Muchas veces escuché decir a varios enamorados “es que ya no sentimos lo mismo que al comienzo”. Cuando aún no había tenido enamorado, me preguntaba: “¿qué se sentirá al comienzo?”. ¡Tenía tanta curiosidad por entender esa primera parte de una relación que la mayoría exalta! Y a los 16 años lo experimenté por primera vez.
No sé si en todas las personas se manifiesta igual, pero la primera vez que me enamoré sentía una mezcla de nudo en el estómago, nervios que se exteriorizaban, y un ligero temblor en todo el cuerpo. Cada vez que había la mínima posibilidad de ver a la persona que me gustaba, empezaban estos signos. Seguramente van a variar un poco, dependiendo de la personalidad y de la edad y/o madurez de la persona, pero la realidad es que. en esta primera etapa del enamoramiento, que se inicia con la ilusión, predomina mucho el sentir.
La fisiología del enamoramiento
Leyendo un poco sobre la explicación bioquímica del tema, en esta primera etapa del enamoramiento el cerebro libera algunas hormonas que funcionan como neurotransmisores. Aquí detallo algunas de ellas:
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Dopamina: hormona del placer, que regula la emotividad y la afectividad;
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Oxitocina: vinculada a la atracción sexual, el afecto y la confianza;
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Serotonina: hormona de la felicidad, que aporta sensación de bienestar, relajación, satisfacción.
Luego de estas, se producen endorfinas: neurotransmisores, respuesta inmediata ante el placer, que genera sensación de bienestar y nos ayudan a controlar nuestro comportamiento.
Todas son responsables de los signos que podemos presentar al ilusionarnos con una persona, pero quiero centrarme en un dato importante acerca de las endorfinas: Pueden crear adicción. ¿Esto qué quiere decir? Que podemos volvernos adictos a la ilusión: buscaremos constantemente volver a generar, a través de estas hormonas, esa satisfacción que experimentamos en la primera etapa del enamoramiento.
Balance de la relación: un ejercicio clave
Cuando hay dudas acerca de si continuar con una relación o no, siempre se debe realizar un balance en los frutos de la relación. Colocar en una balanza si pesan más las cosas buenas que la relación suma a sus vidas, o las cosas negativas que los están afectando. Además, sirve evaluar lo que tienen en común, y cómo se viene desarrollando su amistad. Pero si el motivo es “ya no siento lo mismo que al principio”. ¡Aquí es donde se deben prender las alarmas! Algunas preguntas que te puedan ayudar a discernir son las siguientes:
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¿Estoy buscando constantemente volver a sentir ese conjunto de emociones que tenía del inicio de una relación?
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¿Suelo terminar una relación y rápidamente iniciar una nueva?
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¿Me alejo cada vez que en una relación empieza a haber un mayor compromiso, o decido terminarla?
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¿Estoy siempre atenta de las personas a las que les atraigo, incluso cuando tengo una relación?
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¿Estoy constantemente recordando los momentos que me llenaron de ilusión en mis anteriores relaciones, y que hoy me producen nostalgia?
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¿Me apasiona escuchar música romántica y ver películas románticas que exaltan el sentir y la etapa de ilusión?
El siguiente paso
La idea de hacerte estas preguntas es averiguar si estás dándole un peso demasiado grande en tu vida a la ilusión. Tal vez, sin darte cuenta, se ha generado cierta adicción en ti a ese conjunto de sentimientos, y esto no te está permitiendo decidir dar el siguiente paso en una relación.
¿Cuál es ese siguiente paso? Pasar a un amor maduro, a una etapa en la que ya no busques constantemente sentir, sino en la que decides amar a la otra persona. El amor no es un sentimiento, sino una decisión
El sentimiento es muy volátil, cambia constantemente y suele ser pasajero. El amor, en cambio, es una entrega, un interés por hacer feliz al otro, una decisión de construir juntos una relación sólida. Con retroalimentación, comunicación, sacrificios, esfuerzo… Y, sobre, todo mucha oración, para que Dios les dé la gracia de amarse como Él los ama.
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No caigas en esta fuerte corriente de la publicidad y de los medios audiovisuales de exaltar el placer inmediato, el sentir efímero, los segundos de alegría… ¡No, al menos, cuando puedes ser feliz toda una vida! No te dejes engañar: apuesta por algo a largo plazo. Algo que, además de llenarte el corazón, te permitirá santificarte para alcanzar la vida eterna.