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Amar o usar en el matrimonio

Amar a otra persona implica buscar su felicidad con todas tus fuerzas y energías. Pero esta búsqueda no está exenta de tropiezos porque, como somos seres humanos, nos equivocamos y ponemos nuestro interés —algunas veces individual o egoísta— sobre el de la persona amada —o el de ambos como pareja.

Como novios recorremos un camino de conocernos y de elegirnos. Y cuando llega la hora del matrimonio, tendemos a creer que ese es el tan ansiado “final feliz”, y que hemos alcanzado nuestro objetivo. La verdad es que la historia no termina allí con la trillada frase “y vivieron felices para siempre…”. No. Este es apenas el comienzo de la aventura.

La vida en pareja es el comienzo de una vida nueva: vida de nuevas decisiones y acciones que demandan que el amor se renueve todos los días. El matrimonio está llamado a ser el lugar donde los cónyuges se ayuden mutuamente a sacar lo mejor del otro en el marco del amor. Amor entendido como la decisión de buscar lo mejor para la otra persona. Como lo más opuesto a amar es usar, queremos prevenirte de algunas situaciones en las que se ve el riesgo de usar a la otra persona en el matrimonio. 

1. Cuidado con convertirse en «roommates»

Como habrás visto en muchas películas —o tal vez experimentado en carne propia— la gente joven en las grandes ciudades suele compartir departamento o habitación para abaratar los costos. Se trata de los famosos “roommates”. Pagan a medias los servicios, dividen los gastos del supermercado, y algunas noches uno cocina para el otro, o lo sorprende con un plan de viernes por la noche que rompe la rutina. Por otra parte, cuando necesitamos soledad, es fácil cerrar la puerta de la habitación y evadir por horas la compañía de él o ella con tareas, trabajo, redes sociales u otro entretenimiento.

Tengan mucho cuidado de que esta convivencia se traslade al matrimonio. Existe un riesgo de convertirnos en “compañeros de cuarto” si dejamos de compartir nuestros proyectos, desafíos, problemas, angustias, anhelos. Hay parejas que “se acostumbran” tanto a la presencia del otro que dejan de trabajar en su relación. Tarde o temprano se terminan dando cuenta de que están viviendo con una persona que se ha vuelto desconocida.

No vivimos juntos solo por una cuestión instrumental: somos esposos. Para evitar esto, es fundamental que el otro sea partícipe de mis decisiones, que verdaderamente operemos “como sociedad”. En definitiva, que se den tiempo para soñar juntos, recordando que su mejor proyecto es siempre su matrimonio.

2. Cuidado con convertirse en «amigos con derechos»

Si algo caracteriza la vida matrimonial es la plenitud que ese amor encuentra en el sexo. Como se ha dicho en otros artículos, el placer sexual es el más intenso que se puede experimentar a nivel físico. Y de esto no hay dudas. Por eso, cuando los novios se preparan para casarse, interpretan —algunos más, otros menos— que están comprando, ¡un pase vitalicio para subir a una montaña rusa!

En este ámbito, corremos el riesgo de instrumentalizar al otro exigiéndole que satisfaga mi deseo sexual sin atención a su disponibilidad. Si bien es cierto que nos hemos hecho el mutuo don de nuestras personas en el matrimonio, debemos acercarnos a las relaciones movidos por el amor y sin forzar la voluntad del otro.

Dejamos aquí un dato curioso. En su bestseller El cerebro femenino, la neuropsiquiatra Louann Brizendine señala que el cerebro del hombre dispone 2,5 veces más espacio dedicado al apetito sexual que las mujeres —y otro tanto ocurre con la agresividad—. Esto manifiesta que varones y mujeres no nos acercamos de igual manera a las relaciones sexuales.

Los hombres podemos estar cansados, pero la idea de tener sexo puede animarnos. En cambio, esto no suele ocurrir con las mujeres en iguales condiciones de fatiga. Entender esto y comprender mejor al otro es importante para respetar sus tiempos, así como para ordenar mis deseos buscando que prime el amor. Esto ayuda a evitar frustraciones, malentendidos o exigencias fuera de lugar que pueden pervertir el sentido del sexo. Recordemos que este se ordena a la transmisión de la vida y a reafirmar la relación y su profunda intimidad y unidad.

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