Hoy reina el desconocimiento respecto de la fertilidad. La educación sexual actual pasa de explicar el nombre de los órganos del varón y la mujer, y por repasar el inventario de anticonceptivos disponibles. Con ello, tácitamente, se está admitiendo la fertilidad como un problema. No se brinda hoy una educación que sea una herramienta real para lograr la madurez necesaria para la toma de decisiones. Pareciera que, presentadas la anatomía y el funcionamiento del sistema reproductivo, se pasa a la “solución”. Pero, sin la presentación de métodos naturales, la fertilidad humana se vuelve en un enemigo desconocido. ¿Cuáles son las consecuencias de este agujero negro en la educación sexual?
#1 Todo problema recibe un único tratamiento: los anticonceptivos
La adolescente que tiene ciclos dolorosos, la joven que tiene problemas de acné, o simplemente irregularidad en el ciclo, recibe siempre la misma solución: anticonceptivos hormonales. Éstos no son una solución a ningún problema, dado que su mecanismo de acción consiste en inhibir la ovulación. Esto se realiza mediante la combinación de hormonas sintéticas, que buscan imitar las naturales. La consecuencia de esta ingesta es confundir al cuerpo, impidiendo que produzca su ciclo ovulatorio y hormonal. A su vez, los anticonceptivos se reformularon para imitar la menstruación, provocando esta imitación del ciclo.
Sin embargo, no hay ciclo alguno, con lo cual las irregularidades no se curan, sino que el anticonceptivo actúa en un doble orden. Por un lado, anula el ciclo —y, por lo tanto, los problemas que este traía—; en un segundo orden, imita el sangrado, dando la idea de “ciclo regular”. Como las mujeres no tienen acceso a la información adecuada, entienden que las pastillas actúan como un medicamento cuya finalidad es sanar, regularizar o equilibrar. La información que reciben resulta confusa, pero arraigan una confianza en que el sangrado que aparece regularmente es saludable para ellas.
Este tratamiento encuentra un lugar muy cómodo en la ausencia de verdadera educación sexual. Las mujeres no entienden su ciclo causado por la ovulación, sino que lo asocian a un sangrado cada 28 días. Este sangrado está asegurado por las pastillas, con lo cual inhibir la ovulación no parece algo perjudicial para la salud.
#2 Evitar el embarazo exige anticonceptivos
En esta concepción, ser sexualmente activo evitando el embarazo tiene una única salida: los anticonceptivos. La fertilidad se presenta como desconocida e inentendible. Esto no es del todo errado, pues el ciclo tiene el tiempo marcado por la ovulación, y este evento es móvil. No se repite ciclo tras ciclo en el mismo día, sino que la ovulación puede darse de manera temprana o tardía en el ciclo, y no se puede predecir.
Este fenómeno resulta desconcertante: si la ovulación no se puede prever, predecir o adivinar, se enseña como absolutamente desconocida. Pero tampoco es así. La ovulación sí tiene señales, y cambios físicos que se pueden registrar e interpretar. Ese es el fundamento de los métodos naturales: reconocer los cambios que se dan cerca del tiempo de la ovulación, y registrarlos. Esto permite entender la única ventana de fertilidad, y reconocer los tiempos saludables del ciclo. Y un registro fiel también permite vislumbrar la fertilidad e infertilidad del ciclo, habilitando una sexualidad de entrega mutua sin la necesidad de anticonceptivos hormonales para evitar el embarazo.
#3 Buscar el embarazo resulta un enigma
La contracara de esta situación se da con quienes quieren buscar el embarazo y desconocen absolutamente su fertilidad, bajo la premisa de que la ovulación es absolutamente desconocida. En este campo, las parejas se embarcan en información de manuales que no se ajustan a la realidad. La verdad es que los ciclos no duran 28 días, y que —incluso en aquel ciclo que sí dura esta cantidad de días— la ovulación no necesariamente ocurre el día 14.
Así, lanzadas a una búsqueda sin información alguna, y desconociendo los mecanismos de sus propios cuerpos, las parejas navegan lo mejor que pueden. Algunos creen que tener relaciones todos los días es una manera de asegurarse la intención de buscar el embarazo, desconociendo que esto perjudica su propósito. Muchos pueden estar un tiempo largo buscando, con estrategias que no tienen fundamento alguno en la fertilidad humana o en el tiempo óptimo para buscar el embarazo, lo cual suma frustración y desconcierto. En este mismo sentido, quienes efectivamente tienen problemas de fertilidad muchas veces terminan frente a un diagnóstico de infertilidad causada por “causas desconocidas”, con la única solución de reproducción asistida.
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¿Cuántos de estos problemas se esclarecen con una verdadera educación? ¿Cuántas mujeres y parejas —con la intención de evitar un embarazo, de buscarlo, o, en definitiva, de conocer y cuidar su salud de manera integral— terminan por trabajar con información a medias, tomando decisiones en penumbras? La verdadera educación constituye una exigencia que nace de la responsabilidad que cada uno tiene de llevar su propia vida adelante.
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