Alguna vez alguien dijo: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Un hombre que creía firmemente en el amor y que por este murió.
El amor es una locura en un mundo que parece querer convencernos de que lo importante es destacar, ser el primero, el más guapo, el más listo, tener el mejor currículum.
No es para egocéntricos
Cuando estamos demasiado atentos a lo que necesitamos, a lo que nos hace falta, perdemos de vista que también el de enfrente tiene sus necesidades. No se trata de olvidarse de sí mismo, pero sí preocuparnos un poco más por lo que el otro puede estar pasando.
No es para resentidos
Es abrazar cuando también lo necesitamos. Es ceder ante una discusión que no lleva a ningún lado. Es ser el primero en decir “Te amo” y, muchas veces, en ofrecer una sincera disculpa.
No es para cómodos
Como cualquier otra cosa, no nacimos especialistas en el amor: debe aprenderse y conlleva tiempo y esfuerzo. El trabajo personal, la vida espiritual, la terapia son grandes herramientas para amar con mayor autenticidad.
Es para valientes
Pararnos en la punta de la plataforma más alta de clavados a la mayoría nos dejaría congelados sin poder dar un paso más. A veces, tener el valor de decir lo que creemos nos da mucho miedo y preferimos callar. Pero amar también es ser sinceros con lo que sentimos y puede ser que ayude mucho a alguien que necesite una sincera palabra.
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El amor es para todos, pero no todos estamos listos para él. La diferencia se encuentra en conformarnos con un pequeño estanque con muy poca agua o preferir ir más lejos a un lago maravilloso y cristalino. Muchas veces, es caminar sin ver ese lago, cansado, sin fuerzas, pero con la fe de que valdrá la pena.
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