La vocación de todos es el amor. ¿Qué tiene de particular el matrimonio? Revisaremos algunas frases de Amoris Laetitia para reflexionar sobre este hermoso tema. El matrimonio, como explico más adelante, en este momento de la historia, creo que se está redescubriendo.
1. Estamos llamados al amor
Estamos llamados a amar y a ser amados. Además de amar a Dios y sentirnos amados por Él, existen otros tipos de amor humano que también necesitamos, como el amor de amistad, filial, conyugal, y la entrega a los demás. El amor humano no se encuentra únicamente en la vocación al matrimonio.
2. La vocación matrimonial es personal, no general
Dice el Papa Francisco (Amoris Laetitia, 72): “el matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de formar una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional”.
Además, San Josemaría, en El matrimonio, vocación cristiana, afirma: “el matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural”. Esto no implica simplemente decidir con quién casarse, sino también discernir si uno tiene esa vocación específica. La elección de pareja viene después de este discernimiento. Sin confirmar la vocación, uno no debería casarse.
Cuando Dios da una vocación, proporciona también las cualidades necesarias para vivirla. El matrimonio tiene las suyas. El matrimonio exige ejercitar muchas virtudes cristianas. Primero, las teologales. Luego, todas las demás: prudencia, lealtad, humildad, trabajo, alegría…
Si bien el matrimonio ofrece una gran felicidad, no es fácil ni adecuado para todos. Considerar el matrimonio como una vocación universal para quienes no optan por el sacerdocio, la vida religiosa o el celibato apostólico, es un error que genera infelicidad en muchos matrimonios y contribuye a numerosas anulaciones y divorcios.
La vocación matrimonial es tan personal e importante como cualquier otra y adaptarla a nuestras necesidades personales es lo que Jesús recriminó a los fariseos (Mt 19, 3ss). Creemos que estamos, en estos momentos, en un momento histórico de redescubrimiento de la vocación matrimonial.
3. No hay hogares alegres sin matrimonios alegres.
Hoy en día, se busca y se desea tener hogares felices. ¿Puede haber hogares felices si no hay disfrute en la relación matrimonial? Sin un amor profundo entre los esposos, no es posible lograr un hogar feliz, tal como Dios lo concibió desde el principio.
Por eso, debemos esforzarnos en disfrutar de nuestra vocación y de nuestra pareja. Cuando Dios da una vocación, es para hacernos felices, no para vivir arrastrándonos en la infelicidad. Quienes estamos casados, debemos esforzarnos día a día por mejorar nuestro matrimonio y cultivar el amor hacia la esposa o el esposo.
Cabe aclarar, entonces, que los hijos son la consecuencia natural. No son la razón para casarnos. Lo mismo sucede con la incapacidad de ser continentes.
Los que orientan a los matrimonios, en nuestra opinión, deben animarlos a enamorarse cada día más. No deben conformarse con que sean matrimonios estables por pura voluntad. Si un matrimonio es feliz, necesariamente será estable. Si se rompen matrimonios, es por su infelicidad.
4. La necesidad de matrimonios felices
El Señor santifica y bendice el amor del esposo hacia la esposa y de la esposa hacia el esposo. No solo ha dispuesto la unión de sus almas, sino también la de sus cuerpos. Ningún cristiano, esté o no llamado a la vida matrimonial, puede desestimar esta vocación.
Los últimos Papas, incluido el Papa Francisco, han hablado sobre la necesidad de matrimonios felices. Estos se logran con una buena educación y un acompañamiento en el discernimiento vocacional. Casarse no es un derecho ni una obligación. Es una decisión que requiere discernimiento y el convencimiento mutuo de dar ese paso en libertad.
Es importante ayudar a los jóvenes a discernir su vocación. No solo entre matrimonio y vida consagrada. Hay muchas otras vocaciones y formas de alcanzar la felicidad. Dividir la sociedad en solteros y casados es algo bastante limitado y anticuado. La vida es rica y maravillosa cuando se sabe vivir plenamente.
Ser feliz debe ser el objetivo de cualquier persona. Esto pasa por conocer nuestros defectos y virtudes. También, por elegir la forma en que queremos amar y ser amados.
5. El olvido de uno mismo
Esto es imprescindible para ser feliz en la vida. Una persona centrada en sí misma nunca será verdaderamente feliz.
En el matrimonio, uno no debe estar tan centrado en el sacrificio propio que impida recibir el amor y los cuidados del otro. Debemos estar abiertos a nuestra esposa o esposo.
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Cerramos con las palabras del Sumo Pontífice: “el ideal del matrimonio no puede configurarse solo como una donación generosa y sacrificada, en la que cada uno renuncia a toda necesidad personal y se preocupa únicamente por el bien del otro sin satisfacción alguna.” (Amoris Laetitia, 157).