Cada vez se le da más lugar a hablar de las heridas emocionales que afectan, en el día a día, el desarrollo de la vida personal. Estas heridas, poco a poco, incapacitan a la persona para amarse a sí misma y, también, para amar a los demás. Son, por tanto, un punto muy serio en la vida.
Pues, aunque no se quiera hablar de ellas -generalmente es un tema muy sensible de afrontar-, ahí están. No hay que perder de vista que se sienten sus efectos. Sin embargo, poder sentirnos libres frente a esta realidad y hablar del tema sin sentirnos culpables por vivir la realidad que vivimos, es fundamental para poder avanzar en nuestro proceso personal de sanación y crecimiento.
1)Reconociendo mi historia con libertad
En la experiencia clínica como psicólogos, se encuentra, a menudo, que hay muchas resistencias para entrar a hablar de los conflictos de nuestra vida. Esto es natural, nuestra psique siempre optará por protegernos de las experiencias dolorosas.
Frente a esto, el mecanismo psicológico puede optar por significar la experiencia de tres maneras posibles: el primero, es el mecanismo del bloqueo: bloquear algo de la mente. Así, cuando están en la consulta, se dan cuenta que hay grandes fragmentos de su vida que no recuerdan bien.
El segundo mecanismo es la distorsión. Este mecanismo busca darle a esa situación dolorosa un rostro más aceptable con el fin de poder llevar el dolor que esta representa.
Por último, está la representación. Cuando hay eventos que no representan un peligro real para la persona, se experimenta de un modo positivo. Simplemente se recibe en la memoria y logramos hablar de estos eventos de nuestra historia con tranquilidad.
Un paso fundamental para avanzar en los procesos de sanación es poder reconocer que un evento -o una serie de eventos- en mi vida ocasionaron un dolor real y que ese dolor está trayendo un mal funcionamiento a mi vida actual. Muchas veces no logramos hacer esto, pues en muchas culturas no se valida la tristeza o el miedo o la experiencia de fragilidad. Por tanto, se convierte en una experiencia con la que nos cuesta relacionarnos y creemos que no es válida.
2) Reconocer el área de mi vida que no funciona bien
Cuando se ha recibido una herida emocional, el indicador más claro de que es una herida real, es el mal funcionamiento de un área o más en nuestra vida. Hay quienes sufren múltiples rupturas afectivas. Otros tienen problemas en el manejo del dinero, el autoestima, el cuerpo, la alimentación, el trabajo, etc.
Si alguna de estas, o varias áreas, no funcionan bien, hay que reconocerlo. Seguramente en la historia personal de vida hay un evento que ha generado una herida en ti y ocasiona que esa área no funcione bien.
3) Orar pidiendo claridad al Espíritu Santo
Cuando se ora y se pide claridad al Espíritu Santo, Él se encargará de iluminar tu corazón para mostrarte los medios correctos para conocer tus heridas. Hay heridas que pueden ser reveladas en la oración. Algunas, a través de tu director espiritual. Otras, a través de un Psicólogo -ojalá que esté abierto a la fe y no envuelto en otras corrientes que conducen a otras miradas de la persona-.
Tal vez, el paso más fundamental para poder comprender lo que Dios nos quiere decir, es la perseverancia. También, la plena certeza de que Dios nos mostrará lo que Él considere necesario para que podamos avanzar en el camino. De hecho, en el Evangelio, una pregunta fundamental que Jesucristo hacía a las personas que tenían alguna dolencia es “¿Crees que puedo hacerlo?” (Mt 9,27, Mc 9 22-24) y apelaba a la Fe como elemento fundamental de sanación ( Mc 5:34; Mt 9:22; Lc 17,19, etc.).
4) Busca ayuda profesional
Muchas veces, cuesta reconocer que no se puede lidiar con todo solo. La tentación del auto suficientismo está siempre a la puerta de nuestro corazón, haciendo creer a la persona que debe lidiar sola con todas sus experiencias. De hecho, es lo que muchas veces las personas dicen al iniciar su proceso: “he lidiado tanto tiempo con esto solo”. Únicamente cuando se ve al borde de las situaciones y se siente puesta al límite, la persona es que se decide a pedir ayuda.
5) No insistir en los comportamientos que nos hieren
Posiblemente, no caemos en la cuenta de que somos los responsables de nuestras decisiones. En un número importante de casos, encontramos, como psicólogos católicos, que la fe se vuelve la excusa en el paciente para no reconocer que nuestros comportamientos le lastiman. No todo es responsabilidad de Dios. Es necesario poder reconocer nuestros patrones de comportamiento, las heridas personales y lo que buscamos en las relaciones amorosas, en el trabajo, en la familia, para que empecemos a dar un fruto diferente, viviendo una vida libre de heridas.
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En conclusión, el reconocimiento de las heridas implica ver nuestra vida en silencio, ponerla delante de Dios todas las veces que sea necesario. La sanación no es un proceso lineal ni automática. Requiere del uso de todo nuestro ser (inteligencia, voluntad y afectos) para que se pueda tener una experiencia más reconciliada de la propia historia. Para esto, será necesario pedir ayuda, de manera que siendo orientados por un experto, se logre comprender los puntos esenciales de nuestra vida que no están funcionando bien. Es un ejercicio que requiere apertura, confianza y, sobre todo, paciencia. Pues, los procesos toman tiempo.