Todas las personas tenemos una idea en nuestra mente de cómo deberían ser las cosas, a lo que llamaremos «lo ideal». Pero día a día vemos en nuestra vida cómo son en realidad: «Lo real»… Siempre habrá una brecha entre lo ideal y lo real de las cosas, en algunos casos, más pequeña y en otros, más grande. La cuestión es que muchos, sin ser conscientes de ello, vivimos constantemente haciendo competir en nuestra mente la realidad con la idealidad.
Tal vez, cuando se trata de propósitos en la vida como un trabajo, una casa o estudios, etc. puede ser de gran empuje porque recuerdas constantemente qué es lo que quieres lograr. El problema llega, queridos amigos, cuando esta competencia la aplicamos a personas: Por ejemplo, tenemos una mamá ideal, que compite con nuestra mamá real, una amiga ideal, que compite con nuestra amiga real, un hermano ideal, que compite con nuestro hermano real. Creo que uno de los casos más perjudiciales, y en el que quiero enfocarme, es cuando tenemos un esposo ideal, que compite con nuestro un esposo real.
Riesgos para tu matrimonio
Entonces, tú soñaste siempre con un esposo guapo, que te prepare el desayuno todas las mañanas y además tienda la cama. Que el fin de semana te sorprenda con un pasaje a Disney. Un esposo gracias al cual los sueños se hagan realidad, y que además se lleve increíble con todas tus amigas y familiares. A quien le alcance el dinero para todos los planes que se te ocurran. Que sea comprensivo en todo momento, a pesar de que tú estés de mal humor y le hayas gritado peor que si fueras su mamá.
Esto puede ser muy riesgoso para un matrimonio, y aquí te explico por qué. Tu esposo siempre estará en desventaja, porque lo estás haciendo competir con algo ideal, que normalmente tiende a la perfección —a una perfección según tus criterios—, y las personas perfectas no existen. También puede estar relacionado con algo que tiende a satisfacer tus deseos, pero se te olvidó que en un matrimonio son dos, y ya no gira todo en torno a ti. No podemos vivir enfrentando a nuestro esposo ideal con el real, porque viviremos resaltando sus defectos, lo cual te va a llevar a la crítica. Y créeme: la crítica puede llegar a ser muy destructiva en un matrimonio.
El necesario cambio de actitud
Darnos cuenta de esta competencia mental ya es un gran paso para generar un cambio de actitud frente a tu esposo. Hay que ser realistas y aceptar a la persona con la que elegiste casarte. No es el príncipe azul que tienes en mente, o tu papá, al que siempre admiraste como esposo, ni el chico de la película que te encantaba, ni el esposo ideal que tus papás te pintaban cuando eras niña. Es Frank —pon el nombre de tu esposo o esposa—, el chico que conocí a los 17 años, que no tiene como fortaleza la cocina, a quien le encanta hacer deporte conmigo a pesar de que haga un frío espantoso —cuando yo sólo quiero ponerme pijama—, que se disgusta cuando dejo conectados los enchufes en casa y que, además, se queda dormido en el cine. (Bueno, voy a dejar de describir a mi esposo, porque si no…, ¡ya no le va a gustar tanto mi post!)
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Para ir terminando, seamos agradecidos. Da gracias a Dios por el esposo que tienes al lado, si hay cosas que trabajar como pareja, convérsenlas, para que ambos puedan expresar qué mejoras REALES esperan, y tomar acción.
Además, combate esos pensamientos que te llevan a ver siempre los defectos; intenta reemplazarlos con una virtud que te ayude a amar un poquito más. Lo mismo puedes hacer en la relación con tu mamá, hermano, amiga, etcétera. Vamos a tomar acciones reales y dejar de soñar con cómo nos gustaría que sean las personas.