Constantemente escuchamos que basta que algo sea placentero para que Dios lo prohíba. Entonces, ¿es malo el placer? ¿Cómo se le ocurre a Dios crear algo, para después prohibirlo?
Y hete aquí que este es el gran engaño: el placer no es malo en sí mismo; de hecho, si fuera malo, no deberíamos comer, dormir ni tener hijos. Pero los placeres están orientados a un fin. Si se come, se duerme o se tiene sexo exclusivamente por el placer que ello produce, entonces es cuando aparecen los problemas. En este artículo expondré las consecuencias físicas, psicológicas, espirituales y sociales de vivir una sexualidad desordenada, tal como nos la ofrece el mundo.
Consecuencias físicas
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Enfermedades de transmisión sexual (ETS): sífilis, chancro, gonorrea, VIH, Clamidia, VPH, Herpes genital, hepatitis B, etc.; embarazos “no deseados” y, por tanto, abortos.
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Consecuencias de la masturbación: adicción a la pornografía, eyaculación precoz, problemas nerviosos, temblores, alteraciones químicas en el cerebro que producen pérdida de memoria y de concentración, prostatitis (agrandamiento que impide orinar). En mujeres, problemas de memoria, rechazo sexual a su pareja, agotamiento físico y pérdida de vitalidad.
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Consecuencias del sexo oral: ETS, cáncer de faringe, de amígdalas, de lengua, de boca, de cuello y cabeza.
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Consecuencias del sexo anal: ETS, desgarros, lesiones y hemorragias.
Consecuencias psicológicas
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Esclavitud: una sexualidad desordenada hace de la persona una esclava de sus hormonas, incapaz del dominio propio; la incapacita para la fidelidad y para establecer vínculos afectivos duraderos, es decir, para conformar una familia.
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Incapacidad de tomar decisiones y ausencia de dominio propio: el cerebro límbico, (emocional) bloquea la corteza cerebral, nos impide tomar decisiones y razonar. Entonces, lo que guía las acciones es la emoción, y no la razón.
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Depresión y suicidio: Uno de cada ocho adolescentes sexualmente activos sufre de depresión, y el suicidio ha llegado a convertirse en la tercera causa de muerte en los adolescentes.
Consecuencias sociales
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Altos índices de divorcio: la pareja cree que el matrimonio será como en el noviazgo, pero se olvidan de que el matrimonio es particularmente convivencia, y no pueden convivir porque en el noviazgo no conocieron lo que debían conocer. Después de algún tiempo de matrimonio, ya no quieren saber de sexo entre ellos, porque ya están hastiados de lo experimentado en el noviazgo; desaparece la carne, y aparece la verdadera persona. Luego viene la desconfianza, porque si no se abstuvieron en el noviazgo, muy difícilmente se van a abstener cuando deban estar separados (“si se acostó conmigo tan rápido, se puede acostar con cualquiera igual de fácil”).
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Aumento del madresolterismo: los niños de madres adolescentes son más propensos a nacer prematuramente y con un bajo peso, a sufrir de mala salud, a tener mal desempeño en la escuela, a huir de casa, e incluso a ser abusados o descuidados.
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Aumento en los índices de aborto por embarazos no deseados: Esto se traduce en la creencia de que se vale acabar con la vida de otro ser humano que se interponga en los planes trazados.
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Resquebrajamiento de la institución familiar: Con la división de las familias, miles de personas llegarán solas a su vejez, pues no fueron capaces de establecer correctamente su hogar ni de brindar una buena educación moral a sus hijos.
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Grandes costos económicos para el Estado y una crisis social en el sector de la salud, por cuenta de las enfermedades de transmisión sexual.
Consecuencias espirituales
Cuando el hombre busca el placer por el placer mismo, se vuelve egoísta e incapaz de amar. Tiende a despersonalizar al otro. La impureza nos hace egoístas y agresivos, y el egoísmo incluso se puede disfrazar de amor para obtener lo que quiere de la otra persona. La relación se convierte en un egoísmo compartido por dos solitarios, por dos “mendigos” que buscan en el otro algo que pueda satisfacer de alguna manera su gran vacío interior, su gran vacío de amor.
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“Pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué tiene de malo?”, podría preguntarse alguien. Es que, cuando la búsqueda del placer y del sexo entran en la relación antes de tiempo (o sea, antes del matrimonio), la relación se distorsiona. Las relaciones sexuales en el noviazgo pueden hacer que una pareja crea que son compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Si el sexo es lo único que los une, su relación irá a pique.
El sexo tiene un poder unitivo muy fuerte, y cada persona con la que uno se acuesta nos va dejando sus residuos: nos queda un vínculo de carne, una atadura. Entonces, cada vez tenemos menos capacidad de amar.
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