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Los peligros de la masturbación

La masturbación puede saciar nuestro deseo de placer inmediato, pero no puede saciar el deseo más profundo de todos: el de la intimidad. El corazón humano anhela, por encima de todo, la intimidad y la entrega total propia del amor. Así, cada expresión corporal de afecto es un signo visible de los deseos más profundos de nuestro corazón: una mirada, una caricia, un abrazo, un beso, y el mismo placer sexual, nos indican que fuimos creados para entregarnos totalmente y para recibir el don total del otro. Nuestro corazón no se conforma con darse a medias, ni con recibir solo porciones del otro: al amar, nosotros lo queremos todo.

 

Por eso, el deseo sexual contribuye a nuestra plenitud, en la medida en que se convierte en expresión física de nuestros anhelos más profundos, y en la medida en que nos permite darnos totalmente al ser amado para recibir, a su vez, la totalidad de su amor. Un corazón aislado en fantasías y dependiente de placeres no es dueño de sí mismo y, por lo tanto, no es libre. De la misma manera, un corazón que no es libre no puede darse a otro, y esta imposibilidad de darse lo endurece, y termina rompiéndolo en pedazos. La masturbación nos rompe el corazón porque nos impide alcanzar la plenitud del amor y del placer sexual.

 
 

El riesgo oculto

 

Mucho se dice en el mundo de la psicología y de la sexología sobre los efectos de la práctica de la masturbación. Se afirma que ayuda para el conocimiento propio y la exploración de la sexualidad. Dicen que potencializa el placer y que te hace “independiente” frente a la necesidad impuesta de tener una pareja para disfrutar de tu sexualidad. Incluso se le atribuyen beneficios médicos, tanto para el hombre como para la mujer, y se llega a recomendarla no solo como una práctica opcional, sino como una necesidad natural y vital.

 

Sin embargo, siempre nos hablan de sus efectos para el placer, pero muy poco se dice sobre las consecuencias que tiene para el corazón. A diferencia de las drogas o el alcohol, la adicción a la masturbación llega de manera sutil, se ve como algo normal y natural, se te ofrece como un bien. Y es por eso que no hay alertas ni alarmas: se trata de una adicción oculta, silenciosa, de satisfacción inmediata y que no requiere mucho esfuerzo para ser saciada. Es una adicción que se vive en soledad, y que te deja profundamente solo. De hecho, la masturbación tiene ese propósito: aislarte en tu propio cuerpo, engañarte para creer que te bastas solo, que no necesitas de nadie para sentir placer, que ninguna persona humana podrá saciarte como anhelas, y que no es necesario, para sentir placer sexual, darte como don a otro.

 

La herida oculta

 

Es verdad que prácticas como esta pueden llegar a ocultar profundas heridas de nuestra historia que llevamos en el corazón, y que son tan dolorosas de enfrentar que resultan temporalmente “calmadas” con un poco de placer, y más cuando el placer es tan inmediato y fácil de obtener. Es trabajo de cada persona reconocer, con ayuda profesional si es necesario, cuáles son las heridas que están ocultas detrás de su adicción; podemos estar buscando un poco de consuelo, un relajante para el estrés, la intimidad que no tenemos con otros, el escape para el miedo a tener relaciones reales que exijan compromiso y renuncia… y la lista puede seguir.

Lo importante es reconocer que una práctica sexual que se ofrece como “liberadora” termina esclavizando mentes y corazones, pues estos pronto van a empezar a necesitar cada vez más estímulos internos y externos para sentirse satisfechos. Además de volvernos personas sexualmente frustradas e insatisfechas, la masturbación deja ocultas nuestras heridas más dolorosas, y genera muchas otras en nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestros afectos, nuestros comportamientos y nuestras relaciones. Por otro lado, reflexionemos: te dicen que debes buscar ayuda cuando se práctica en “exceso”, pero ¿cuándo realmente sabemos dónde está el límite?

 

La ruptura

 

La masturbación como práctica esporádica o como vicio constante me oculta la verdad profunda de quién soy y me incapacita para vivir mi propósito de ser don. También me engaña haciéndome pensar que mi corazón se puede conformar solo con el placer y termina normalizando en mí el individualismo y el egoísmo. Esta práctica frustra mi capacidad de tener relaciones íntimas y liberadoras porque, aunque parece algo inofensivo, empieza a crear en mi sexualidad y en mi corazón patrones que me encierran en mis propios placeres y en círculos constantes de culpa y de satisfacciones a medias.

 

Si mi corazón sólo encuentra plenitud al entregarse totalmente y al recibir la totalidad del ser amado, cuando se habitúa a la masturbación, pierde esa capacidad de fundirse con el otro, de hacerse uno en cuerpo y alma, y se vuelve rígido. La masturbación me rompe el corazón porque ni siquiera las fantasías más provocativas o los placeres más deleitosos pueden confundir los verdaderos anhelos del corazón humano, que busca amar y ser amado, y que jamás se conformará solo con momentos de placer.

 

Reconociendo mi verdad

Parece algo obvio, pero en la lucha contra la masturbación la conciencia profunda de nuestra identidad juega un rol fundamental: solo en la medida en que sé quién soy, para qué fui hecho y cuál es mi propósito, puedo reconocer cuáles comportamientos son coherentes con mi dignidad y cuáles no. Esta conciencia de mi dignidad me ayuda también a reconocer las mentiras que me quieren imponer respecto a mi valor y a mi sexualidad.

 

Hay afirmaciones que se implantan sutilmente en nuestra sociedad y que tienen una premisa de fondo: la mentira de que fuimos creados para tener sexo. Por eso es fácil llegar a pensar que “soy más libre en la medida en que puedo complacer todos mis deseos y apetitos” y por otro lado “estoy siendo oprimido cuando no me permiten saciar mis impulsos sexuales”. Pero la verdad que libera es la conciencia profunda de que mi propósito no es saciar mis deseos sexuales, sino que el propósito de mi vida es ser DON total, y es ahí donde me juego mi felicidad.

 

* * *

 

El sexo es una forma de expresar la donación total del amor, mas no la única. Buscar el placer sexual sin la intención de ser don es frustrar el propósito del sexo y, a su vez, el propósito de mi vida como hombre o mujer sexual y apasionado. Y así como los huesos rotos tienen la posibilidad de sanar y darnos nuevamente movimiento, también nuestro corazón, roto por la masturbación, tiene la esperanza de ser reconstruido, sanado y de tener movimiento interior para poder amar. Como todas las adicciones y las prácticas que en nuestra vida nos quitan libertad, debemos ser capaces de reconocer la masturbación como lo que es: una fractura del corazón y un impedimento para el amor. Solo en la medida en que busquemos en lo profundo del corazón las heridas que la masturbación pretende sanar, podremos iniciar un camino de liberación.

 

Es importante también formar el entendimiento, fortalecer la voluntad y ser capaces de buscar las ayudas profesionales adecuadas, que busquen nuestro bien real e integral. Finalmente, quisiera decirte que no estás solo, que mereces mucho más que placeres culpables, y que incluso un corazón roto aún es capaz de amar.

 

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