La toma de decisiones en una relación de pareja es muy importante para que dicha pareja
funcione bien y se mantenga fuerte. Los roles han cambiado y las responsabilidades, por tanto,
también lo han hecho.
Puede surgir, entonces, la pregunta: ¿quién debe tomar las decisiones? ¿Qué tipo de decisiones?
¿Qué pasa cuando uno de los dos toma una decisión? Hay que tener en cuenta aspectos como el
respeto mutuo, la comunicación, la libertad, las prioridades…
El equilibrio en una relación
Una relación sana debe estar basada en el equilibrio, en la igualdad. Los dos sois iguales. Los
dos tenéis el mismo valor. Está claro que cada persona es diferente y que cada uno tiene sus
capacidades y cualidades, pero eso no significa que las dos personas no tengan igual valor, que
requieran igual respeto y que las capacidades diferentes, aunque a veces no lo veamos, resulten
complementarias y necesarias. Entre los dos dais el equilibrio necesario para que las decisiones
sean ponderadas, razonadas y tengan en cuenta diferentes puntos de vista.
Decisiones conjuntas. El respeto.
En una relación sana y constructiva, las decisiones deben tomarse en conjunto. Los dos deciden
juntos, siempre. La opinión de ambos contribuye a la decisión. Todos aportan. Sobre todo, si son
decisiones importantes: desde dónde vivir, a qué colegio llevar a los niños, ¡qué nombre
ponerles!
No obstante, hay otras decisiones que también son importantes porque afectan a la vida de una
pareja: las vacaciones, los planes de ocio… Cada uno expone lo que quiere y por qué. Los dos
quisieran que el otro ceda. Sin embargo, al final, los dos ceden un poco y llegan a un consenso.
De esta forma los dos se sienten escuchados y valorados. Los dos ceden y los dos piensan un
poco en el otro y otro poco en su propia opinión. Es una decisión en conjunto, sana y
equilibrada.
Aprovechar las fortalezas de cada uno
En la pareja, como en un equipo, el reto consiste en sacar el máximo partido a las capacidades y
fortalezas de cada uno.
Si a uno se le dan bien los números, es más normal que tendáis a que sea quien lleve las cuentas.
Además, al tener más información, toma más decisiones basadas en lo matemático.
Si al otro se le dan mejor las relaciones sociales, es más lógico que se encargue de gestionar la
agenda y que tome más decisiones de esa faceta. Eso no quiere decir que cada uno decida su
parcela sin tener en cuenta la opinión del otro: las decisiones estarán basadas en datos, pero
también en gustos, en opiniones y en todos los casos, son fruto del diálogo, de sopesar los pros y
los contras y en tomar la mejor decisión para la familia.
La comunicación como base para las decisiones
Aunque la vida es muy compleja y el día está lleno de pequeñas decisiones que habrá que tomar
sobre la marcha, es bueno tender a que la comunicación sea la base de cualquier decisión
importante: pros, contras, ventajas, inconvenientes, gustos, opiniones… Todo se habla y se pone
encima de la mesa y es tenido en cuenta.
El objetivo tendrá que ser qué es lo mejor para los dos. Así, la comunicación debería ser la base
de toda decisión. Además, si se hablan bien las cosas, no solo se evitan discusiones estériles,
sino que normalmente se toman mejores decisiones, porque se tiene en cuenta todos los puntos
de vista.
Pequeñas decisiones
El día está lleno de pequeñas decisiones poco trascendentes: si cenaremos pasta o ensalada, si
compro algún capricho apetecible, pero menos sano para el desayuno de mañana, o si compro
algo más sano y saludable… Si digo que sí a una cena esta noche con amigos o si salimos los
dos juntos… Si el niño puede jugar otra partida con el móvil o si es hora de acostarse…
En estos casos, la confianza es la clave: como las relaciones están basadas en la confianza,
cuando uno decide algo, confiamos en que ha pensado en lo mejor, tiene más información y ha
decidido lo mejor que ha podido con la mejor intención: Así, lo mejor es que le muestres a tu
pareja el máximo apoyo, sobre todo si son decisiones diarias poco trascendentes, o incluso
aunque parezcan importantes.
Lo contrario, llevaría a discusiones o a imposiciones por una de las partes. Incluso, al miedo a
tomarlas y equivocarse. Sembrar el día a día de correcciones de cómo debería el otro ventilar la
casa, planificar la comida, recoger o conducir, puede convertir la relación en una colección de
advertencias y de desencuentros que solo pueden dañar una comunicación en la que, en realidad,
los dos pueden equivocarse y aprender de los errores. ¡Todos tenemos derecho a equivocarnos!.
Decisiones importantes
En la misma línea, las decisiones importantes deben esperar. Deben hablarse, deben
consensuarse. Pocas veces os encontraréis ante decisiones importantes para vuestra relación y
vuestra vida en la que no tengáis tiempo para consultar, para calibrar bien pros y contras y para
tomar una decisión consensuada.
A veces, pueden ser decisiones importantes que parecen personales, pero que afectan a los dos,
como aceptar un ascenso laboral que suponga una mayor dedicación o más viajes. A veces, se
tratará de tomar una decisión sobre la propia familia, como la de tener un hijo o cambiarse de
casa.
En estos casos, es importante intentar evitar las posiciones cerradas o de los propios gustos y
priorizar qué es lo bueno para la familia, para los dos, para el bien de la familia y de la relación.
Así, es preciso plantearse esos momentos con cierta distancia, huyendo de presiones de terceros,
como pudiera ser la familia de origen puede ser muy útil. Ello ayuda a que las decisiones sean no
solo consensuadas, sino más objetivas. También, puede ser bueno pedir consejo, aunque es
importante que, por ejemplo, los padres no intervengan en las decisiones del matrimonio y,
mucho menos, las condicionen.
Las decisiones tomadas
Una vez tomada una decisión, pasa a ser algo consensuado. Es algo común. De cara a vosotros
mismos (y mucho más si hay niños, de cara a ellos) debe ser una decisión de dos. Si sale mal, no
hay reproches, no hay “te lo dije” y mucho menos un “ya lo sabía yo”.
Es normal equivocarse y todos aprenden de los errores. Lo peor que puede pasar es que, en una
pareja, surja el miedo a tomar decisiones y a equivocarse, o que sea siempre uno el que las tome
porque el otro prefiere no enfrentarse. En esas situaciones, las decisiones son peores, menos
sopesadas, menos correctas y, sobre todo, contribuyen menos al bien de la pareja.
La vida está llena de decisiones. Así, las decisiones de pareja deben estar basadas en el respeto y
ser cosa de dos: se hablan entre dos, se consensuan entre dos, se ejecutan entre dos y se asumen
consecuencias y enseñanzas entre los dos. Son ocasiones para aprender y para dialogar. Si son
decisiones importantes, intentad verlas con objetividad, huyendo de posiciones fijas. Si son
decisiones triviales, que es necesario tomar rápido, apoya a muerte al otro, aunque tú lo hubieras
hecho de otra forma. ¡Huye de los reproches! ¡Ni “te lo dije” ni “ya sabía yo”!. Mejor, un “no te
preocupes” y un “yo hubiera hecho lo mismo”, para establecer una sana y amorosa
comunicación.