En tiempos de pandemia, en los que se complican los encuentros físicos, comienza a practicarse entre las parejas el sexting: el envío de contenido sexual íntimo como videos, fotos o conversaciones eróticas, a través de los dispositivos o redes sociales. ¿Existe algún problema en digitalizar nuestra sexualidad? En el siguiente artículo reflexionaremos sobre los tres riesgos a los que nos podemos exponer.
1. No hay manera de controlar lo enviado
En el internet, todo lo que publicamos deja de ser nuestro, por la facilidad con la que un contenido se puede compartir. Si enviamos una fotografía o un video íntimo, quien lo recibe puede iniciar una cadena de reenvíos, y sería imposible rastrear a quienes finalmente posean el material.
Aún en casos donde existe confianza entre los involucrados, alguien que dijo amarte también puede traicionarte, como en muchos casos denunciados, luego de rupturas amorosas. Aunque se conozca al culpable y se tomen medidas legales, la imagen íntima podría seguir circulando entre más personas.
2. Usas al otro, en vez de conocerlo
Una pareja que erotiza sus conversaciones se expone a basar su relación en la satisfacción que produce. Es decir: se reduce a ser un mero objeto de placer, por lo cual prevalece el uso, antes que el amor. Fuera de estas sensaciones, ¿qué tan estable es la relación?
El no poder encontrarnos físicamente es el momento perfecto para conocer mejor a la otra persona, para profundizar las conversaciones y hasta afinar para las diferencias. Pero si invertimos ese tiempo valioso para usarnos el uno al otro, estamos desaprovechando la oportunidad de crear una intimidad que se encamine hacia la amistad y a la confianza.
3. Siembra un vicio
A través de la activación de los sentidos —de la vista y del oído cuando tenemos conversaciones subidas de tono—, estamos estimulando en nuestro cuerpo una excitación sexual que eventualmente culminará en la masturbación. Algunos toman este hábito como “normal” y como “parte de la vida”. Pero, si no lo detenemos a tiempo, se puede convertir en un vicio, uno que se arrastra hasta la adultez, e incluso hasta el matrimonio.
Muchas parejas se frustran porque, aún cuando pueden tener relaciones sexuales, a uno se le dificulta dejar de masturbarse. Lo ideal es dejar todo lo que nos apegue a esta práctica que, más que “ayudarnos a explorarnos”, debilita nuestra voluntad.
¿Y si ya hice sexting?
Lo importante es saber en qué contexto queremos poner nuestras relaciones sexuales. Si nos da igual y no tenemos ninguna meta, no hay nada que recomendar. Pero si has decidido tenerlas en el matrimonio, ¡trabaja por ello, y pon los medios a partir de ahora!
Corta el envío de fotos, videos o conversaciones que sabemos que estimularán una excitación sexual. En vez de ello, aprende a generar diálogos que sumen a la relación. Por otro lado, evita ambientes y horas que propicien que los impulsos sexuales se desaten. En los casos presenciales, suele pasar en lugares sin nadie alrededor. En el caso virtual, sucede en las largas noches de pláticas, cuando se siente un poco de libertad, ya que todos duermen. Tengamos un límite de tiempo para ir a dormir, lo que también nos permitirá ser más productivos al día siguiente.
¡No nos desanimemos por la distancia o por las caídas! Más bien, pongámonos a prueba en las dificultades. Evitemos los baches que nos pueden perjudicar y vayamos por el camino que nos hemos trazado.