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¿Debemos elegir con el corazón o con la mente?

La dicotomía entre la mente y el corazón es algo por lo que todos en algún momento pasamos. Pero acá está el quid de la cuestión: no es en verdad una dicotomía, ¡es trabajo en equipo! Parece que el corazón y la mente están siempre inmersos en una eterna lucha y que nunca se ponen de acuerdo. Uno dice blanco, y el otro dice negro. Y en medio estamos nosotros, que no sabemos a quién hacerle caso. Como ocurre con esos semáforos en mal funcionamiento, que activan la luz de pare y avance al mismo tiempo, no saber a cuál responder puede terminar en tragedia.

 

Lo loco es que, cuando se trata de relaciones interpersonales, sabemos perfectamente lo que debemos hacer; o por lo menos somos conscientes de lo que nos conviene. En estos casos, la mente nos da avisos de advertencia siempre, pero resulta muy difícil ignorar los impulsos que nos arroja el corazón. Gestionar lo que sentimos a través de nuestra mente es imprescindible para obtener como resultado lo que merecemos, y que ello nos conduzca a felicidad.

 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de corazón y mente?

 

El corazón acá, en este sentido, es el autor de la famosa “química”. Esas sensaciones positivas que produce al cuerpo. Cuando el corazón conecta con la otra persona, se liberan sustancias químicas como la dopamina, que produce una sensación de euforia, y la oxitocina, que genera sentimientos de afecto. Y también se reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés. ¿Cómo no querer estar con una persona que provoca en uno todas estas sensaciones? ¡Hasta el humor te cambia! Por su parte, en nuestra mente radican el pensamiento, el razonamiento, el argumento, la justificación, las ideas, la creatividad y la resolución de problemas, entre otros.

 

Compatibilidad de mentes

 

Coincidir con alguien en “la mente” no se trata de pensar igual: se trata de que sus pensamientos no entren en conflicto con los míos. Se trata de que el propósito de uno no pisotee el del otro. Se trata de poder construir con materiales que se complementen, y no que se boicoteen.

 

Un parámetro fundamental que tenemos que tomar al evaluar la compatibilidad de “la mente” son nuestros valores, creencias y convicciones. Por ellas es que tomamos decisiones, y por ellas se rigen nuestras acciones.

 

Y esta es la parte a la que yo llamo “innegociable”. Hay muchas áreas en las que, por amor a las otras personas, vamos a tener que ceder; se trata de entregas y renuncias por amor. Podemos tener muchas diferencias, y que ello no implique el fracaso de la relación. Pero en esta área, las diferencias resultan inadmisibles. Si los valores no van por la misma línea, es acá donde el corazón debe escuchar a la mente.

 

Hagamos un híbrido corazón-mente

 

La mente usa la lógica, pero olvida lo que sientes; el corazón te guía, pero sin control puede equivocarse. Como ves, necesitan alimentarse mutuamente. No se puede elegir mente o corazón. Pero ni la química es suficiente para establecer una relación sólida, ni el razonamiento puede construir sin sentimientos, o estaríamos frente a un mero contrato de conveniencias.

 

Las sensaciones que expulsa el corazón tienen fecha de vencimiento. Hoy podés creer que es suficiente, porque tiene la facultad de llenarte de la convicción de que el sentimiento todo lo puede. Pero con el tiempo mengua hasta casi desaparecer por completo, y lo que queda es la convicción de amar. Ya no es un sentimiento o emoción o sensación del cuerpo, sino un pensamiento racional. Es la voluntad de tomar todos los días la decisión de amar.

 

La manera más fácil de promover un trabajo en equipo entre mente y corazón es preguntarse: “¿Coinciden mis convicciones con mis compromisos emocionales?”. Es fácil afirmar una emoción; lo difícil a veces es defender una convicción, en contraposición con el corazón. Y es acá donde tenemos que aprender a tomar decisiones acertadas, y no impulsivas.

 

* * *

 

Vivimos en un mundo agrietado, en constante polarización. ¡Que esa nueva normalidad no nos llegue al alma! No agrietemos nuestro ser. Mejor potenciemos nuestra capacidad de decisión, utilizando las herramientas más valiosas que poseemos: “mente” y “corazón”. Así: en conjunción, no en disyunción.

 

Por cualquier duda, podés consultarme por Instagram: @pepyecheverria

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