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Donación de uno mismo para que crezca el amor

Donar significa entregar algo de manera voluntaria y sin esperar recompensa en canje. Es un acto que puede ser aplicado en bienes materiales, tiempo, esfuerzo o, incluso, partes del cuerpo. Siempre el propósito es beneficiar a otras personas, causas o instituciones.

Así, donar es una expresión de generosidad. Implica desprenderse de algo propio para contribuir al bienestar o necesidad de otros. En su esencia, refleja un corazón dispuesto a servir.

El verdadero amor es donación

El Papa San Juan Pablo II dijo: «el amor es mirar a otro, no para servirse de él, sino para servirlo». En un mundo tan egoísta, egocéntrico, interesado, donde se ha desvalorizado el concepto de actos de bondad y se lo ha reducido a un simple canje de favores o beneficios, si alguien ejecuta un bien, lo hace a la espera de la recompensa que aquello le trae.

Resulta difícil pensar en este amor del que habla San Juan Pablo II para servirle al otro.  Justamente amar es salir de uno mismo. Se trata de romper con el egocentrismo, de dejar el egoísmo atrás y entregarse no a medidas, sino con abundante generosidad.

Entonces, se trata de amar con la mente y el corazón, no en disyunción, sino en conjunción. Por tanto, formando un híbrido perfecto que entrelace ambos mundos. Es ahí donde entra en acción la emoción del alma que te impulsa a ofrendar tu ser en bien del otro y, al mismo tiempo, la mente.

Es decir, en ese amor, se aloja la voluntad, disciplina y convicción  construida con fundamentos sólidos. Esta voluntad da sustento para decidir todos los días la búsqueda de las acciones que procuren el bien del prójimo, aún cuando implique sacrificio.

Por ende, no se trata de una simple emoción que caducará en un tiempo finto, sino la verdadera donación, es la que permanece “a pesar de”. Esto es, permanece a pesar de no tener una recompensa inmediata, a pesar de estar en un contexto de procesos de pareja, a pesar de sencillamente no tener ganas o motivación externa. 

El ejemplo por excelencia que gozamos es el de Cristo, quien nos mostró el amor perfecto al dar su vida por nosotros. Seamos imitadores de Él en todo lo que hagamos, pero sobre todo a la hora de amar. Él se donó así mismo literalmente. ¡Que su misión nos inspire a la entrega de nuestro ser en servicio, respeto y honra, hacia aquella persona que elegimos amar!

Mi donación debe estar libre de contaminación

Así como un órgano dañado, perforado, infectado, no le podría servir a quien lo necesita, porque perdería la vida, lo mismo ocurre con la entrega de nuestro ser al otro. Debo procurar que lo que entregue esté completo y sano. 

Para amar correctamente a alguien, primero, tengo que amarme correctamente a mí mismo. Amarse a uno mismo significa tener un corazón sano, una mente fuerte y un espíritu valiente.

El amor propio, entonces, supone estar libre de prejuicios, de proyecciones de malas experiencias del pasado al presente, de heridas que aún sangran y no hemos permitido que cicatricen porque no dejamos de tocarlas, de la falta de perdón que mantiene atada nuestra alma.

Significa, este amor a sí mismo, por tanto, resolver aquellas experiencias del pasado que fueron dolorosas, traumáticas y que, sencillamente, dañaron nuestra autoestima o nos colocaron en un lugar que no se condice con el sitio en el que deseamos o fuimos hechos para estar. 

Implica, así, amarse desde la perspectiva de un amor que no es ni egoísta ni egocéntrico. De este modo, que sea lo suficientemente real como para entender el valor y el merecimiento de una relación honrosa en cualquiera de sus formas.

Nos obliga, por lo tanto, a que seamos capaces de moldear nuestro temperamento, de gestionar nuestras emociones cuales quiera sean, sobre todo aquellas que nos rompen o traen consigo efectos de alerta en nuestro sistema nervioso, aquellas que nos quitan la paz. De esta manera, para amarnos así, debimos aprendido a poner límites en nuestra vida, decir ese no a tiempo, tener una autoestima fuerte que se rehúse a relaciones mediocres y tóxicas. 

