Quien diga que vivir la castidad es fácil seguramente está hablando de otra cosa, no de la castidad. Más aun en el contexto hipersexualizado en el que nos encontramos, que hace que su vivencia sea todavía más ardua. Pero, ¿por qué esto es así? Aquí algunos motivos.
1. El cerebro y el control de impulsos
El cerebro humano se termina de desarrollar alrededor de los 25 años. Durante la adolescencia y juventud se van estructurando las áreas encargadas de la toma de decisiones y el control de impulsos. A su vez, la testosterona y estrógenos cumplen sus respectivas funciones hormonales en el desarrollo y en los impulsos. Es por esto que pedirle a una persona joven que gestione sus impulsos sexuales es un acto heroico.
2. La necesidad de disfrutar el presente
En la psicología posmoderna el carpe diem llega a su máxima expresión: ante una vida llena de presunción y desesperanza, solo queda vivir el presente según el propio criterio. No necesito esperar porque el hoy es lo que importa, las consecuencias serán preocupación del mañana.
3. La necesidad de novedad
La posverdad reflejada en la cultura se rige por la sospecha y el principio de placer. Estos pilares han contribuido a una relativización de la personalidad sana y la constante búsqueda de novedad en la sexualidad. Lo conocido suele ser insuficiente, hay un culto insano a lo diferente.
¿Qué hacer al respecto?
Ordenar nuestra sexualidad requiere un ejercicio consciente y constante de la voluntad para formar hábitos buenos. Sin embargo, aprender conceptos y poner en prácticas las virtudes no es suficiente. El desafío es también cambiar la idea que tenemos nuestra esta generación, como seres desprovistos de la capacidad para vivir la castidad. Puesto que, cuanto más nos reconocemos como seres racionales, pensantes y capaces de tomar decisiones con autonomía, más actuaremos en función de esas convicciones (Planker de Aguerre, 2019).
La castidad, hoy tan malentendida, no se limita a una mera práctica, sino que requiere ser solicitada como don, reconociendo con ello nuestra limitación humana. Esta mirada nos permite tener esperanza en la Gracia, que supera toda debilidad de carácter.
De acuerdo con Isaacs (2003): “Habrá que enseñar a los jóvenes a evitar las ocasiones que puedan llegar a dañarles […] sin olvidarse de los medios sobrenaturales: la oración y los sacramentos. Con la educación de la virtud del pudor y generosidad, ponemos los cimientos para el desarrollo del amor, todas las virtudes son manifestaciones del amor, pero estas dos tienen un significado especial: la autoposesión y la entrega”. (pp.198 -199)
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Siguiendo los pasos de San Juan Pablo II, el Papa Francisco nos invita a construir una civilización del amor, que nos permita “pararnos frente a la realidad actual, no a la defensiva, en un marco negativo de prohibiciones, como se dio en otras circunstancias, sino con una propuesta grande y convocante” (Perriaux de Videla , 2021, p.10).
Referencias
- Isaacs, D. (2003). La educación de las virtudes humanas y su evaluación. Ediciones Universidad de Navarra.
- Perriaux de Videla, J. (2021). La teología del cuerpo ¿qué nos dice hoy?. EDUCA.
- Planker de Aguerre, A. (2019). La ideología de género como mesianismo de liberación en M. Mitrece de Lalorenzi (Comp.), Ideología de género y educación sexual: tres aportes para su análisis (1 ed., pp. 9 – 25). EDUCA.