A veces, podemos tener una idea un poco confusa de lo que significa vivir la pureza. Las ideas sobre el sexo, las relaciones y el amor se han visto deformadas por el mundo actual, con extremos y ligerezas se han llegado a conclusiones que carecen de un verdadero valor cristiano.
En medio de un mundo que prioriza la experiencia terrenal por sobre la trascendencia del alma y la pureza del cuerpo, una vida sexual desordenada y desmedida puede parecer liberadora, e incluso saludable. Frente a esto, la castidad es tachada de represiva. Sin embargo, la realidad es que las tasas son asombrosas en cuanto a embarazos adolescentes, abortos y enfermedades de transmisión sexual, e igual de preocupantes son los testimonios de aquellos que experimentan soledad, desesperanza y desamor.
Reconocemos que somos creados a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, nos descubrimos llamados a vivir según su grandeza y santidad, esforzándonos por imitar a Cristo y su pureza. Para ello, es fundamental practicar la virtud de la castidad y desarrollar el autocontrol sobre los propios impulsos y deseos. Pero, ¿cómo lograrlo?
Aquí te dejamos un ayuda: un pacto para vivir la pureza compuesto de cuatro pasos.
1. Liberaré mi mente
Mantendré mi mente limpia de pensamientos impuros y lujuriosos. Mantendré mis ojos lejos de la pornografía, ya que me degrada.
2. Hablaré con gracia
Mi discurso será amable en todo momento. No contaré ni me reiré de los chistes de doble sentido, ni compartiré ni escucharé historias que evoquen pensamientos y comportamientos sexuales desordenados.
3. Seré casto
Trataré mi cuerpo por lo que realmente es: el templo del Espíritu Santo. No me involucraré en masturbación, fornicación o actos homosexuales.
4. Amaré realmente
Me convertiré en un hombre / mujer según el corazón de Dios para que pueda aprender a amar puramente. Haré un regalo de mí mismo en cualquier vocación a la que Dios me llame y mantendré mis relaciones puras.
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Vivir un estilo de vida puro es nuestro camino hacia la santidad. La castidad nos permite vivir en plenitud un amor similar al que Dios tiene por cada uno de nosotros. La visión de la Teología del Cuerpo para el ser humano propone que podamos amar de igual manera que lo hace el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y es este el premio al final del esfuerzo que supone la virtud de la castidad. Esta nos permite amar como nos lo pide Cristo: hasta el extremo y sin condicionamientos o limitaciones.