Si bien somos iguales en dignidad, tanto la mujer como el hombre poseemos características biológicas y psicológicas que nos distinguen. Pero dichas diferencias no nos hace ni superiores ni inferiores al otro; nos hacen complementarios. Y es de tal desigualdad que surgen muchos motivos para abandonar las rivalidades y ser un equipo en el que todos valemos y somos igual de importantes.
Por ello, en este artículo me gustaría dejarte 3 razones para animarnos a buscar una igualdad a partir de nuestras diferencias; es decir, una igualdad nacida de la complementariedad.
1. La complementariedad es fuente de vida
Cualquier sociedad precisa generar vida humana para seguir existiendo; por ende, aquella que promueve las guerras de sexos y la cultura del descarte estará destinada a la autodestrucción y al fracaso. Si imagináramos un mundo sin complementariedad, veríamos un lugar vacío, sin vida ni familia, sin producción ni esperanza, y perdería su esencia y todo aquello que hace que funcione.
Hoy en día, suele negarse que solamente a través de la heterosexualidad, fruto del amor por las diferencias, el ser humano puede dar vida. Por eso, aún por vía artificial, es necesaria la participación de ambos progenitores, porque así como el hombre no puede gestar en su inexistente útero un hijo, la mujer tampoco podría hacerlo sin la presencia o ayuda de un hombre. Por ello, si soñamos construir un mañana, hoy debemos dejar de ser rivales y comenzar a jugar en equipo.
2. La complementariedad construye la familia
La familia es la célula esencial de cualquier sociedad civilizada, y es un sostén y guía moral para las personas, ya que en ella se inculcan y adquieren los valores, enseñanzas y la contención fundamental para nuestro desarrollo e inserción al mundo.
La construcción de este pilar implica un gran trabajo en conjunto, en el que los hombres y las mujeres nos respetamos tal cual somos, y complementamos nuestras diferencias y habilidades en función del amor y del bien común. Sin duda alguna, la mayor riqueza que podemos tener es la familia; y por lo tanto, unirnos y ayudarnos en lugar de competir y destruirnos es la mejor inversión.
3. La complementariedad genera una relación todoterreno
Los hombres y las mujeres tenemos dos similitudes que no debemos perder jamás de vista: somos complementarios, y nos necesitamos el uno al otro. Es absurdo iniciar un debate de quién es mejor, o quién hace o tiene más, ya que todos somos iguales en dignidad y tenemos características esenciales que aportan al mundo y nos hacen geniales. Pero no somos perfectos ni autosuficientes. Por eso es importante promover la complementación de las competencias y virtudes que nos distinguen. Esto perfecciona las relaciones que nos rodean: sociales, familiares, laborales y afectivas, produciendo un mayor entendimiento entre ambos, y así, mejorando nuestra forma de actuar en la vida.
En la complementariedad, cada uno saca lo mejor de sí unido al otro, debido a que ambos nos comprendemos y ayudamos a mejorar como personas. Por separado, los hombres y las mujeres podemos lograr y afrontar muchas cosas, pero juntos tomamos mejores decisiones, resolvemos problemas con más facilidad, tenemos mejores herramientas, nos contenemos y ayudamos mutuamente, abordamos diferentes aspectos desde más perspectivas, y desempeñamos roles que, al unirlos, son más integrales y eficientes. Debemos amarnos tal cual somos, y compartir ese amor para construir un futuro más esperanzador.