Cuando los esposos empiezan el recorrido que implica el reconocer la fertilidad en la cotidianidad se encuentran con una realidad, en primer lugar, retadora, desconcertante y llena de incertidumbre. Cuando conocen cómo funciona el ciclo femenino y son capaces de determinar los períodos de fertilidad e infertilidad aparece el sentimiento del miedo y me preguntan: ¿y si no funciona? ¿y si haciendo todo “perfecto” para posponer un embarazo y aún sí no lo logramos? Al haber un conocimiento mutuo de la fertilidad y decantar en nuestro intelecto la maravilla de la creación humana no queda más que la sencilla actitud de humildad de que no podemos controlarlo todo. Seguimos siendo frágiles y estamos llamados a abrirnos al panorama de la grandeza de nuestro Creador.
Por lo anterior, vale la pena que aclaremos en este artículo algunos puntos clave sobre lo que es vivir el reconocimiento de la fertilidad, su aplicación diaria con realismo y cómo afrontar este sentimiento de inseguridad e incluso desasosiego que usualmente puede experimentarse cuando se trata de continuar este viaje.
#1 Reconocer que la fertilidad no es un anticonceptivo más
Lo primero que hay que dejar claro es que los métodos de reconocimiento de la fertilidad, en cuanto a su efectividad, son equiparables e incluso superiores a algunos métodos anticonceptivos. No existe ningún método que sea 100% efectivo para posponer el embarazo, ni siquiera la ligadura de trompas (método quirúrgico irreversible en principio). Se hace muy relevante establecer estos conceptos porque es muy común que se promueva en la cultura actual una falsa “seguridad” para evitar el embarazo con los tan conocidos anticonceptivos hormonales, pero cuando se habla de reconocer la fertilidad inmediatamente muchos reaccionan con escepticismo y generando pánico en quienes han decidido emprender ese camino de autoconocimiento. Como sociedad todos deberíamos cuestionarnos en este aspecto y analizar qué hay detrás de esta perspectiva generalizada en la procreación y la vida familiar.
Por otro lado, quisiera reiterar un concepto revelador en cuanto al reconocimiento de la fertilidad al posponer el embarazo. Aquí no estamos hablando de un método anticonceptivo porque nunca se actúa en contra de la concepción y porque toman siempre decisiones en conjunto como esposos, trabajando en equipo y ejerciendo un dominio de sí mismos para vivir la continencia periódica (abstinencia cíclica en el periodo fértil). Este autodominio es en sí mismo un comportamiento propiamente humano, gobernado por la inteligencia, la voluntad y la libertad, que se encuentran enmarcadas en la búsqueda del bien y el amor propio y al cónyuge. Es decir, al reconocer la fertilidad son ustedes los protagonistas de su fertilidad mientras que en la anticoncepción el método lo es todo, y el cuerpo se vuelve un objeto a regular. Esta realidad podría parecer práctica, pero en el contexto de la verdad, los reduce a ambos a meros objetos manipulables. Por eso la invitación en este punto es dejar atrás todo temor a vivir a plenitud el dominio propio de nuestra humanidad y llegar a la determinación de ser los responsables de su fertilidad, recordando que su fortaleza está en la Gracia Divina que los sostiene cada día.
#2 Dios: dueño de la vida
El vivir de acuerdo con esta realidad es fundamental y transcendental para todos los seres humanos, independientemente de nuestra vocación, pero aún más para los esposos. En el matrimonio Dios otorga la gran responsabilidad de participar de su creación. Es esencial el reconocer que el ser co-creadores quiere decir que hay un Creador principal, dueño de la vida. Solo Él tiene el control absoluto de la vida, por lo que, como esposos y padres, el reconocimiento de su fertilidad es aquella llave que les permite abrir la puerta e ingresar a la inmensidad de la belleza de la naturaleza y origen divino de la creación humana. Esto debe hacerse siempre con el mayor respeto y reverencia de su sacralidad desde su inicio, es decir, desde la fecundación.
#3 Discernimiento como esposos: oración
El siguiente paso es discernir si buscarán el embarazo o si se hace preciso posponerlo por circunstancias graves, propias y particulares de su familia. Este discernimiento es exclusivo de los esposos, ninguna otra persona debe estar involucrada en este proceso, excepto Dios.
Dios es parte de su equipo y por ello la comunicación constante con Él en la oración es un elemento vital para aquellos que quieren vivir en prosperidad como familia. Tanto individualmente como en conjunto deben cimentarse siempre en la Divina Providencia que se hace palpable en Su santa y perfecta Voluntad.
En resumen: el encuentro diario e íntimo con el Creador, con nuestro Padre, no sólo es necesario para su vida de fe sino también para crecer en el amor conyugal y para ser fecundos biológica y/o espiritualmente.
#4 Un salto de fe
Por último, sé que muchos para este momento pueden estarse preguntando cómo se puede vivir todo esto: ¿será posible que vivamos ese autodominio? ¿podremos superar el miedo paralizante a asumir la responsabilidad de nuestra fertilidad? ¿cómo estar dispuestos a aceptar la voluntad de Dios que muchas veces no se ve como lo habíamos imaginado? A todas estas interrogantes no me queda más que decirles que si Dios los ha llamado a esta vocación les dará los medios para vivirla. Lo único que Él necesita de ustedes es su “sí, estamos dispuestos” y Él obrará maravillas.
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Refúgiense en la oración y en la gracia de los sacramentos (eucaristía y confesión frecuente), sabiendo que el reconocer la fertilidad es un sendero que deben andar los dos en compañía de Dios, con absoluta confianza y abandono en El y con la convicción y la certeza de que el vivir una sexualidad plena solo es posible en Dios.