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Hasta que la plata nos separe: un caso de Amor y Responsabilidad

(contiene spoilers)

 

En el verano sudamericano de 2022 a 2023 una serie colombiana la rompió en Netflix llegando a estar entre los 10 más vistos de Latinoamérica por toda la temporada. Se trata de “Hasta que la plata nos separe” remake de “Hasta que el dinero nos separe” del mismo canal: RCN. Esta novela es acerca de la historia entre Alejandra Maldonado (Carmen Villalobos) y Rafael Méndez (Sebastián Martínez), quienes a causa de un accidente automovilístico deben entremezclar sus vidas. Pero ¿qué nos atrae de esta serie? Nos atrae, que aparte de ser muy divertida, tener guiones impresionantes, excelentes actuaciones, buenos arcos narrativos y buena música, es un claro ejemplo de lo propuesto por Karol Wojtyla en su libro Amor y Responsabilidad.

 

Las relaciones humanas son entre sujetos y no con objetos

 

Para comenzar nuestro análisis debemos establecer algunas pautas metafísicas acerca de las relaciones interpersonales. En principio, debemos decir que este tipo de relación tiene una peculiaridad, y es que no se realizan entre sujeto y objeto. En otras palabras, no se dan entre quien realiza la acción y el objeto de la acción, como en este momento lo está siendo la lapicera con la que estoy escribiendo el artículo, sino que se realizan entre sujetos. Esto se debe a que mientras que la lapicera no puede elegir si escribir o no escribir, la persona humana puede hacerlo, ya que “al dotar, [Dios], a la persona humana de una naturaleza racional y libre le ha conferido el poder de asignarse ella misma los fines de su acción, excluyendo con esto toda posibilidad de reducirla a un instrumento ciego que sirve a los fines de otro”.[1] Por ende, la única manera de relacionarse sanamente entre personas es teniendo en cuenta esto último: que es una relación entre sujetos y, por lo tanto, no se puede tratar al otro como un medio para un fin, como hago con mi lapicera, sino que se ha de tener en cuenta que la persona tiene un fin propio o debería tenerlo. En otras palabras: se ama las personas, se usa a las cosas.

 

Amar opuesto de usar

 

En la novela vemos dos ejemplos de relaciones en las cuales los personajes no aman, sino que usan a sus parejas. Este es el caso de Luciano con Alejandra y de La pajarita con Rafael.

 

En el primer caso, Luciano usa a Alejandra como medio no solo para obtener placer físico del bello cuerpo de ella, sino que también la utiliza para usufructuar de los bienes que ella posee, desde su hacienda hasta su auto.

 

El segundo caso se trata de Vicky y Rafael. Ella lo usa a modo de sostén afectivo, generando con él una relación de posesión en la cual hará de todo para no perder a su novio, hasta incluso fingir que está esperando un hijo suyo.

 

Estas relaciones basadas en el principio utilitarista que busca maximizar el placer o la satisfacción propia eludiendo a cualquier costo la pena y el dolor caen por tierra cuando los sujetos a las que son referidas se niegan a someterse a la violencia de ser objetivados. Es así como vemos que Luciano deja a Alejandra luego del accidente, culpándola por sus cicatrices: “¿Te has mirado en el espejo? ¡Por Dios! La cicatriz que tienes, caminando coja, lo de la pierna ¡Siempre da cosa acostarse con una mujer así!”. Y es que cuando se acaba la utilidad del otro, porque ya nos deja de dar ese estado de bienestar y de placer, que se acaba la relación. Así vemos cómo usar es opuesto a amar ya que “la esencia del amor comprende la afirmación de la persona en cuanto tal”[2] y es por esto que este tipo de relaciones lastiman, pues fuerzan al ser humano a ser algo que no es, un objeto.

 

Rafael y Alejandra: el mandamiento del amor y la norma personalista

 

Son muchas las idas y venidas de esta pareja en la novela, que es lo que en parte la hace entretenida, pero estas idas y venidas resultan en una relación en la cual podemos ver esto que dice Karol: “el que ama procura demostrarlo con su comportamiento”. En varias ocasiones ambos ponen el bien del otro por encima de su propio placer y beneficio resultando en una relación que va más allá del gozo y el placer y que desemboca en el amor, en el disfrute de los amantes. Como le dice Alejandra a Luciano “el sexo era contigo, con Méndez se llama Amor” y es que, como dice la norma personalista, “la persona es un bien, respecto del cual solo el amor constituye la actitud adecuada”.[4]

 

[1] (Karol Wojtyla 2008 p.35)

[2] (KW 2008, p. 53)

[3] (p. 53-54).

[4] (KW 2008 p.52)

 

Bibliografía:

– Wojtyla Karol, Amor y responsabilidad, Ediciones Palabra, Madrid 2008

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