Donarse a uno mismo en favor del amor es un acto transformador

Implica compartir no solo lo que tenemos para dar, sino también lo que somos. Este acto de entrega crea una conexión genuina que trasciende lo tangible, forjando lazos irrompibles basados en la comprensión, la bondad y la empatía. 

Al ofrecernos a nosotros mismos, permitimos que el amor florezca y se multiplique, creando un impacto positivo no solo en la vida de quien lo recibe, sino aún en nosotros mismos. Forma un lazo de confianza y, en muchos casos, hasta un puente de confianza. Pues acerca a aquellos que se alejaron o por alguna razón había un abismo en el medio a causa de la pérdida de respeto, honra o exclusividad.

Por tanto, es capaz de reconstruir aquello que se rompió y encender aquello que se apagó. A veces, intentamos utilizar métodos para alcanzar el ideal de pareja que deseamos, pero lo único que puede transformar un amor empobrecido en uno enriquecido o un amor roto en uno sólido, es la entrega de uno mismo. Se trata de renunciar a nuestras tácticas y formas, para dar lugar al ser como la expresión de un todo que se renuncia a sí mismo.

Donarse uno mismo al amor puede despertar miedos

Esto es algo profundamente humano, y está bien sentirlo. Sentir miedo no debe coartar ni limitar en la maravillosa experiencia de amar.

Entre los miedos más comunes se encuentran:

  • Miedo al rechazo: al abrir nuestro corazón, existe la posibilidad de que nuestra vulnerabilidad no sea correspondida o valorada como esperamos. Se trata de entender que amar acarrea implícitamente la posibilidad de ser rechazado. Es un riesgo que vale la pena correr, solo pierde aquel que no lo intenta.
  • Miedo a perderse a uno mismo: a veces, al entregarnos al amor, tememos que nuestra identidad o independencia pueda diluirse en el proceso. El amor moderno está tan aferrado al yo, que promueve este miedo y, lastimosamente, muchos compran esta publicidad. Finalmente, sí, terminan perdiéndose a sí mismos, pero no por la donación de su ser como acto de amor, sino por retener aquello que quiere explotar del alma. Así, terminan siendo infieles no dándose al otro como realmente lo harían desde una intención sana y genuina del corazón.
  • Miedo al sufrimiento: amar implica abrirse a la posibilidad de ser herido, especialmente si hemos tenido experiencias dolorosas en el pasado. Nadie puede herirnos tan profundamente como aquellos que amamos. Elegir correr ese riesgo libera de la frase que más podría atormentarte el resto de tu vida: “que hubiera pasado, si…”.
  • Miedo a lo desconocido: amar es embarcarse en un viaje impredecible y la incertidumbre puede generar ansiedad. El amor se trata justamente de un misterio. Lady Whistledown en la serie The Bridgerton escribió: “El amor es un misterio que todos deseamos resolver, pero pocos logran comprender en su totalidad”. Por tanto, es un misterio que no puede ser resuelto de manera sistemática, no existe una metodología epistemológica, analítica o racional que lo revele. Esa cualidad de no ser lineal es la que lo hace tan apasionante, porque desafía nuestra razón y rompe nuestros esquemas.

Lo maravilloso del amor, así, es que siempre nos sorprende de maneras inesperadas. Compramos, entonces, que amar siempre genera una ganancia, porque damos lo que somos.  Como leemos en Oseas 10, 12:“Siembren, pues, según la justicia, y cosechen la bondad”. En simples palabras: arriésguense a sembrar amor, nunca vuelve vacío.

***

Amar como donación de uno mismo para que crezca el amor es una decisión que trasciende los miedos y nos invita a crecer, conectar y a experimentar la plenitud del amor.

Cuando nos damos por completo, construimos relaciones auténticas, sólidas, fuertes, que nutren no solo a la otra persona, sino también a nosotros mismos, porque no somos lo que decimos, somos lo que damos.

El mayor ejemplo de entrega de amor de la humanidad, ya fue dado, podemos vivir la experiencia de una amor inmutable siguiendo Sus pasos. Dar, no para servirnos de ello, sino para servirLe. 

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