El amor siempre nos compromete con el otro. Cuando pensamos en la experiencia misma del amor, no podemos desligarla de la responsabilidad que poco a poco empezamos a sentir por el amado. Bien decía San Juan Pablo II que “entre más grande sientas la responsabilidad por la persona que amas, más verdadero es el amor”, por ello, estos son dos elementos que no se pueden separar cuando se trata de construir un amor verdadero hacia alguien más.
Para empezar, necesitamos comprender en qué consiste la responsabilidad afectiva. Se trata del cuidado y diálogo entorno a los sentimientos y emociones que surgen en una relación. Es hacernos responsables también de lo que vamos a generar en el otro con nuestros actos y decisiones. Esto nos conduce necesariamente a ver la realidad del otro, a contemplarlo como persona amada. De esto te quiero hablar a continuación.
#1 Conocerse y conocer al otro
Ciertamente para vivir la responsabilidad afectiva hay que conocerse a sí mismo y conocer quién es el otro. El amor abraza a la persona en su totalidad, es un encuentro de dos personas que quieren disponerse para entregarse. Sin embargo, la persona para ser amada necesita ser comprendida, acogida por quien es en sí misma. Por tanto, conocer al otro ya es una puerta de entrada para amarlo. Algo que a menudo recomiendo a las parejas es ¡conózcanse!
El mundo actual en su afán de avanzar y de vivir interconectado nos introduce a todos en una dinámica de relacionamiento muy superficial que nos dificulta ver la individualidad del otro.
Muchas veces las parejas terminan porque “no sienten amor”, “no sienten lo mismo de antes”, “se murieron los detalles”, “no se prestan atención”, en definitiva, dejaron de sentirse especiales y abrazados. Por eso, procuremos siempre ir al fondo de quién es el otro para que nuestro amor responda a lo que nuestras parejas necesitan.
#2 Hacerme cargo de mi historia
Ser responsables afectivamente ciertamente implica también hacernos cargo de nuestra historia personal. Piensa ¿cuál es tu mayor herida? Podemos estar heridos de diferentes formas: identidad, sexualidad, afectividad, espiritualidad, etc. Alguien herido simplemente hiere.
Las heridas interiores que cargamos no nos dejan vernos como somos, no nos permiten comprender lo que nos pasa interiormente y validar la experiencia que tenemos. Muchas veces sentimos que rompemos una relación tras otra y llegamos a la nefasta conclusión de que “el amor no existe”. Esta es una premisa que muchas personas plantean en consulta psicológica, sin embargo, vemos alrededor nuestro evidencias concretas de personas que sí viven un amor verdadero. Por tanto, podemos decir que no se trata de que el amor sea un ideal, sino que este va a abarcar la totalidad de mi vida, de mi historia, de mis virtudes y heridas. De ese modo, podemos decir que para amar como nuestro corazón quiere, tendremos que aprender a asumir los pasajes mas dolorosos y oscuros de nuestra vida, para así podernos hacer cargo de nuestras emociones, de nuestra lectura del mundo y de lo que ocasionamos en los demás con nuestras actitudes y acciones.
El amor pasa, no por un ideal, sino por la realidad de nuestras vidas. Dios nos ha amado en la realidad particular de cada uno de nosotros, y el Señor se acerca a tocar nuestra realidad particular para caminar con nosotros, ¿no es eso lo mismo que estamos llamados a hacer en el amor?
#3 Conocer las heridas del otro
El amor es, en esencia, dialogo. Entramos en diálogo con la existencia del otro, con su drama, con sus anhelos, sus sueños y heridas. Por eso para ser responsables afectivamente también necesitamos comprender cuáles son las heridas del otro, su historia. Las heridas del otro nos hablan de su recorrido en la vida, no nos hablan “del otro” sino de su historia, pues somos mucho mas grandes que nuestras heridas, y nuestro pasado no alcanza a expresar quienes somos.
Algo que he reflexionado en el último tiempo es que cada persona tiene un motivo diferente para amar, para buscar al otro. Todos buscamos amar, pero no todos nos vemos movidos por lo mismo a la hora de hacerlo. Muchas veces nuestra búsqueda afectiva está movida por nuestras heridas y eso nos lleva a establecer ciertas dinámicas en nuestras relaciones de pareja. Atrevernos a cuestionarnos, a conocernos y profundizar en estas dinámicas es clave si lo que queremos es aprender a tener relaciones afectivas más responsables.
#4 Aprender a reparar
Un elemento fundamental para la responsabilidad afectiva es aprender a reparar nuestros errores. Cuántas veces hemos tenido peleas con quienes amamos y no nos pedimos perdón y simplemente dejamos que el tiempo pase hasta que el conflicto parezca olvidado.
Hacernos cargo de lo que ocasionamos a los demás es clave si queremos que nuestra relación nos lleve a asumir nuestros actos de manera responsable. Piensa por un segundo en un plato que rompes en tu casa, mientras no hagas algo por arreglarlo, el plato permanecerá roto, asimismo ocurre en las relaciones afectivas. Mientras no hagamos un acto de reparación, la herida seguirá abierta.
Existen diversas estrategias para lograr esto: escribir cartas, una invitación a comer, invitar a un diálogo al otro, etc. Todo esto es importante, pero lo imprescindible siempre será algo que en sí es muy sencillo: hablar de como me sentí y no culpar al otro sino hacernos cargo de lo que a cada uno corresponde.
La irresponsabilidad afectiva esta cargada de eso, de no saber cómo se siente el otro cuando yo realizo ciertas acciones y comentarios que lo hieren.
#5 Purificar el corazón
Ciertamente hay que atravesar un proceso de purificación de nuestro corazón y de nuestras intenciones si queremos vivir la responsabilidad afectiva. Purificar la mirada del cuerpo, del dinero, de la persona, de la familia, de la paternidad, entre muchos otros temas para poder ver la realidad mas acertadamente. Esta es una oración que hay que hacer: Señor, purifica mi corazón. Lo que a menudo termina conflictuándonos es lo que se anida en nuestro corazón. Por eso, es importante también detenernos a hacer un exámen de conciencia, para así ver y valorar lo que hay en nuestro corazón y lo que motiva nuestras búsquedas en el amor.
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La responsabilidad afectiva es un proceso que hay que vivir gradualmente, en el ejercicio de crecer en esta responsabilidad tendremos que aprender a detenernos una y otra vez sobre nuestra historia para comprender el camino que hemos recorrido y lo que este nos ha marcado en el interior. No es posible vivir el amor si no nos conocemos y sin conocer quién es el otro, pues de lo contrario, terminaremos siendo dos desconocidos que comparten una vida en común pero sin más sentido.