La fiesta de la Navidad nos convoca a poner la mirada sobre el acontecimiento que marcó —literalmente— un antes y un después en la historia de la humanidad, y que ha llegado hasta nuestros días en múltiples manifestaciones: las celebraciones religiosas, claro está, pero también los regalos para los más pequeños, el árbol decorativo y, más aún, el pesebre o belén.
Precisamente esta representación de la Natividad, con las figuras protagónicas del Niño Jesús, María y José, y los pastores, borricos y reyes magos en el reparto, es sumamente apelante, llamativa, para la vida de una pareja que, con o sin niños, tiene mucho que aprender de ese triduo que también se conoce como Sagrada Familia.
Siguiendo este modelo ejemplar, queremos presentarte tres formas de expresar el amor de una forma que enriquezca la vida matrimonial, independientemente de las circunstancias o aspectos que pueda tomar —no siempre tan gratificantes—. Aquí van:
1. Un regalo meditado
Claro que, si hablamos de Navidad, no es posible olvidarnos de los regalos. A imagen de los Reyes que llevaron incienso, oro y mirra al Niño en Belén, nosotros ofrendamos obsequios a nuestros seres queridos, como representación del regalo de la salvación que el Hijo de Dios vino a traer al mundo, no sin sacrificio. Por ello, quizás sea bueno que los dos se esmeren por pensar qué pueden dar de sí al otro: un objeto, un gesto, una experiencia…
Pongamos un ejemplo. Jimena siempre se esmera en preparar buenos regalos para Ezequiel; él, que puede resultar en general menos perceptivo, busca captar las necesidades de ella —y Jimena, a la vez, sabe cómo hacerse entender cuando quiere un nuevo par de zapatos—. El esfuerzo puesto en esto demuestra qué tanto nos importa el otro para atender a sus necesidades, siguiendo el ejemplo de María y José.
2. Una palabra o gesto sincero
Algo que también aprendemos de la tradición navideña es que Jesús, el Hijo de Dios, se ha hecho pequeñísimo, para conmover el corazón endurecido de los hombres y volverlos a la senda del amor que Dios trazó para ellos, y que les invitó a recorrer libremente. Aquel que, siendo Dios se hizo hombre, nos puede enseñar la veta del amor expresado en el servicio al otro.
En nuestro caso, eso nos pasa bastante cuando alguno de los dos está demasiado cansado para atender a nuestra hija, o cuando nos ofrecemos voluntariamente a cubrir alguna tarea del hogar para liberar de la carga al otro. También podemos aprender a buscar la reconciliación con palabras y gestos de humildad, aun cuando tengamos razón, o cuando tengamos “las de ganar”.
3. Un acto de entrega
El Nacimiento es un acto de entrega. En el “sí” de María y en el acompañamiento de José podemos ver el amor de donación para con todos nosotros. En el matrimonio serán muchas las ocasiones en que tendremos que demostrar nuestro amor en la renuncia y en la entrega.
La gran mayoría de las parejas, al casarse, tienen la misma conversación: “¿con quién pasamos las fiestas?” Y es que, a la hora de formar una nueva familia, a veces debemos elegir con qué familiares compartiremos estas fechas tan importantes, y en muchas oportunidades uno de los dos debe renunciar a la compañía de un ser querido por la alegría y el bienestar del otro.
Nosotros tenemos esa conversación cada año, y a ambos nos ha tocado hacer sacrificios. Pero en esa entrega siempre encontramos la satisfacción de la alegría del ser amado. Eso sí: procuren turnarse, no sea que el sacrificio siempre lo haga uno.
En definitiva, que la Familia de Belén sea reflejo de la familia que quieren ser.