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Llamar la atención, sin llamar la atención

Al vestirnos, comunicamos mucho sobre nosotros sin necesidad de palabras. Es la oportunidad de reflejar nuestra personalidad y nuestros valores. Para las mujeres, este tema es crucial. Generalmente, dedicamos tiempo y esfuerzo, ya que es fundamental vernos y que nos vean bien. Sin embargo, para conocer realmente a una persona, siempre fue y será esencial reservar algunas cosas.


El mercado está difícil, pero es posible encontrar alternativas


Para las mujeres de hoy, vestirse bien no es algo fácil. A menudo, es difícil encontrar prendas que no sean demasiado escotadas, con espaldas al aire o con aperturas innecesarias. Las faldas y vestidos suelen ser muy cortos, una tendencia instaurada que se aleja de lo propiamente elegante y hasta resulta incómodo.
La moda actual cada vez se enfoca en mostrar más piel, llegando a un punto en donde la ropa interior, el traje de baño y un vestido de fiesta comparten la misma línea. A pesar de todo, es más fácil quedarse con lo que encontramos en las casas de ropa. Sin embargo, muchas mujeres optan por hacerse un vestido a medida, desafiando opiniones externas, incluso la de quien lo realiza. Este esfuerzo vale mucho más en este contexto y es muy importante para los demás.


¡Qué importa lo que digan!


Otro aspecto importante al vestir es el deseo de mostrar lo lindas que somos: cada una a su manera y con lo que tiene. Algunas van al gimnasio, otras no. Todas enfrentamos la lucha de aceptarnos a nosotras mismas. Este es un tema delicado, ya que a veces resulta difícil quererse tal como somos. En otros casos, elegir ropa más ajustada o “reveladora” puede ser consecuencia del esfuerzo que hemos puesto en nuestro cuerpo. Siguiendo esta lógica, muchas optan por lo que se usa ahora para no sentirse diferentes. Al final, esta búsqueda de la aprobación externa puede perpetuar un ciclo inagotable de comparaciones, donde la meta es siempre verse mejor y superarse en la medida del resto. No obstante, el verdadero atractivo, radica en la autenticidad.


¿Y si fueras él?


Hay una realidad innegable que no podemos pasar por alto. En el caso de muchos hombres, lo que ven a simple vista provoca estímulos fisiológicos significativos en su cerebro. En otras palabras, la imagen que perciben genera en ellos cambios reales que deben controlar. La libido se define como el componente consciente de la función sexual, mientras que la erección es una respuesta neurovascular a ciertos estímulos psicológicos o táctiles. Muchos estudios han demostrado que la excitación sexual puede ser provocada por estímulos visuales. Esto resalta la naturaleza fácilmente excitable de los hombres, lo que puede resultar en una falta de consideración hacia quienes intentan cuidar su mirada.

Puede resultar difícil de comprender, pero muchos desearían conocer a las personas en profundidad, más allá de lo superficial. Aunque la apariencia juega un papel importante, presentarse de manera adecuada no implica mostrar demasiado. Prendas más modestas pueden resaltar nuestra figura sin necesidad de exagerar. Lo esencial, que siempre podemos mejorar, es lo que llevamos dentro.


¿Qué queremos mostrar?


Entonces, podemos pensar que seremos las únicas que eligen vestirse de manera diferente y, como resultado, no hay chance de que nos miren. Esta percepción es lógica en medio de una moda a la que estamos muy acostumbrados. Aunque es cierto que a veces las mujeres se visten para impresionar a otras, también queremos destacar sin quedarnos atrás. La competencia puede ser intensa, generando presión para seguir el mismo estilo. Puede parecer que todo el esfuerzo se desvanece con alguien a nuestro lado vistiendo tan opuesto.
Aquí es donde realmente podemos llamar la atención. En ese contraste, resalta nuestra personalidad y transmite un mensaje claro solo con nuestra presencia. Aquellos que realmente nos valoran se fijarán en nosotras precisamente por esa discreción que dice: «no necesito mostrar nada porque soy mucho más que eso». Si buscamos vivir en gracia y llevar a Jesús con nosotros, debemos reconocer que somos templos de Dios. No podemos ignorar esto mientras luchamos por vivir de manera auténtica. Es aquí donde damos ejemplo sin negar al Señor.


Somos hijas del Rey y debemos vestirnos como tales.


Como vemos, la exigencia puede ser alta. Sin embargo, nada es imposible si lo enfrentamos con valentía. Mantenerse firme en este aspecto requiere personalidad y claridad sobre quiénes somos y cuánto valemos, sin depender de la opinión de los demás. Es esencial saber ubicarse y no buscar ser el centro de atención mostrando nuestro cuerpo.
También, implica cuidar de los demás, en sus virtudes, respetar los novios de las otras chicas, las personas célibes. Esto puede ser cada vez más difícil de vivir porque muchos se ven arrastrados a conformarse. Como si no pudiéramos hacer nada más que unirnos al resto porque no podemos contra ello.


***

Vale la pena cuidar la manera de vestir. La verdadera belleza se encuentra en ser fieles a nosotras mismas. Es un proceso de continuo aprendizaje y es normal que cueste. En lugar de seguir ciegamente las modas, deberíamos buscar otras opciones mejores, sin jugarse lo importante por lo que la mayoría hace.
Queremos sumergirnos en lo esencial viviendo estas virtudes que nos abren los ojos y nos ayudan a ganar el Cielo. Así, nos liberamos realmente de la presión de los estereotipos, soltamos esa demanda de cumplir y convertirnos en «una más del montón». Al momento de elegir, no olvidemos que la autenticidad brilla más que cualquier tendencia pasajera.

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