Cuando empieza un año, tendemos a hacer borrón y cuenta nueva: comer más sano, empezar a salir a correr, evitar jornadas de trabajo maratonianas, querer más a tus hijos, a tu marido o mujer, o demostrarle mejor el cariño que le tienes…
El inicio de un año es el momento de hacer propósitos. hoy te voy a aconsejar un buen propósito a añadir en tu lista: “empezar el año sin rencores”.
El rencor te hace daño
El rencor, esa sensación de resentimiento y amargura que guardamos hacia aquellos que nos han hecho daño, no es bueno. Cuando hay una ofensa, con frecuencia se juzga y surge un resentimiento, un rencor que no te hace bien. Es un viaje al pasado que vuelve con una carga emocional negativa.
Sin darte cuenta, en realidad surge como resultado de un juicio: viajas al pasado, juzgas de forma negativa, y vuelves peor que al inicio de ese viaje. El rencor es dejarte llevar por ese sentimiento negativo.
Sin embargo, las personas tenemos la capacidad de mantener una actitud positiva ante este sentimiento. Podemos tomar las riendas de esa situación y darle la vuelta.
Por qué perdonar
¿Por qué perdonar? En primer lugar, por uno mismo. No perdonas principalmente por hacer algo bueno para el otro (que también lo es). Perdonas porque te puede hacer bien a ti.
Todos buscamos la felicidad. Buscamos ser felices. Los recuerdos del pasado pueden volver a revivirse y volver a sentirse como alegres o dolorosos, dependiendo de cómo se vivieron en su momento. Quien vuelve a vivir con dolor un recuerdo, sigue alimentando emociones negativas. Estas emociones te atrapan en un ciclo interminable. Este ciclo puede derivar en depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental.
Tú tienes la posibilidad de hacer que ese viaje al pasado sea positivo, como un aprendizaje. Y entonces vuelves más feliz.
Qué es perdonar
El perdón surge de querer tener esa actitud positiva y sana ante las adversidades. Perdonar es tomar el control sobre ese sentimiento que surge cuando viajas al pasado. Es hacer las paces contigo mismo. Y, de paso, con los demás.
Perdonar es viajar al pasado y entender al otro sin juzgarlo. Así, vuelves aliviado y feliz. Si no perdonas, surgen el rencor, el odio y el resentimiento. Esos sentimientos no te hacen bien. Son venenos para tu alma e incluso para tu cuerpo.
Perdonar es viajar al pasado y volver aliviado, sin rencor. Es quitarte un peso del pasado. Un volver mejor que antes. Más feliz. Un acto de comprensión, de empatía ajena y de liberación propia. Es una ocasión sana para crecer.
Pedir Perdón
El primer paso es partir de la humildad, de una mirada positiva, como consecuencia del ese viaje al pasado. Entonces, pedir perdón y decirlo de corazón. A veces no tendrás claro de quién fue la culpa, si la hubiere. La responsabilidad no es lo importante.
Lo importante es que ese viaje al pasado termine bien. Te haga más feliz a ti y a los demás. Entonces, pedir perdón.
Perdonar de verdad
Quien perdona de verdad, deja cerrado el pasado y olvida. No guarda rencor. El que no olvida, deja la puerta abierta al rencor.
¿Y si vuelve a pasar lo mismo tengo que volver a perdonar? Los defectos no cambian. Cada uno tiene los suyos. Entonces, es posible que, ante los mismos errores, haya que volver a perdonar. ¿Una y otra vez? Muy probablemente.
Olvidar no es no aprender
¡Ojo! Ese olvidar no significa no aprender. Se viaja al pasado, se comprende, se perdona y se aprende de los errores (tanto una parte como la otra) para volver al presente con esa herida cerrada y cicatrizada, sin rencor y sin posibilidad de que pueda volver a abrirse. Eso es olvidar
¿Y olvidar cada vez? Olvidar es comprender y no guardar rencor por ti, no por el otro. No implica no aprender. Olvidar no supone no aprender de los errores y luchar por no volver a cometerlos.
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El perdón te libera del pasado y te permite vivir con alegría y plenitud en el presente. Es un regalo que te das a ti mismo, una oportunidad para sanar tus heridas emocionales y encontrar la paz interior que tanto anhelamos todos.