Tanto en el noviazgo como en el matrimonio la oración tiene una importancia fundamental, ya sea para la calidad del vínculo entre el varón y la mujer como en el perfeccionamiento de su comunión. Claro está, que, en esta ocasión, nos referimos a parejas en las que ambos comparten la Fe. Como dice la frase que instaló una campaña de oración promovida por un sacerdote norteamericano hace más de un siglo: “La familia que reza unida permanece unida”.
Es muy necesaria y bella, pero la oración en pareja no siempre es fácil de llevar a cabo. Analizaremos algunos puntos relevantes a tener en cuenta para hacer que sea posible una vida orante de a dos.
Vocación matrimonial como camino de santidad
Si vemos al matrimonio, y por ende al noviazgo, como una vocación que nos lleva a la santidad, va a ser más sencillo comprender la importancia de la oración. Una vida que nos conduzca a la amistad con Dios tiene que estar centrada en el diálogo con Él y en la búsqueda y seguimiento de Su Voluntad. Para eso la oración es indispensable. Cuando los novios y esposos basan su día a día en la entrega y seguimiento a Jesús, van a estar bien orientados. Ninguno de los dos se pone como medida del otro, sino que ambos se someten a la autoridad de Cristo, fuente de Amor y Vida para ellos. Esto implica también considerar que en la relación matrimonial hay un “Tercero” que es sostén de los dos, cuya asistencia y presencia fue invocada el día de la boda por Iglesia. A Él se recomienda consultar en oración las decisiones importantes que atañen a la vida de ambos, para conocer cuál es el camino que el Señor nos tiene preparado.
Como hemos afirmado en otras ocasiones, ambos cónyuges deben velar por la santidad de la otra persona cuya vida le fue confiada por el Padre para ser conducida a Él. Por eso, orar por la santidad del novio/a o del esposo/a es uno de los principales actos de amor.
Diferencias en el modo de orar
A menudo se dificulta rezar juntos porque es una realidad que varones y mujeres viven la espiritualidad de forma muy distinta. Incluso, cada persona suele tener sus preferencias, ciertas prácticas que le son más afines y otras que le resultan más lejanas o difíciles. Algunos disfrutan más de la oración contemplativa, otros de la lectura orante de la Palabra, otros de rezar el Rosario todos los días. Sería una excepción que ambos novios o esposos coincidan plenamente en su forma de orar.
Por este motivo, es necesario que juntos dialoguen sobre el tema con sinceridad y encuentren alguna manera de orar que haga sentir cómodos a ambos, como la bendición de la mesa o la lectura del Evangelio del día. Con una sola está bien, no hay que poner demasiadas exigencias porque se corre el riesgo de caer en la frustración cuando se torna imposible sostenerlo en el tiempo y que se termine sin hacer nada. Con coincidir en alguna práctica ya está perfecto y puede ser ese el momento que los una en oración. Es importante remarcar que cada uno debe alentar al otro en la realización de sus prácticas piadosas y de oración individual, que son un espacio valioso para que mantengan su carácter a la hora de rezar y puedan entrar en intimidad con Dios del modo más adecuado.
Asumir la espiritualidad familiar
Por otro lado, vale la pena remarcar que debemos ser realistas al momento de elegir cómo orar juntos. Muchas personas suelen sentirse desanimadas cuando ven que no llegan a colmar sus expectativas acerca de la oración en la vida matrimonial. Es acertado aquí recordar que cuando somos llamados a una vida de familia es lógico que tengamos un tiempo muy distinto para orar que aquellos que fueron llamados a la vida consagrada.
No podemos esperar vivir una espiritualidad monacal siendo laicos casados y padres insertos en el mundo. Por eso, asumir las cualidades propias de la espiritualidad matrimonial y familiar hace que no nos desanimemos tan rápido y que podamos proponernos metas reales y adecuadas.
Es normal que haya poco tiempo para la oración, que ocurran interrupciones si hay niños, que debamos conjugar la oración personal con la conjunta, etc. Lo más importante es fundar el noviazgo, el matrimonio y la familia sobre la roca de la oración. Luego ésta se adaptará según los momentos de la vida que
atravesemos. Tal vez en ciertas épocas nos contentaremos con la acción de gracias a la hora de comer, con una breve oración antes de dormir o una decena del Rosario. Y aquí sí es fundamental la presencia de la Misa en la vida de la familia, ya que, sin el amor de Cristo derramado en la Eucaristía, fuente del amor esponsal, el amor de los esposos puede apagarse de a poco.
No tenemos que olvidar tampoco que todas las acciones de entrega hacia los otros que hacemos en lo cotidiano también se convierten en ofrenda a Dios, siendo éstas mismas una forma de oración y ofrecimiento. Por ejemplo, cocinar, lavar, planchar, atender a los hijos pequeños, todos estos son actos de amor a Dios y a quienes amamos.
Sexualidad y espiritualidad
Finalmente, hay que tener en cuenta que cuando hablamos de oración en pareja no se puede dejar de lado la dimensión de la sexualidad. Indudablemente, el modo en que vivimos la espiritualidad impacta en nuestra sexualidad y viceversa.La riqueza contenida en la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia nos muestra cómo la sexualidad es imagen de la comunión trinitaria de Dios y que está llamada a ser oración y acción de gracias en el matrimonio. Ejemplo de esto son el libro del Cantar de los Cantares, de Tobías y las Catequesis de la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II. En estos textos se demuestra cómo el momento de la unión sexual de los esposos, vivida según el lenguaje del cuerpo que el Creador dispuso, es un acto sagrado de alabanza a Dios. Es también oportunidad para que los esposos oren antes o después de esa entrega, como lo hacen Tobías y Sara para consagrar su donación. El acto conyugal es transmisor de la gracia del sacramento entre marido y mujer, por lo cual es vehículo de santidad para ambos. Por esta razón está íntimamente unido a la espiritualidad de los esposos. La oración de ambos ayuda a vivirlo en la verdad y en la plenitud a la cual Dios nos llama.
Por último, destacamos que en el noviazgo la oración de los novios, en especial la adoración Eucarística, es fuente de gracia y fuerza para poder vivir la castidad como preparación para la verdadera entrega en el sacramento.
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Como conclusión, vemos que la oración en pareja es un gran manantial de gracias para ambos. Es fuente desde la cual se derrama el Amor eterno de Dios hacia el corazón de los novios y esposos, haciéndolos capaces de amarse a imagen del corazón de Cristo.