El otro día estaba cenando en un restaurante y escuché una frase suelta de una mujer en la mesa de detrás de mí: “Sí, es un poco patoso, ¡pero es taaaaan mono!” Miré de reojo con curiosidad porque pensaba que hablaría de su hijo, pero no lo vi.
Me quedé pensativo, y me preguntaba por qué yo, instintivamente, había pensado que estaba hablando de su hijo y no de otra persona. No me imaginaba que estuviera hablando del marido… no podía ser. Volví a darme la vuelta para asegurarme. Esa era una frase de una madre hablando de un hijo, incluso de una adolescente enamorada hablando de su novio, ¿pero de alguien hablando de su marido? No me cuadraba.
Nuestra mirada es subjetiva
Me daba vueltas a la frase: “Es un poco patoso, ¡pero es taaaan momo!” Una madre puede ver los defectos de un hijo, pero hasta los defectos son bonitos, porque una madre mira con amor de madre. Su mirada lleva incluido un filtro con el que ve lo que le rodea. Es la perspectiva con la que ve la realidad.
Lo que sucede es que nuestra mirada es subjetiva: A un hijo le queremos porque es el fruto de nuestro amor y de nuestras entrañas. Y, sobre todo si es pequeño, tendemos a excusarle. Lo mismo pasa con alguien que está enamorado: ve al otro con ojos de amor y tiende a ver la parte positiva de todo lo que hace, hasta de los defectos.
La mirada de amor excusa
Según esto, parece paradójico mirar a tu pareja —a tu marido o mujer— y hablar con desprecio: “Sí, es un patoso, no hay remedio, siempre ha sido así.” O, “¿mi mujer? Una histérica, no sabes lo que me toca aguantar…”. ¿Verdad que estos comentarios te cuadran más que el de “taaan mono”? Pues desde mi punto de vista, no debería ser normal.
Tienes que mirar al otro con los ojos del amor. Tu mirada subjetiva no puede culpar, juzgar y soltar un reproche. Recuerda que los reproches matan el amor. Tu mirada subjetiva sobre tu pareja debería encontrar una justificación, una excusa, una cobertura enamorada y cambiar el enfoque de la frase. “Es un poco patoso, ¡pero es tan inteligente!” “¿Mi mujer? Puede parecer un poco ‘intensa’ a veces (en vez de ‘histérica’) pero es que está siempre atenta a todo.”
La mirada de amor no juzga
La mirada de amor disculpa. La mirada de amor no juzga. La mirada de amor encuentra una razón positiva que justifica incluso las cosas objetivamente menos buenas. La mirada de amor piensa bien… y acierta. Y si no acierta, es feliz de no haber juzgado.
La mirada de amor mira de forma subjetivamente enamorada. La mirada de amor quiere. Está enamorada y enamora. No lo puede evitar.
Tu lenguaje delata tu mirada
Tus comentarios sobre tu pareja dicen mucho de lo que piensas por dentro. Y tu forma de expresarte delata cuál es tu forma de pensar. La mirada con ojos de amor no es ingenua ni infantil. No es naif. Es subjetiva porque ama, porque ve los defectos objetivos del otro como dones que complementan los míos. Son mi camino para hacerme crecer como persona, para perfeccionarme y crecer en el amor.
Gracias al amor, ves también que tú tienes defectos y que luchas para mejorar y hacerle la vida más agradable al otro. A veces lo consigues, y a veces no. Y seguro que al otro le pasa igual: se da cuenta, lo lucha; y a veces lo consigue, y a veces no. Por eso lo excuso y lo comprendo.
Aprender a mirar con amor
La mirada de amor puede aprenderse. Puede practicarse una y otra vez hasta convertirse en hábito. Cuando te venga un juicio negativo sobre una palabra o una acción del otro intenta rectificar. Piensa en positivo. Piensa en razones objetivas y afirmativas que excusen el comportamiento o la palabra que al principio parecía inadecuada.
No seas naif, pero piensa en positivo. “Estará muy cansada.” “Menudo día habrá pasado.” Si tiendes a juzgar de forma negativa, cambia la perspectiva, rectifica. El que piensa bien, ama. El que piensa mal y juzga… no ama.
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En España existe un dicho que afirma: “piensa mal y acertarás”. Pero yo prefiero pensar bien y equivocarme que pensar mal y tener que arrepentirme —y pedir perdón—. ¿Piensa mal y acertarás? No, piensa bien y no te arrepentirás.
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