Cosa rara es el amor, queridos amigos. Es el motor mismo de nuestra existencia y, aun así, sabemos tan poco. Ha impulsado algunos de los actos más heroicos y ruines de la humanidad y parece que sigue siendo un misterio. Lo oímos en canciones, en películas, en libros, pero ¿de qué estamos hablando?
“¿Amor? ¿Qué significa?” es una de las principales interrogantes que conforman a aquél clásico del nuevo siglo titulado (500) Días con Ella. Comprendo que esta película peca de libertina en ciertos aspectos, lo que, lamentablemente, le impide ser apta para todos. Pero insisto en que su conclusión resulta siendo bastante tradicional (aunque tal vez, no intencionalmente). Por eso, vale la pena rescatar el planteo principal de su historia: una idea riquísima y espléndida para escribir un modesto artículo acerca del idealizado y desencantado amor.
“Esta es la historia de un muchacho que conoce a una muchacha”
Así comienza (500) Días con Ella. Pero no se emocionen tanto los románticos enamorados. Esta no es una historia de amor.
Estrenada en 2009 y dirigida por Marc Webb, esta comedia romántica indie nos habla de un tal Tom Hansen que acaba de cortar con su pareja, Summer Finn. Esto lo lleva a replantearse su comprensión sobre el amor y las relaciones ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo se llevaban? ¿Por qué cortaron? ¿Cuáles eran sus expectativas? Destino, tarjetas de San Valentín, arquitectura, y The Smiths. Marc Webb nos invita a un recorrido a lo largo de una catástrofe de 500 días.
“Ella solo amaba dos cosas en la vida…”
“Ella solo ama dos cosas en la vida: su largo cabello negro, y con qué facilidad puede cortarlo sin sentir nada”. Summer Finn era una muchacha. Promedio, aunque distinta a las demás muchachas promedio. Es eso que ha pasado a ser denominado culturalmente como “el efecto Summer”. Una chica que, a pesar de no destacarse físicamente sobre las demás, cuenta con cierto encanto natural que le hace imposible pasar desapercibida por el sexo opuesto.
En la película, Summer ocupa el papel del amor sin compromiso. Ha tenido varias relaciones en su juventud, de distintas variedades, en busca de disfrutar y vivir nuevas experiencias. Más aún, desde que sus padres se divorciaron, simplemente “no cree en el amor”. Está en absoluto desencantada.
A pesar de abrir su corazón a Tom, ella tiende a evitar el apego y se rehúsa a forjar un vínculo afectuoso sólido. Es emocionalmente inmadura. Al aburrirse de la relación, su primer impulso es terminarlo todo. En una secuencia, se le pregunta por qué sus relaciones pasadas no han funcionado, y se limita a responder: “es lo que siempre pasa… es la vida”.
No solo le ha roto el corazón a Tom. Lo ha hecho polvo. Por estas razones, Summer ha pasado a la historia del cine como “la mala de la película”.
“Él creía que solo podía ser feliz de un solo modo…”
“Él creció creyendo que jamás podría ser feliz hasta conocer a la elegida”. Tom Hansen era un muchacho. Aunque estudió arquitectura y tenía una agudísima perspectiva de la armonía, se decidió por trabajar en una compañía que diseña tarjetas de regalo, o como dice él, “poniendo en la boca de las personas lo que ellas no se animan a decir, a través de un pedazo de cartón”.
Pero Tom no estaba preocupado por progresar en sus metas profesionales, ni por responder a su vocación. Las películas, la música pop y las tarjetas de San Valentín habían forjado en él un ideal: la chica indicada. Su única expectativa de felicidad se basaba en la muchacha de sus sueños. Aquella a la que le gusten las mismas cosas que él, con la que pueda estar alegre todo el tiempo y pasar el resto de su vida. La creencia de que a cada persona le espera su alma gemela.
Para este muchacho, coincidir con Summer solo pudo significar una cosa: el destino. Pero si es así, ¿por qué terminaron? Es lo que no puede entender. Por esas razones, Tom ha pasado como “la víctima” de la historia.
¿Qué no entendía Summer?
El amor no es una virtud, como muchos capaz creerán. El amor es un afecto. Es la atracción natural hacia el bien. Pero como todo afecto, puede educarse y moderarse, forjándolo en la virtud. Y una de las muchas cosas que implica el amor virtuoso, es la constancia.
Cuando el afecto amoroso madura, debe evolucionar más allá de la mera satisfacción momentánea, para convertirse en una búsqueda profunda y habitual de la persona que amamos. La virtud deja de lado aquellos bienes que “se usan y se tiran”. Apuesta a construir un compromiso firme con ese amado.
Summer se pregunta: “¿Qué significa esa palabra? Yo he estado en varias relaciones, y nunca me he enamorado”. Nunca se había enamorado porque nunca había comprendido el “amor” más allá del afecto. Para ella, cuando el sentimiento ya estaba satisfecho, todo terminaba. Entonces, llegaba el momento de “buscar otro amor”.
Visto de esa manera, es entendible porque se encontraba totalmente desencantada. Al ser un afecto, no hay que esperar que dure para siempre. Tarde o temprano se apagará. Por eso, ese “amor” del que nos hablan las canciones, las películas románticas y los libros no es más que una fantasía.
¿Qué no entendió Tom?
Nuestro protagonista vivía con una concepción idealizada. La música y las películas habían formado en él la idea de un “amor destinado” y de “almas gemelas”, y solamente porque los dos se gusten y coincidan en superficialidades. Eso se ve en una de las escenas más duras en donde, a través de dos pantallas, las expectativas del joven son comparadas con la realidad.
En otra secuencia, una amiga suya, Rachel, que es la voz de la razón en la película, le dice “Solo porque le gusten las mismas basuras que a ti, no la hace tu alma gemela”. Pero él prefiere no escucharla.
El amor virtuoso entre dos personas no es solo un compromiso. Una virtud implica una adecuación de la razón a la realidad. El amor virtuoso es un amor realista. Entiende bien cómo son las cosas. Comprende qué puede esperar sin idealizar a la otra persona. Por eso, decimos que es una búsqueda profunda. No le basta conocer superficialmente. Es un descubrimiento serio y cada vez más íntimo de ese bien amado. De ahí surge la frase “solo se ama (bien) lo que se conoce (bien)”.
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¿Summer era la mala? ¿Tom era la víctima? Lo cierto es que ambos son las víctimas. Víctimas de un mundo que no les ha enseñado la verdadera naturaleza del amor. No les ha inculcado la virtud, condiciones en las cuales lo único que podemos esperar son corazones inmaduros y egoístas.
Summer era inmadura y egoísta, porque veía, a las relaciones amorosas como un placer momentáneo. Tom era inmaduro y egoísta, porque veía las relaciones amorosas solo buscando hallar su felicidad.
¿Eso lo dice la película? No directamente. Pero, en definitiva, su idea coincide con lo que este artículo busca remarcar: se ha perdido el sentido. Una relación no es como observamos en las películas. No hay almas destinadas a estar juntas. La felicidad no nace cuando se encuentra a la persona indicada. La vida feliz solo tiene una base: construir la virtud en nuestros corazones. Solo de este modo forjaremos un amor real y perdurable. En palabras de un filósofo: “no hay más amor que el que se construye”. Pero ¿Cómo iban a saberlo Summer y Tom? Una muchacha inmadura que no estaba dispuesta a construir, y un muchacho inmaduro que creía que ya estaba todo construido.
Soy Juani Rodriguez pero @decime.negro