En un mundo que ha perdido el sentido de la identidad, también encontramos que ha perdido el sentido de la analogía, ese gran descubrimiento de Aristóteles en relación con el ser. El filósofo estagirita descubrió que el ser se dice de muchas maneras, pero siempre en referencia a una sola cosa, resolviendo así el dilema entre lo uno y lo múltiple que atormentaba a la mente antigua y que hoy parece volver a inquietarnos con la pérdida de la referencia a ese algo uno.
Madre, compañera y poniendo bellezas al entendimiento
Aplicado a lo femenino, este tema nos lleva a preguntarnos: ¿qué es ese uno en referencia a la mujer? Si seguimos el camino sugerido por Edith Stein, correspondería hacer una reducción fenomenológica, comenzando por lo que tenemos más a la mano: el cuerpo. En este sentido, ella afirma:
Que la mujer esté configurada para ser compañera del hombre y madre de seres humanos, para eso está especificado su cuerpo, al cual corresponde, sin embargo, también, su especificidad anímica. (Stein, 2013, p. 717)
Ahora bien, no todas las mujeres son madres, quieren ser madres o están llamadas al matrimonio. Aquí resuenan los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, quien cuestionaba esta idea con aguda lucidez:
En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
(Sor Juana Inés de la Cruz, 1998, p. 63).
Me la imagino a Edith Stein con su doctorado en mano y una ceja levantada, cantándole retruco a la dominica hermana. Pues, más adelante, en el mismo escrito, Edith responde a esta objeción con claridad:
El equipamiento anímico que corresponde a la determinación de la esposa y madre no aparece solamente ligado al estrecho campo de la vida matrimonial o de la maternidad corporal, sino que puede producir sus buenos efectos en cualquiera que se encuentre en relación con la vida de la mujer. (Stein, 2013, p. 742).
Edith, entonces, está pensando en términos de la analogía del ser. Comprende que las cualidades de madre y compañera no se reducen a una función específica. Así, como todo bien y todo don de Dios, se difunden, se expanden y se manifiestan de diferentes maneras.
La amada diversidad de Dios: Su gala primaveral
Aquí entra en la conversación otra pequeña carmelita con un gusto especial por las flores, recordándonos con sencillez: “Si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas” (Teresa de Lisieux, 1998, p. 27). Dios ama la diversidad y la pretende. Cada persona es imagen suya y refleja alguna de sus perfecciones.
Siguiendo con la idea del artículo de Barbie y Deadpool, no podemos encasillar lo femenino en un cliché o en un estereotipo, como Barbie o Susanita (el personaje de Quino). Ser mujer, en su esencia, se manifiesta de distintas maneras. Siempre en referencia a una sola realidad. Del mismo modo, la esencia de ser flor se expresa de forma diferente en una margarita que en una rosa.
Debemos tener cuidado de no perder esta esencia. La historia nos muestra que no hubo una única forma de santidad femenina. Junto a Santa Marta estuvo Santa María. También, junto a Santa Juana de Arco, Santa Teresa de Jesús. Además, junto a Santa Teresita, Santa Hildegarda y Santa Catalina.
***
Finalizo con siguiente pregunta para vos, mujer: ¿cómo se manifiesta tu feminidad? ¿Qué tipo de flor sos? ¿Cómo puede tu ser único ponerse al servicio de Dios para alabarlo?
Bibliografía
- Sor Juana Inés de la Cruz. (1998). Primero sueño y otros textos (E. Sábato, Ed.). Losada.
- Stein, E. (2013). Santa Edith Stein: Obras selectas (F. J. Sancho Fermín, Trad.). (2ª ed.). Monte Carmelo.
- Teresa de Lisieux. (1998). Historia de un alma. Monte Carmelo.