto

Todos tenemos en mente una idea del amor perfecto: un amor en el que ambos se entregan mutuamente en igualdad, sin tensiones ni conflictos. A veces, en el amor perfecto, las discrepancias se resuelven con comprensión y armonía. No es esta una imagen ingenua o irreal. Es algo que, en el fondo, muchos quisiéramos alcanzar de alguna forma. Quizás, no con una melodía empalagosa de fondo, sino con autenticidad. A todos nos gustaría un amor así.


El amor perfecto

Es que el ser humano busca la felicidad. Busca amar y ser amado, llenar esa sed de amor en la vida compartida en pareja, en el matrimonio. Porque el amor es la base de la felicidad. Sentimos esa necesidad de amar y ser amados. Cuando nos enamoramos, parece que esa necesidad se satisface. Es un periodo maravilloso, en el que los defectos del otro se desvanecen y todo parece encajar.

Idealizamos el amor. Eso no es malo. Es natural, incluso, positivo, porque nos brinda un modelo teórico al que aspirar. Lo sabemos: ninguno de nosotros es perfecto. Lo anhelamos: un amor que se entrega sin reservas, sin medida, que lo da todo.


El amor imperfecto

El amor perfecto, no obstante, no existe entre los seres humanos. Todos tenemos defectos. Aun así, tratamos de saciar nuestra necesidad de sentirnos amados a través del otro. En parte lo logramos. Lo logramos, sí, de forma incompleta. Ello puede llevar a la decepción.

Nos defraudamos porque, como seres imperfectos, cometemos errores. Aunque al principio parece que el otro cubre nuestra necesidad de amor, con el tiempo descubrimos que no es así.

Podemos caer en la tentación de buscar a alguien más, un alma gemela que sí cumpla con esa idea de amor perfecto. Así, la realidad nos enseña que el amor idealizado no existe en las personas imperfectas. No puede existir.


Querer y no saber demostrarlo

Esta insatisfacción sucede en parte, también, porque, aunque amamos profundamente, no siempre sabemos cómo demostrar ese amor de manera que el otro lo perciba. Es curioso, he visto en muchas parejas,se aman sinceramente y no logran que el otro se sienta amado.

A veces es un problema de comunicación o, tal vez, de demostrar el amor de formas que el otro no lo reconoce. Puede que hablemos diferentes lenguajes del amor.

Sin embargo, por más que lo intentemos, es común que esa sed de amor no se sacie del todo en la vida en pareja. Entonces, llega la resignación: el otro no cubre completamente mi necesidad de amor… pero se acerca y, con eso, me conformo.


¿Podemos esperar el amor perfecto?

Pensar que una persona imperfecta logrará un amor perfecto es, en verdad, irreal. Nuestro objetivo debe ser acercarnos lo más posible a esa idea ideal del amor, para intentar saciar esa sed de amor del otro y la nuestra propia.

Por mucho que lo intentemos, siempre nos quedaremos cortos. A veces más, a veces menos, pero nunca alcanzaremos la perfección. Además, no sería justo esperar que el otro cubra esa necesidad de un amor perfecto. Estaríamos exigiendo algo imposible.

Entonces, debemos preguntarnos: ¿yo doy un amor perfecto? ¿Por qué lo exijo, si tampoco puedo ofrecerlo?


Querer a cada uno tal cual es

La clave está en aceptar que todos tenemos defectos (¡ojo, yo también!). Partiendo de este punto, debemos amarnos con nuestras imperfecciones, con nuestras virtudes y con nuestros defectos.

Entonces, ¿ese amor no calma por completo nuestra sed de amar y ser amados? No plenamente, pero en parte, sí. Depende de cada uno acercarse a ese ideal, aunque nunca lo cubramos del todo.

Lo justo es amar a ese amor imperfecto, con sus defectos y virtudes. No hablo de soportar los defectos ni de ignorarlos, sino de amarlos. Amar al otro tal como es, con sus inevitables imperfecciones. Exigir lo contrario sería pedir algo que nunca podrá darnos.


Perdonar y pedir perdón

Parte de ese amor hacia las imperfecciones es, también, aprender a pedir perdón cuando cometemos errores y a perdonar. Aunque, a veces, el perdón se expresa con una caricia o con una mirada, lo más sano es hacerlo de manera clara y explícita. Esto es algo que suele costar más, porque pedir perdón significa reconocer nuestras imperfecciones.

Cuando el otro también acepta su imperfección, es más fácil perdonar. Esto, que puede parecer sencillo, es uno de los pilares de “una relación perfecta”: cometer errores, pedir perdón y perdonar. Esa “pareja perfecta” reconoce la imperfección, la acepta y la abraza. Se aman tal como son, con sus virtudes y sus defectos.


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El amor perfecto no existe, porque las personas somos imperfectas. Eso no significa que debamos dejar de luchar por un amor que aspire a la perfección: amar sin reservas, perdonar sin límites, tener paciencia sin fin.

Después de todo, al otro lado, también, hay alguien imperfecto que soporta nuestras imperfecciones. Las abraza y nos ama con nuestros defectos.